sábado, 9 de junio de 2012

Algo más que un pedazo de carne

María Emilia Musacchio, artista plástica.  



¿Qué somos? ¿Algo más que un pedazo de carne?

“Este es un grito exasperado, pero con profunda esperanza”, anuncia Mili mientras abre la puerta y nos dirigimos al patio para ver la muestra que está montando. “Soy María Emilia Musacchio… podría decir que experimento con el arte. Me reconozco como deudora del muralismo mexicano en el sentido de que mi obra tiene un fin educativo, un llamado a la reflexión y a la acción social”, se presenta.




La instalación consiste en una precaria habitación en la que lo primero que se logra entrever desde afuera es un humilde moisés. A medida que uno se acerca advierte una silueta todavía indefinible por el efecto del mosquitero que cubre el lecho. Pero no es un bebé el que reposa en el cesto, sino un pedazo de carne.

“Lo que pretendo decir es que, para la gente, un niño que nace en exclusión no es más que eso: un pedazo de carne que no le interesa a nadie. Me gustaría que esta exposición sirva para llamar la atención de toda la sociedad para que entre todos pensemos cómo podemos cambiar las cosas. Esta obra es un pedido de auxilio”, explica Musacchio.

María Emilia nació en Rosario, pero vive en nuestro país hace casi 20 años. Se dice completamente convencida en la potencialidad política y transformadora de la expresión artística, en la capacidad de esta de desestabilizar las certezas y las convenciones, de luchar contra la naturalización del horror y la injusticia. Pero con esto no se refiere a un arte enclaustrado en las galerías, sino uno que salga del ámbito estrictamente acotado del museo y que llegue a la gente. No el objeto bello y armónico de la vidriera, sino la imagen violenta y descarnada de la calle. 
  
“Trato también de que la gente sea parte de la obra, participando directa o indirectamente, para abreviar esa enorme distancia que se ha construido en torno al arte de hoy y el observador común. Esta exposición fue concebida para ser presentada frente al Congreso a fin de plantear la interrogante sobre qué somos para estos parlamentarios. ¿Un simple pedazo de carne, un bocado para satisfacer la voracidad de este canibalismo social? ¿Su morfi, su asado, lo que están currando de nosotros?”, se pregunta.

En 2008 representó a Paraguay con esta muestra, Niño silvestre. Aichecharanga, en un concurso del Salón Regional de Artes Visuales Arpa (Argentina-Paraguay), Corrientes, del que resultó ganadora del primer premio. El título es una reminiscencia de una canción de Serrat y tiene por objeto denunciar la problemática del abandono infantil, la pobreza y la marginalidad.

El chico de la fana
Una obra anterior directamente relacionada con esta es El chico de la fana. La escultura es un cerebro de alambre de púas con una cara que chorrea fana. Es como esas cajas sorpresa, pero en este caso la columna del muñeco salta de una lata de pegamento. “Considero que es una imagen violenta y hasta morbosa, un clamor que pretende dar un toque de atención sobre lo que les pasa a los niños de la calle que consumen cola de zapatero”, añade.

Hace una pausa y respira unos segundos. Toca en la flauta ciertos aires de carnavalito. Fumamos un poco y nos despedimos. Algún niño silvestre estará tumbado en la acera. El hambre y el dolor apenas le dejan dormir. Al señor de traje le han rayado el convertible. Apenas cabe en sí de la rabia. “Piden bajar la edad de imputabilidad”, dicen las noticias.