sábado, 4 de mayo de 2019

Abrir los ojos y ver






He fumado durante 20 años y no ha sido una elección libre. Además de los antecedentes familiares, que siempre tienen su cuota de incidencia, he sido inducido de manera perversa por la publicidad desde niño. Entre las “propagandas” de la tele que mejor recuerdo hasta ahora están las del jinete de Marlboro y la del motociclista de Lucky Strike, con la canción de Bon Jovi de fondo incluida.

La publicidad de productos tan altamente perjudiciales como el cigarrillo debería estar prohibida en horarios de “protección al menor”. Por supuesto, también la cartelería callejera. Siguiendo con el relato de mi propia experiencia, ese mismo motociclista de Lucky Strike siempre se me aparecía camino a la casa de mi abuela, sobre la avenida España y San Martín, en el giro en dirección a Sacramento. Además de las advertencias sobre los daños en la salud en las cajetillas, las presentaciones deben ser uniformes y opacas, pues los diseños llamativos son un poderoso elemento de iniciación en los adolescentes.

Sé que todo esto que digo es inútil. Yo mismo he escuchado durante años tantas advertencias y nunca he prestado atención a ellas. Pero si al menos me hubieran dicho que el cigarrillo también afecta gravemente los ojos quizá no hubiera hecho oídos sordos, por lo que el relato de mi experiencia podría ayudar a alguien. Ya he perdido un ojo y debo extremar los cuidados y atenciones al que me queda para postergar la inexorable ceguera a la que estoy destinado. Cuando me diagnosticaron glaucoma, lo primero que el oftalmólogo me preguntó no era si fumaba, sino hace cuánto tiempo lo hacía. Su sentencia inapelable fue que el tabaco era la causa principal. Por supuesto, habrá otras, sin duda, como los factores genéticos, ya que hay varios antecedentes de la misma enfermedad en mi familia. Y también he hecho muchas otras cosas.

No me quejo de mi suerte. Gracias a esto he dejado de fumar, que es una de las mejores cosas que he hecho. Mi cuerpo ha demostrado una sorprendente capacidad de resiliencia. Hago diariamente varios kilómetros en bicicleta y otros deportes con la debida precaución.

También escribo esto contra la complicidad criminal del silencio y porque haber dejado de fumar ha generado varios malentendidos. Siempre me alejo o me retiro cuando alguien prende un cigarrillo, una reacción que ya ha molestado a varias personas. De paso pido disculpas a todos a quienes les he fumado en la cara. Y también escribo esto para repudiar la nueva trampa de la industria tabacalera, los vaps, el engaño del fumar que supuestamente reduce los daños, pero lo único que ha hecho es iniciar en el hábito a quienes nunca antes lo habían hecho.

Ahora más que nunca valoro lo que es despertar cada mañana, abrir los ojos y ver. Esta es una razón suficiente para ser feliz y ya nada es capaz de ponerme mal. No sé hasta cuándo podré ver y debo aprovechar el tiempo.