martes, 6 de noviembre de 2012

La impronta guaraní en el castellano paraguayo


El descubrimiento del castellano paraguayo a través del guaraní. Una historia de los enfoques lingüísticos”, es el título del libro que fue lanzado el último miércoles 31 de octubre en la sede de la Sociedad Científica del Paraguay.


Las lingüistas Malvina Segovia, Soledad Acosta y Hedy Penner

La presentación estuvo a cargo de las tres autoras –Malvina Segovia, Soledad Acosta y Hedy Penner–, quienes fueron dando cuenta de la organización del texto así como graficando con ejemplos el entrecruzamiento de esos universos lingüísticos, el continuo tráfico e intercambio, que algunos investigadores incluso llegaron a definir como una tercera lengua, que no es castellano ni guaraní pero es las dos cosas al mismo tiempo.

Segovia destacó en su intervención que una de las particularidades del castellano paraguayo es que ninguna otra variante del continente recibió más influjo de una lengua amerindia, en este caso el guaraní, como nuestro tan denostado jopara, que tanto desconcierto genera entre los cultores “del buen hablar” y que consiste básicamente “en una forma alejada de la matriz ibérica”, expresó.

Desde la perspectiva de la teoría del sustrato, los primeros estudios hablan de un castellano de guaraniparlantes, en referencia a las marcas que recibió la lengua colonial de la vernácula. A ello podríamos agregar el fenómeno inverso, es decir, el del superestrato, en el que se verifica un movimiento en dirección contraria en el que la lengua nativa incorpora elementos, principalmente léxicos, de la lengua del colonizador. En la actualidad esto se da sobre todo porque el guaraní no ha experimentado un proceso de estandarización acorde a las necesidades de nuestro tiempo, lo cual no constituye una debilidad de la lengua misma, sino de sus instituciones.

Posteriormente, Soledad Acosta brindó una explicación de la estructura y lógica del libro. En primer lugar relató que el estudio se basa en una cronología de los distintos niveles de análisis lingüístico empleados, entre los que resaltamos aquí el paso de lo normativo a lo explicativo. Esto es, más que emitir juicios valorativos sobre la corrección o no de las formas del habla de nuestro castellano guaranizado o guarañol, se procede a describir los hechos lingüísticos sin juzgarlos desde la norma, sino desde la pragmática en tanto acto comunicativo con sus propias lógicas internas.

Sobre esto puso ejemplos de la interferencia del guaraní en el uso de las preposiciones, como nuestro muy típico “me voy en mi casa” (me voy a mi casa, en la forma castiza), que es un calco del guaraní, en el que el estar y el irse –“aime che rógape” y “aha che rógape”– se marcan con la misma forma preposicional, que denota tanto estado como movimiento. Asimismo, citó algunos ejemplos y usos de nuestros “graciosos” marcadores discursivos, como el piko, pio, na, etc.

Por último, Hedy Penner resumió las dos dimensiones de la obra, por una parte informativa y, por la otra, formativa. Luego agregó que esta investigación pretende constituirse en una muestra panorámica de la teoría ante los hechos lingüísticos, de los ejes y el tratamiento aplicado al castellano del Paraguay. Entre los trabajos al respecto mencionó que muchos han sido especialmente sensibles a la dimensión normativa, lo cual devino en la estigmatización del registro popular.

Aunque las autoras insistan en que su propósito no es valorar normativamente, sino presentar un corpus descriptivo de la lengua, el resultado de la obra es que termina dignificando una variedad dialectal marginada, cuyos usuarios están reducidos a la condición de hablantes de segunda categoría, de “guarangos”. El objetivo del trabajo es “ofrecer pistas a investigaciones necesarias, señalar las falencias teóricas existentes así como los conceptos que deben ser repensados”, concluyó Penner.

Y, finalmente, el brindis. Ya un tanto envalentonados por la suma de tragos, mi compañero y yo nos acercamos a saludar a las autoras. De pronto advertimos, con cierta preocupación, que el vino y los bocaditos habían acabado. “Mba’e pio jajapóta?”, me pregunta. “Y yo me voy en mi casa, mba’e”, le respondo.