miércoles, 11 de enero de 2012

La antropología y el diálogo intercultural

Guillermo Sequera

El antropólogo Miguel Alberto Bartolomé, en su ensayo En defensa de la etnografía, apunta que la disciplina, más que reconocer, ha cosificado las alteridades, puesto que el relato etnográfico ha sido planteado con frecuencia en los términos de un discurso sobre el otro en lugar de un diálogo con otros. Esto es representativo desde el punto de vista político cuando se habla de estudios sobre determinados conglomerados socioculturales alternos. Bartolomé ahonda en la revisión crítica de la práctica antropológica al objetar la prevalencia de la voluntad hegemónica por sobre el diálogo intercultural que ha caracterizado a muchas etnografías independientemente de sus filiaciones teóricas, políticas, ideológicas, etc.


En idéntico sentido se expresa Walter Mignolo, en su conferencia Cambiando las éticas y las políticas del conocimiento: la lógica de la colonialidad y la postcolonialidad imperial, respecto a los grupos de estudios culturales sobre Latinoamérica que se desarrollaron sobre todo en EE.UU. Según este autor, la exotización de las minorías culturales, inmigrantes, etc., opera incluso desde los abordajes “emancipatorios”, ya que al hablar de estudios, aunque se cambien los contenidos, no se modifican los términos de la conversación ni la lógica subordinante-subordinado que contiene la dicotomía irreductible entre sujeto cognosciente y el objeto conocido que el diverso espectro de “grupos de estudios” implican.

Sobre esta materia conversamos con el antropólogo y etnomusicólogo Guillermo “Mito” Sequera. En este diálogo nos habla, además, de algunos de sus últimos trabajos de recopilación de los tesoros orales indígenas: el documental Ka’a kupe pytû y, por otro lado, El Diccionario para Niños Tomárãho (Chíilehet Tomárãho Osîagatso Hoúlo Pixo) y el volumen Literatura Oral para Niños (Osîagatso Õrn Hweija Chiéik).

Mito, ¿para qué antropolizar? O mejor aún, ¿cómo romper el monólogo del antropólogo cuando se atribuye a sí mismo la licencia de contar la historia de los “otros” culturales?

–Ahora se ve un esfuerzo de refundación que en cierta medida pasa, por supuesto, por el rescate de la memoria de los pueblos. Pero como hacés referencia a la antropología: primero, que es una ciencia que nace con una contradicción fuerte, es decir, nace en un contexto colonial. La disciplina se fue forjando a través de Taylor y otros.
Las administraciones coloniales europeas, norteamericanas, etc., vieron que podía ser una disciplina que podía ayudar a domesticar a las personas y tenerlas bajo un cepo. En todo sentido. Pero esto se inicia sin la existencia de la propia disciplina en el sistema colonial, a finales de siglo XV. Por ejemplo, uno puede entender que la contribución de Montoya es importante, pero detrás de todo eso operó el sistema reductor. La língua geral fue un instrumento del sistema de las reducciones.
Pero hay esfuerzos intelectuales muy importantes y yo no creo que haya que desechar el aporte, el esfuerzo múltiple de las diversas escuelas y pensadores. Yo creo que es importante la revalorización y el rescate del acervo de los pueblos y en esa dirección la contribución que pueda realizar la antropología es fundamental. Hay que volver a Moisés Bertoni, quien se entregó completamente al Paraguay. Su relación muy fuerte posiblemente con los mbyá, o los llamados Kaygua o aché. Él reconoció sus técnicas, su sabiduría en la clasificación de especies.
Fijate, cuando Cadogan da a conocer el Ayvu Rapyta, a través de la ayuda de Egon Shaden, seguramente por un dejo de la dominación colonial, en uno de los congresos de americanistas un intelectual francés, cuyo nombre no recuerdo, dijo que el Ayvu Rapyta era un invento, que unos indiecitos no podían llegar a esos grados de poetización.
Pero también pasa por el reconocimiento y la valoración de las técnicas y la gestión de los recursos naturales, que están desapareciendo. Al desaparecer una especie, una generación que nunca vio ese animal o esa planta pierde los significados y símbolos mágicos y espirituales que su cultura o comunidad daba a esas especies. En este sentido yo creo que el mayor aporte de Cadogan son sus aproximaciones y reflexiones a la etnobotánica. Yo creo que es su mayor contribución. Hay que analizar esto. En Paraguay estamos constantemente en préstamo y dependiendo mucho de afuera para dentro y de arriba para abajo. Debería ser al revés.


De algún modo la antropología parece reproducir ese paradigma colonial del “civilizado” que habla en nombre del “bárbaro”. De esta manera está asumiendo directa o indirectamente que este no puede hacerlo por sí mismo llegando así también a una suerte de museificación de las otredades.

–En la antropología hay aportes y experiencias considerables. Incluso hay enfoques puestos no solo desde la antropología, sino, por ejemplo, desde la negritud, de lo afro, como los ensayos de Fernando Ortiz. Él tiene un trabajo fantástico sobre la música afrocubana. Tenemos muchos ejemplos. La aproximación lévi-straussiana de Viveiros Castro. Me alerta sí el tener una actitud de una sola referencia. En la antropología lo importante es el sujeto.
Hoy no hay una frontera muy definida entre etnografía, etnología, sociología, antropología, etc. Yo creo que hoy todas ellas se encuentran para tratar de decodificar ciertos elementos, ciertos misterios en las mentalidades colectivas. Eso es lo que debemos aprehender y, al mismo tiempo, en un esfuerzo altamente creativo, con respecto a nuestra situación ver cómo hacer para lograr un entendimiento posible con esa otredad. Estas disciplinas pueden ayudar a decodificar los secretos del comportamiento. O sea, en definitiva, que los sujetos sean protagonistas de su propia antropología. Ellos no necesitaron de la antropología antes para consagrar su vida a la invención creativa y al descubrimiento de lo que el bosque, por ejemplo, les llegó a proveer.
Yo trabajo mucho sobre el reconocimiento de las técnicas, de las sabidurías sobre todo vinculadas a la administración de la vida de la comunidad. Hay toda una tradición milenaria, de descubrimientos, de sorpresas que no está siendo valorada y reconocida. Esto crea situaciones de incomunicación, de incomprensión e incluso crea ciertas actitudes racistas: apelaciones de haragán hechas hacia los indígenas, etc.
Hace tiempo trabajo con aspectos de la memoria de los pueblos no solamente con respecto a expresiones musicales para tratar de entender qué hay detrás del espectro de la diferencia cultural. Hay sabidurías que se están erosionando, se están perdiendo. El problema es cuando se pierde el cimiento, se pierden las referencias, la columna que sostiene el resto de la representación del mundo. Entonces ahí se pierde toda posibilidad de entendimiento y se instala la confusión.

En la introducción de tu documental Ka’a kupe pytû hablás de la búsqueda del relato eterno y de las intertextualidades entre los relatos.


–Ese es un trabajo compartido con Miguelángel Meza. La propuesta sale de que yo veía una ausencia terrible. Nos hacemos gárgara con el guaraní, el guaraní paraguayo, popular, etc., pero había una ausencia de ciertos documentales. Pero gracias al esfuerzo de la cinematografía paraguaya algunos cineastas ahora están dándole la importancia que merece el guaraní. Yo trabajo mucho con la tradición oral. Entonces, ¿qué es lo que apareció antes y qué después?, ¿el discurso sonoro o el discurso verbal?
El discurso sonoro entendiéndose no solamente lo musical, sino todos los aspectos multifónicos que pueden darse en una expresión humana. Y el discurso verbal con respecto a la expresividad humana en la construcción de ideas, de significados y de significantes para armar un relato que pueda explicar o el origen del mundo o el funcionamiento de la cosmovisión del mundo.
Yo pensé que podía ser importante hacer registros de relatos de personas simples. En Ka’a kupe pytû aparece una especie de Abraham que explica cómo él se encontró con un espécimen ni animal ni humano, un batracio-reptil, una especie de pez híbrido. Por otro lado, hay una entrevista hecha a un director de teatro de una compañía del interior del país, donde ellos trabajan el guaraní. Él explica que toda la imaginería en su puesta en palabra y escena ellos expresan o se inspiran en los casos ñemombe’u, en los cuentos, en las leyendas populares. Es simplemente la intención de consagrar no solamente la palabra, sino la lengua en sí.


Hace un rato también me hablabas de tu libro para niños en lengua tomárãho.


–Son dos publicaciones que preparamos con Rodolfo Ñuhwÿt, un tomárãho, y también con otras familias indígenas que nos ayudaron. Todo mi trabajo fue focalizado a favor de esta comunidad, que es una minoría de apenas 150 personas, para tratar de ver cómo y qué es lo que se puede hacer para darle una mayor prolongación de vida a esta cultura, su lengua y sus conocimientos. Es un trabajo de muchos años. Yo entonces me animé a establecer una transcripción fonética para ver cómo puede escribirse la lengua.
Trabajamos mucho los relatos de los niños. Los niños tienen su propio repertorio, sus recursos literarios, la literatura oral, su propia sabiduría. Además los relatos para niños son relatos nominados por el adulto, la madre, el padre, el tío uterino, en fin, donde después el niño va masticando, va ingiriendo el conocimiento de cómo las cosas, los seres funcionan y a partir de ahí también la importancia que tienen los niños no solo en compartir eso, sino en transmitirlo.
También trabajamos en un diccionario para niños en el que se identificaron una serie de especies, de elementos, de vocablos que tienen que ver con la valorización de su propia dignidad y soberanía. Fueron muchos años de trabajo con Rodolfo de los que salieron esos dos libritos. La literatura oral la tenemos ya en una versión castellana, pero no tenemos la oportunidad de que se publique. Creo que sería importante que los colegios tengan otras referencias de literatura oral que no sean solamente la leyenda de Jasy Jatere, Malavisión, etc. Entonces creo que en esos diálogos transculturales o interculturales posibles estaríamos aprendiendo al reconocimiento, a romper con esa imagen de bárbaros, a romper con esa imagen de ignorantes y otros prejuicios.



La antropología estudia la adaptación cultural de la especie. Considerando esto, qué herramientas podría aportar con vistas a desarrollar modos de producción más sustentables frente a la devastación mundial a la que conduce el capitalismo.

–Yo siempre traté de sensibilizar a botanistas y zoólogos de diversas disciplinas a que se interesen más en las sabidurías ancestrales y no meramente en establecer un listing de nominaciones nativas y científico-occidental, etc. El hecho de que haya un diálogo posible, una coexistencia posible, una cohabitación entre lo científico, lo etnobotánico y las ciencias populares sería un avance en el conocimiento y en el reconocimiento. Por ejemplo, una persona que yo respeto mucho es Pastor Arenas, un investigador paraguayo que viene de la química. Él empezó a interesarse en los conocimientos de las poblaciones nativas, de los toba-maskoy o de los mal llamados wichí entre Argentina y Paraguay sobre la manera en que ellos identifican las especies vegetales y su uso, pero así también sus maneras de representarlas vinculadas a las técnicas y expresiones chamánicas.
Yo participo en una investigación en la que estamos trabajando no solo en la utilización cultural de las especies para la alimentación, la medicina, etc., sino fundamentalmente estamos llegando ya a la constitución de que los campesinos no sean solo agricultores y pasen a ser grandes artistas de la administración de sabores, de texturas, de colores, de aromas, de luces y sombras. Así trabajamos lo que Cadogan, y antes Egon Shaden, había planteado sobre la existencia de un paraíso guaraní. Lo define en Yvyra Ñe’êry, lo define en ese artículo fantástico Chono Kybwyra. En este artículo hace una lectura muy libre y creativa sobre la relación del Mainumby con el paraíso guaraní.
Hay que establecer un diálogo con la sabiduría de estos pueblos para ejercer la participación en favor de la protección y sobre todo la rehabilitación de los recursos para la vida y así, al mismo tiempo, reflexionar sobre los compromisos compartidos.
Ahora los sojeros pegan el grito al cielo con respecto a la sequía, que perdieron 30% de sus cultivos, etc., y los medios de comunicación hacen eco. Pero qué hay en esos lugares y cuál es el impacto negativo y doloroso que reciben las comunidades campesinas e indígenas de Itapúa, Alto Paraná, etc. Todos sabemos que hay desregulaciones climáticas.
Podemos aprender de legados como el de León Cadogan, que nos invitó a descubrir un otro mundo u otros mundos posibles para que finalmente ese reconocimiento pueda también servir a la solución de los problemas y también para seguir amortiguando estos terribles problemas que vienen ocurriendo en el mundo, el agotamiento de los recursos, la pérdida de los recursos que están vinculados a la vida.
Este agotamiento tiene que ver con el modelo socioeconómico, con el modelo capitalista neoliberal. Hay que seguir resistiendo al embate de estas influencias muy nefastas. Yo creo mucho en la cultura, que finalmente es el objeto principal de investigación de la antropología, de la etnografía, de la sociología, siempre y cuando que los sujetos sean copartícipes de una revalorización colectiva.
Yo trabajé en la identificación de especies animales, flora, fauna, etc., para entender las diferentes utilizaciones populares que se dieron o que se dan a nivel alimentario, a nivel de la medicina, a nivel espiritual. Tengo mi inventario que he realizado con la gente, que confió en mí y entonces pude yo rescatar, inventariar e identificar una serie de elementos y creo que llegué a establecer unas 1.200 especies. A partir de ahí empezamos a trabajar cómo llevar eso a la chacra, a los espacios de producción. Y así también nos animamos a plantear a nivel de las comunidades cómo entonces representar el jardín guaraní o el paraíso guaraní, al que se llama el ambapy: la bóveda celeste, pero aquí en la tierra.