lunes, 29 de julio de 2019

Un antropólogo iniciado en los misterios de la religión mbyá-guaraní

El 29 de julio de 1899, pocos meses después de que sus padres australianos llegaran al Paraguay, nació en Asunción León Cadogan, el investigador que más luces aportó al conocimiento de la cultura guaraní. A 120 años de su nacimiento lo recordamos en este artículo.



León Cadogan fue iniciado en las tradiciones
esotéricas de los mbyá y bautizado bajo el nombre de Tupã Kuchuvi Veve (Internet).

Entre la vasta obra de Cadogan, tanto en volumen como en importancia, se destaca sin duda como la más emblemática el “Ayvu Rapyta”, publicada primeramente en 1946 por fragmentos en la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay.

Esta compilación de relatos orales de los mbyá-guaraní le valdría a León Cadogan convertirse en el más eminente etnógrafo de la cultura guaraní, pues nadie como él hasta ahora logró reunir documentos de grupos étnicos que conservaron su autonomía a tal punto que no registran prácticamente huellas de sincretismo ni asimilación de elementos extraños. Además de su prolífica labor de recopilación y traducción de un guaraní ajeno al común de los profanos, acompañó sus trabajos de notas lexicológicas sumamente reveladoras y sin cuya asistencia sería prácticamente imposible aproximarse al sentido esencial de la cosmogonía indígena.

Filólogo, lexicógrafo y antropólogo autodidacta, su profuso aporte ha sido ampliamente destacado y utilizado como marco referencial por prominentes investigadores como Claude Lévi-Strauss, Pierre Clastres, Alfred Métraux y Egon Shaden. A este último se debe la publicación como libro del “Ayvu Rapyta” en una edición patrocinada por la Universidad de São Paulo.

Aunque Cadogan haya colaborado en las revistas científicas más importantes de su época, como Anthropos de Austria o América Indígena de México, su mayor aporte y lo que le otorgó notable visibilidad en los círculos académicos internacionales fue la publicación de los anales religiosos de los mbyá del Guairá.

Si bien sus trabajos siguen siendo referencia insoslayable para cualquier tipo de aproximación científica a la lengua y mitología de los indígenas del Paraguay, ese corpus diseminado en publicaciones de todo el mundo asume en ciertos pasajes las características narrativas de una vivencia espiritual no reductible al mero academicismo. 

La particularidad de su obra radica en que Cadogan recibió de sus informantes las tradiciones religiosas, conocidas como las ñe’ê porã tenonde (primeras palabras hermosas), a manera de un don, como una muestra de gratitud, en retribución a las gestiones que realizara para obtener la liberación de un nativo detenido por haber aplicado el principio del “ejovia va’erã teko awy” (debe purgarse la afrenta), ante los atropellos y atrocidades de los que hasta la actualidad son objeto los indígenas en un país donde, como sentenció alguna vez Juan Francisco Recalde, traductor de las obras de Kurt Nimuendaju, “matar indios no es delito”.

 

El etnógrafo y la sociedad


Cadogan no fue un coleccionista de curiosidades “primitivas”, sino un entusiasta y vehemente defensor de esos “parias en su propia tierra”, como solía apuntar en los textos de denuncia ante la explotación y el despojo al que sistemáticamente era y sigue siendo sometida la población nativa. En este caso, el etnógrafo, en lugar de limitarse al levantamiento de datos en un pueblo investigado, se integra al círculo de la reciprocidad hasta fundirse en la serie de palabras que componen el himno sagrado.

El conjunto de la obra de Cadogan no constituye una arqueología de la oralidad llevada a cabo por un aséptico e impersonal antropólogo encerrado en las barreras del método científico, sino el testimonio de la reducción de un occidental a los misterios de la religión indígena, producto de un saber revelado en los rituales dirigidos al principio creador, Ñamandu Ru Ete Tenondegua, figura arquetípica que por la vía de la emanación se manifiesta hacia el exterior creando y surgiendo de su propio cuerpo.

Este episodio del génesis mbyá consignado en el capítulo I del “Ayvu Rapyta”, titulado Maino’i reko ypykue (Las primitivas costumbres del colibrí), es uno de los capítulos más inspirados de la filosofía panteísta, más aún considerando que podemos leerlo en el idioma original y transcripto por un antropólogo comprometido con su labor, en oposición a los misioneros católicos, puestos al servicio de la expansión de la ideología religiosa del imperialismo europeo y que en tal propósito desvirtuaron muchos elementos del sentido de la lengua.
 

Portada del “Ayvu Rapyta”, transcripción y traducción de tradiciones orales de los mbyá del Guairá.

Ahora bien, si hasta ahora la historia del choque entre los dos mundos ha privilegiado el punto de vista de la occidentalización de las sociedades vernáculas, casos paradigmáticos como este en los que se verifica el fenómeno contrario ciertamente desconcertarán a no pocos exponentes de la “modernidad y la civilización”. Esto debido a sus respectivas miradas teóricas incapaces de dar cuenta de la diversidad de las experiencias culturales humanas, esquematizando estas en principios generales y englobándolas como si estuvieran determinadas a cumplir un designio universal.

Esta limitación de orden epistemológico es extensible a una gran variedad de los instrumentos teóricos que utiliza la metrópoli para calificar al resto del mundo. Sobre este punto, el escritor mexicano Octavio Paz, en el prólogo a “Las enseñanzas de don Juan” de Carlos Castaneda, propone el concepto de antiantropología como negación o superación de la acción etnográfica en sentido tradicional, transformando el eje de las relaciones sujeto-objeto, pero también el de la antropología en otro tipo de conocimiento. 

En este caso, las relaciones del antropólogo como sujeto de estudio y una etnia determinada como objeto estudiado se suprimieron para dar lugar a un vínculo en el que el investigador fue asimilado hasta convertirse en aprendiz de payé y el oporaíva (cantor, dirigente espiritual de la tribu) en maestro que guía el aprendizaje. Según el análisis del escritor mexicano, esta relación implica la derrota de la antropología y el triunfo de la magia.

En análogo sentido se expresa el antropólogo Miguel Alberto Bartolomé, quien sostiene que la práctica etnográfica estará impregnada de componentes afectivos en tanto ese observador-investigador renuncie a la quimera de la neutralidad y asuma que no está tratando con pueblos-objeto, sino con personas, y que una investigación auténticamente participante implica vivir y sentir desde dentro las costumbres y los vínculos desde una posición de alteridad, desde la capacidad de asumirse en el lugar de ese Otro cultural. Por ello, este autor también rechaza la terminología de “informante” para referirse a los miembros de una determinada comunidad que aportan datos al investigador sobre su propia cultura y a quienes considera más bien como “interlocutores de las sociedades a las que interroga”, según consigna en su ensayo “En defensa de la etnografía”.


En este mismo artículo menciona otras transformaciones que se deben dar en el marco de la acción antropológica como la inversión de la narración etnográfica. Esto es, en lugar de hablar sobre los indios emprender el esfuerzo de tratar de hablar con y para esos mismos indios. Esta necesaria transformación se ve, a su vez, forzada por el hecho de que cada vez más el trabajo antropológico será leído y criticado por quienes hasta ahora no eran sino objetos de estudio, fenómeno que el autor define como reversión social de la información.


El investigador iniciado

Cadogan fue adoptado por los mbyá-guaraní como “miembro genuino del asiento de los fogones” e iniciado en las tradiciones de los Jeguakáva tenonde porãngue i (endonimia de los mbyá, que significa “los primeros elegidos que han portado el hermoso adorno de plumas”) bajo el nombre de Tupã Kuchuvi Veve (agente del genio tutelar de las aguas y el trueno que en forma de torbellino pasa volando espantando a los duendes portadores del pochy), por lo que su obra es la semblanza de una conversión más que una mera investigación etnográfica.


De hecho, Cadogan nunca realizó estudios especializados de antropología. En una entrevista realizada por el diario La Tribuna en 1969, al ser consultado sobre su formación académica, con esa ironía ingeniosa que caracteriza a sus “Memorias” respondió que él se graduó de doctor en arandu ka’aty (sabiduría de la selva). El propio Karoga, como lo llamaban sus amigos mbyá, en varias ocasiones señaló que los principales maestros de su vida fueron los místicos de la selva, los sabios que recibían las palabras inspiradas de la llama y la tenue neblina que se depositaban en el adorno de plumas.

Lo sagrado y lo profano

Por otro lado, tampoco hay que ocultar los conflictos y disputas internas que suscitaron la publicación y traducción de los cánticos sagrados a fin de dimensionar el sentido de responsabilidad que implica la investigación científica de los grupos humanos. Los indígenas conservan, en mayor o menor medida y aunque la tendencia haya cedido, una valoración esotérica de sus tradiciones, y el hecho de divulgarlas constituyó una violación frontal a su código de ética. 

Esta circunstancia puede ser abordada desde una doble matriz. Según la nomenclatura conceptual de la etnografía, existen dos enfoques para medir las percepciones en un contexto de investigación, emic y etic. Desde una perspectiva emic (desde dentro), efectivamente se podría impugnar las consecuencias éticas de su trabajo al haber divulgado las ñe’ê porã tenonde a extraños, cuando que el conocimiento de las mismas debe circunscribirse a un ámbito restringido y solo a los que gozan de la plena confianza de la comunidad. El mismo Cadogan menciona que luego de haber difundido al público las palabras que le fueron reveladas algunos miembros de la comunidad se negaban incluso a responder sus preguntas sobre nominación botánica.

Desde una perspectiva etic (desde afuera: el investigador y la sociedad envolvente), el aporte de Cadogan resulta invaluable en cuanto a los datos que proporciona a fin de obtener un conocimiento más acabado de la mitología guaranítica al tiempo que contribuye a restituir a los nativos, al menos en parte, su dignidad achacada durante más de cinco siglos de explotación colonial. Sus investigaciones nos muestran que la lengua nativa, lejos de ser pobre e incapaz de transmitir conceptos mínimamente elaborados, es de una belleza y profundidad extraordinarias. La pérdida de estas narraciones orales sobre el fundamento del lenguaje humano hubiera implicado una verdadera catástrofe cultural.

En suma, la obra de Cadogan es una reconfiguración del tratado etnográfico en sentido tradicional y, más allá de su rigurosidad en materia lingüística y antropológica, encierra un alto componente de aprendizaje iniciático. Además de ello, es una invitación a dialogar de manera más abierta y sincera con ese Otro cultural que nuestros ideales de modernidad se empeñan en destruir.

lunes, 15 de julio de 2019

A 92 años de la matanza de Puerto Pinasco

El 15 de julio de 1927 se registró un sangriento episodio que ha quedado casi en el olvido: la matanza de Puerto Pinasco. Al cumplirse 92 años de la masacre contra trabajadores de una taninera, comparto una entrevista realizada vía correo electrónico al investigador británico Andrew Nickson, autor de un artículo sobre este episodio poco conocido de nuestra historia. 
 

Imagen de la fábrica de tanino de Puerto Pinasco (Colección del explorador suizo Louis de Boccard).

   
En su artículo “Una historia olvidada. La matanza de Puerto Pinasco”, publicado en la revista “Novapolis” en octubre de 2013, el profesor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Birmingham reseña la historia de una huelga realizada en la taninera de la empresa norteamericana International Products Corporation (IPC) en la ciudad de Puerto Pinasco, departamento de Presidente Hayes.

La medida en reclamo de mejores condiciones laborales fue respondida con una represión que derivó en una cantidad de víctimas de al menos una docena de personas entre muertos y heridos graves, según Milda Rivarola, y más de veinte, según Juan Alfredo Ramírez, señala el autor.
 

Andrew Nickson, investigador británico.
Nickson subraya que el gobierno de Eligio Ayala logró ocultar el episodio “con mucho éxito”. Por entonces, el exmandatario Eusebio Ayala, quien volvería a ocupar la presidencia en 1932, se desempeñaba como vicepresidente de la firma en Paraguay y director regional en Asunción.


Las versiones sobre el suceso indican que el levantamiento fue iniciado por los hacheros, los más explotados en la cadena de la industria del quebracho. En una comparación casi obligatoria, el autor señala las similitudes con la masacre de Curuguaty y la operación llevada a cabo por las autoridades con el fin de ocultar la verdad de lo ocurrido. Al igual que en Marina Cue, no fueron investigadas ni la actuación oficial ni la de los directivos de la empresa y todo el castigo recayó en los huelguistas.

Además de las mejoras salariales, jornada de 8 horas, derecho a la sindicalización y turnos rotatorios en la fábrica, los obreros también exigían terminar con el monopolio de la despensa de la IPC y su combo de “vales”, tan bien descrito por Rafael Barrett como una estrategia de esclavización de los mensúes. 


Existe una controversia sobre la fecha exacta en que ocurrieron los acontecimientos. ¿Fue el 4 o el 15 de julio? ¿Por qué esta diferencia en el registro? ¿En qué se basa para sostener que fue el 15 de julio?

Aunque no es cierto que “la prensa asuncena no se hizo en absoluto eco de estos acontecimientos”, según señala Milda Rivarola, debido a la gran distancia y pésimas comunicaciones al interior del país de entonces solamente unas magras y muy distorsionadas noticias se filtraron en la capital sobre lo acontecido. Tres periódicos asuncenos de la época (El Diario, El Liberal y La Nación) reportaron sobre los “Sucesos de Pinasco”.

El Diario basaba su informe casi exclusivamente en las declaraciones de Eusebio Ayala, quien había viajado a Pinasco después de la matanza. “Los sucesos de Puerto Pinasco” (El Diario, Asunción, 25 de julio de 1927). Es en esta entrevista con Ayala en la que aparece una fecha exacta (15 de julio): “Los obreros no habían pedido ninguna modificación en las condiciones de trabajo, hasta después de descubrirse el complot. El mismo día de los sucesos, o sea el viernes 15, el administrador, Sr. Scott, recibió una hoja sin firma escrita con visible prisa pidiendo la jornada de ocho horas y otras mejoras”. Por otro lado, Ayala miente cuando dice al inicio de la entrevista: “En Pinasco no hubo huelga”. ¿Quizás tuvo algún motivo de ‘cambiar’ la fecha de la huelga?

Por otro lado, en “Los sucesos de Pinasco” (La Nación, 21 de julio de 1927), se dice lo siguiente: “El gobierno está en el deber de investigar la verdad de los hechos ocurridos. En Puerto Pinasco se ha producido hace unos días una huelga”. Aun cuando es impreciso, “hace unos días” se aproxima más al 15 de julio que al 4 de julio.

Es probable que la fecha del 4 de julio se basa en los informes de la diplomacia francesa de la época (Perrot a Briand) citados en el excelente trabajo de Milda Rivarola “Obreros, utopías y revoluciones”.

Hasta ahora no existe una fuente definitiva sobre la fecha de la huelga y matanza de Puerto Pinasco. Esto refleja tanto la lejanía del lugar en esa época, pero también sigo teniendo la fuerte sospecha que la magnitud del mismo fue encubierta por razones políticas. Si tuviera que apostar, diría que fue el 15 de julio.

¿De qué manera un episodio de la magnitud y gravedad como la matanza de Puerto Pinasco pudo quedar en el olvido?  

 –Entre los factores figuran el obvio interés por parte de las autoridades de la época de tapar lo ocurrido así como la lucha entre socialistas y anarquistas para el control del movimiento sindical en panales. Para 1927 el liderazgo nacional del movimiento obrero quedó firmemente bajo el control de socialistas, quienes se oponían al liderazgo de la huelga en Pinasco, de tendencia mayormente anarquista. Las escasas referencias a la huelga de 1927 en el segundo tomo de las memorias de Francisco Gaona, fuente principal de la historia sindical paraguaya, son muy llamativas. Asimismo, a pesar de que cubre el periodo, el informe –de fuerte contenido antianarquista– presentado por Rufino Recalde Milesi a la Internacional Sindical Roja en Moscú, en el año 1930, no dice nada de Puerto Pinasco. 

A esto hay que añadir la tradición básicamente oral del pueblo rural de entonces, cuyo idioma fue en un casi cien por ciento el guaraní. Pero aun así, llama poderosamente la atención que la llegada de aproximadamente 500 personas (entre huelguistas y familiares expulsados) en el puerto de Asunción a los pocos días de la tragedia no despertó eco alguno en la prensa local. A mi parecer, el hecho de que los periodistas de la época no hayan buscado testimonios “de primera mano” al entrevistar a los recién llegados nos habla a montones acerca de la enorme brecha social entre la intelectualidad asuncena y el pueblo en ese entonces.

Existe poca información acerca del génesis de la protesta de 1927, aunque probablemente fue liderada por los hacheros, los más explotados del personal, a quienes se les pagaba por destajo, a través de terceros, y con mucha demora. Los huelguistas marcharon al puerto, donde consiguieron la solidaridad de los obreros de la fábrica y del puerto. Sus demandas fueron la apertura del puerto, atención médica a sus familiares y un aumento salarial. Al ser negados sus reclamos, como medida de protesta ocuparon la usina y la comisaría, amenazando con incendiar los depósitos. 

La respuesta de la gerencia fue contundente. El comisario local, que en la práctica actuaba como funcionario de la empresa, mandó apresar a los líderes de la “comisión directiva” de la huelga. Pero al serle imposible realizarlo, la empresa envió un mensaje por código Morse pidiendo auxilio del cuartel de Concepción, que envió un pelotón de 30 a 35 soldados quienes, en su intento de desocupar el puerto, ametrallaron a los huelguistas.

También hay una clara explicación política de autocensura por parte de la prensa asuncena, que lo destapa una carta con fecha 20 de julio de 1927 del Cónsul Francés en Asunción, Monsieur G. Perrot, dirigida al Ministerio de Relaciones Exteriores en París sobre lo acontecido en Puerto Pinasco. La misiva destaca el hecho de que la prensa haya seguido las instrucciones del gobierno de no hacer ruido sobre el tema y haber demostrado un ejemplo de disciplina periodística.

Antes de la matanza se refiere a otras grandes huelgas realizadas bajo la inspiración de las corrientes obreristas de entonces. ¿Sabe de otros dirigentes, además del obrero Esteban Cardozo y el argentino Benigno Castaño, que hayan participado de la huelga?

De hecho, hubo una creciente militancia de los sindicatos a partir de la segunda década del siglo veinte. El caso más emblemático fue el de los obreros marítimos, cuyo sindicato –la Liga de Obreros Marítimos del Paraguay (LOMP)– fue, sin duda, el más organizado y más fuerte. Como parte de ese auge, una serie de grandes huelgas ya habían sacudido antes a Pinasco –en 1913  y en 1922/23–, cuando hasta se fugó el Comisario Wagner y se instaló en su reemplazo una guarnición militar a cargo de un Mayor Barboza. Todas estas luchas apuntaban a la introducción de derechos laborales básicos tal como las ocho horas diarias (en vez de las doce horas que fue la norma en la fábrica). 

Como nos recuerda Milda Rivarola, el segundo quinquenio de la década de 1920 también fueron años de creciente “contestación al orden liberal” y no es de sorprender que, a pesar de su lejanía, estos nuevos vientos hayan soplado también en Puerto Pinasco. No hay que olvidar que el plantel de personal de IPC –en el puerto, la fábrica, ferrocarril y los hacheros contratados en los obrajes– era del orden de 3.000 personas, de lejos el  mayor empleador en todo el país y se estima que la población total de Puerto Pinasco rondaba los 14.000 habitantes.



Imagen de los vales de la despensa de la IPC.

–A parte de las reivindicaciones relacionadas con los salarios y las jornadas de trabajo, en su artículo menciona que uno de los motivos de la rebelión fue el sistema de “vales”.

–Además de la lucha por las ocho horas de trabajo, una reivindicación constante fue la apertura del puerto y el libre ingreso de vendedores de productos básicos para competir con el monopolio ejercido por la despensa de la empresa, que explotaba al personal mediante el sistema de compra con “vales”. Pero en su afán de mejorar sus condiciones, los obreros tropezaban con la férrea negación de IPC, durante décadas, de reconocer un sindicato. 

La IPC solía contratar a “cowboys” norteamericanos, en muchos casos con antecedentes criminales en su país de origen, tal como relata el testimonio de C. W. Thurlow Craig, aventurero inglés y exempleado de la empresa en Puerto Pinasco. Es muy probable que el comportamiento de los gerentes y subgerentes extranjeros hacia el personal local fuera fuertemente influenciado por el racismo y sentido de superioridad anglosajón, propio de la época. Esta cultura empresarial de capitalismo salvaje habría inculcado una actitud intransigente respecto a las demandas laborales. 

–Qué rol cumplieron Eusebio Ayala, funcionario de IPC, y Eligio Ayala, entonces presidente de la República.


–Dos aclaraciones. Primero, que los dos Ayala (ambos liberales, ndr) no fueron parientes, tal como se suele decir. Segundo, Eusebio Ayala –presidente de la República entre noviembre de 1921 a abril de 1923, además de ser rector de la Universidad Nacional –en el momento de la tragedia en julio de 1927 siguió ocupando  al mismo tiempo el cargo de vicepresidente de IPC y el de director regional en Asunción. De hecho, esa misma noche él viajó en seguida a Pinasco y sus declaraciones al regresar formaban la base de la escasa memoria colectiva de lo que pasó. Pero la veracidad de sus declaraciones a la prensa es muy cuestionable. Ayala hablaba de un duro enfrentamiento, pero no menciona en absoluto la existencia de muertos. Además dice una barbaridad, o sea que “no fue una huelga sino un atentado anarquista frustrado” y vuelca toda la culpa a un “grupo de exaltados liderado por un individuo de nombre Benigno Castaño, desertor del Ejército argentino”.


El presidente Eligio Ayala logró ocultar los pormenores de la matanza con mucho éxito.

En fin, es entendible que destacados liberales de la época hayan tratado –con mucho éxito– de encubrir la matanza de Puerto Pinasco. No es difícil imaginar que un arreglo privado entre Eusebio y Eligio –respectivamente el principal director local de la empresa y el jefe de Estado– explique el porqué nunca hubo una investigación oficial acerca de la  matanza, el porqué ningún policía fue arrestado por la matanza y el porqué el mismo IPC nunca recibió ni una amonestación por lo ocurrido.
  
La relación con el caso de Marina Cue en 2012 en cuanto al comportamiento del Estado es muy llamativa. En esencia sigue siendo un Estado esclerótico, cuyo elitismo se esconde detrás de una canalla de pomposos “magos”, expertos en abstracciones de “derecho constitucional” que dan la espalda a las apremiantes necesidades de un pueblo huérfano de acceso a la justicia.

–¿Qué datos se tienen sobre Mr. J. H. Scott,  gerente de la empresa durante la matanza? 

–Del gerente Scott, de nacionalidad canadiense, se sabe poco. Después de la matanza, el conflicto laboral en Pinasco seguía siendo tirante. En una posible represalia, el 1 de diciembre de 1929, Dr. MacDonald, un médico inglés recién llegado para trabajar  en la empresa, murió en una emboscada en compañía de Scott, en las afueras del puerto cuando inspeccionaban un obraje. Se supone que la bala, tirada por desconocidos desde un bosque, fue dirigido a Scott. Aun así Scott se quedó por muchos años más en Pinasco, dejando el puesto y despidiéndose de Pinasco finalmente el 26 de julio de 1939.

–En su texto habla de un gran mitin contra la matanza realizado el 19 de julio de ese año en el que intervinieron Hérib Campos Cervera y Obdulio Barthe. ¿Hay transcripciones de esos discursos? 
 
–Lastimosamente creo que no hay transcripciones de sus discursos.

–¿Aún existe la International Products Corporation (IPC)?

–La empresa International Products Corporation, que en su momento tenía su sede en 120 Broadway en pleno Manhattan, Nueva York, y una oficina de tres pisos en Calle Palma 211, ya no existe más. En 1920 había comprado un frigorífico del Farquhar Syndicate en San Antonio, cerca de Asunción, y pronto llegó a ser, con la empresa Liebigs, uno de los principales exportadores de carne en conserva. También adquirió enormes extensiones de tierra en Paraguay, pasando de 200.000 hectáreas en 1935 a 620.825 en 1946. 

Después de la caída del precio internacional de tanino en 1955, IPC vendió los activos en Pinasco en 1965. La venta fue dudosa y el comprador, INVICTA, pronto se fue a la bancarrota, causando mucha protesta en Pinasco en plena dictadura de Alfredo Stroessner. En 1966 la empresa transnacional, Ogden Corporation, compró la IPC. Para 1975 siguió siendo uno de los latifundios más grandes del país, con 607.000 hectáreas, de las cuales los dos tercios se mantenían sin uso. A  raíz de la baja repentina en la demanda internacional de carne en conserva, la planta de San Antonio dejó de producir y se vendió en 1979. Como consecuencia de la falta total de políticas públicas de desarrollo territorial, la población de Puerto Pinasco cayó  vertiginosamente de 14.000 en la década de 1920 a 2.148 en 1972, 519 en 1982, recuperándose levemente hasta llegar a los 3.313 en 1992 y 3.328 en 2002.



El hotel construido por la IPC hacia la década del veinte en la ciudad de San Antonio (departamento Central), ubicado frente al frigorífico que fue operado por la misma empresa. Al lado del edificio central existían chalets donde se alojaban los obreros que provenían de zonas distantes para trabajar en la matadería y hasta contaba con una sala de cine, según el relato de una pobladora de la zona. Actualmente se encuentra abandonado y derruido.
 
¿Qué hay respecto a ese libro inubicable que menciona, “Sangre Proletaria: la Masacre de Puerto Pinasco”, de Enrique Volta Gaona, quien fuera hombre duro de la dictadura stronista?

–El título aparece en la entretapa de la segunda edición (1957) de un libro escrito por Volta Gaona, llamado 23 de Octubre, bajo una lista de “obras en preparación”. Varios intentos de ubicarlo han sido infructuosos y llegué a la conclusión de que no existe semejante obra, sino que más bien se trató de un “proyecto” no cumplido de Volta Gaona. De paso, Luis Verón nos recuerda que Enrique Volta Gaona, inspirador del sindicalismo amarillo, Organización Republicana Obrera (ORO), y “asesor legal” de la Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT) después de la huelga general de 1958, fue nada menos que primo hermano de José Asunción Flores.


ANEXO

  • Transcripción de una publicación de la época sobre los sucesos de Pinasco incluida en el texto de Andrew Nickson
Los sucesos de Puerto Pinasco
El Diario (Asunción) 25 Julio 1927
Uno de los directores de la compañía suministra a ‘El Diario’ informes completos acerca de lo ocurrido en aquel puerto.
Hemos tenido oportunidad de hablar sobre los sucesos de Pinasco con uno de los Directores de la Cia., el Doctor Eusebio Ayala, quien se había trasladado a Pinasco tan luego como recibió noticias de lo ocurrido habiendo, sin embargo, llegado cuando todo había terminado.

Dice el Dr. Ayala:

En Pinasco no hubo huelga. Un individuo, de nombre Benigno Castaño, desertor del Ejército Argentino, hace algún tiempo llegó a Concepción. Se empleó en casa de Antonioli, de donde poco después fue echado y denunciado a la justicia por robo. Trató de organizar el Partido Anarquista en la Ciudad del Norte, pero tuvo un choque con los obreros con motivo de la manifestación patriótica a raíz de la muerte del Tte Rojas Silva. Castaño trató de persuadir a los obreros, diciéndolos que los obreros no debían tener patria. No pudiendo medrar en Concepción, se trasladó a Pinasco, donde inició una Sociedad Secreta, con el objetivo aparente de sindicarse y con el objetivo real de hacer propaganda anarquista. Unos pocos exaltados entraron en su plan.

La administración tuvo noticias de lo que se fraguaba, y despidió a Castaño y once trabajadores complicados. Este fue el origen de los incidentes.


Un número de más o menos 100 obreros se solidarizó si no con las ideas con la suerte de estos promotores. Castaño y los demás complicados entonces resolvieron llevar a cabo sus planes de destrucción, atacando la fábrica, quemando las pilas de madera, prometiendo el saqueo libre del Almacén, etc., etc.


Uno de los primeros actos debía ser matar al Comisario y desorganizar así la Policía. Felizmente los tiros contra el Comisario no hirieron sino a un sereno. La Policía largó tiros, la mayor parte al aire, a fin de dispersar a los hombres reunidos y, también para ahuyentar a los que prendían fuego a las pilas de madera, resultando algunos heridos leves.


Según todas las informaciones que se pueden recoger de toda clase  de gente en Pinasco, los discursos fueron de corte anarquista. Castaño incitaba a quemar la fábrica,  como una protesta contra la Sociedad capitalista, otros hablaron contra la Patria, contra la bandera tricolor y, un orador dijo que era preferible que el Chaco pasase a manos de Bolivia.


Los obreros no habían pedido ninguna modificación en las condiciones del trabajo, hasta después de descubrirse el complot. El mismo día de los sucesos, o sea el viernes 15, el Administrador, Sr. Scott, recibió una hoja sin firma escrita con visible prisa pidiendo la jornada de ocho horas y otras mejoras.


El Administrador contestó por escrito en el acto en una forma conciliadora, proponiendo someter el asunto al Directorio de la Compañía. Pero los Directores no querían discutir nada. Uno de los contadores de la Compañía, señor Augusto Mendonca, estuvo a hablar con Castaño y compañeros con el propósito de apaciguar los espíritus y tratar de encauzar  en una negociación pacífica la cuestión. El señor Mendonca hubo de ser asesinado por dos de los hombres con sendos puñales y salvó la vida mediante la oportuna intervención de algunos trabajadores.


Como se ve, no fue una huelga sino un atentado anarquista frustrado.


La mayor parte de los trabajadores huyeron a los montes vecinos con sus familias y unos cuantos se presentaron en la Administración a ofrecer sus servicios en defensa de la Cía.

El viernes a la tarde llegó a Pinasco el Sr. Vicente Silveira, Secretario de la Delegación de Concepción con 10 agentes. De acuerdo con él, los Directores del movimiento se prestaron a salir de Pinasco, invitando y amenazando a los demás, a fin de obligarlos a abandonar el puerto con ellos. El Sr. Silveira manifestó a todos los obreros que la Cía ponía a disposición un barco para trasladar a todos los  que quisieran salir hasta Concepción. Haciendo uso del ofrecimiento, se embarcaron los doce Directores y poco más de cien trabajadores con sus familias.

Cuando yo llegué a Concepción, vinieron a verme una delegación de los salidos de Pinansco, pidiéndome hacerlos llegar hasta Asunción, pedido que fue concedido.


El número de individuos que se han plegado, por temor u otro causa, el movimiento, no representa sino el 5% del personal. Todos los demás continúan trabajando sin ninguna queja.


La empresa de Pinasco atiende especialmente  a su personal, y no creo que haya ningún establecimiento en la República en el cual  los obreros tengan un trato mejor.


He conversado con muchos obreros, y la impresión mía y la de cualquiera que habla con ellos sería la misma.


Es muy triste que individuos que no son obreros ni paraguayos, puedan causar daños considerables a una empresa y a los compatriotas que trabajan.


Sería muy deseable una investigación seria a fin de tomar  las  medidas oportunas para impedir el desarrollo de la acción anarquista en nuestro país”.


Fin





Al momento de la matanza, el expresidente Eusebio Ayala se desempeñaba como directivo de la IPC.


  • Transcripción y traducción de Milda Rivarola de un fragmento de la Carta del 20 de julio de 1927 del cónsul francés en Asunción, Monsieur G. Perrot, al Ministerio de Relaciones Exteriores en París.
Actividades bolcheviques en Paraguay
Disturbios de carácter bolchevique, que hubieran podido ser graves, estallaron en Pto Pinasco (…) donde se encuentran las fábricas de extracción de tanino de la importante sociedad americana The International Products Corporation de New York, cuyo presidente local es el Dr. Eusebio Ayala, ex presidente de la República, hermano de Bordenave y uno de nuestros más fieles amigos aquí.

Esos disturbios habrían sido fomentados por agitadores bolcheviques expulsados del Brasil a la Argentina, y de allí a Paraguay. Esos agitadores, entre los cuales había muchos alemanes,  estarían en número de 8, y habrían encontrado, según se aseguró, si no apoyo al menos cierta complacencia entre rusos emigrados aquí, que sin embargo se vanaglorian de ser “blancos”.


(…) En fin, parece que según lo que yo pude constatar, los rusos blancos o monárquicos no manifiestan sino una aversión bastante relativa a los rusos bolcheviques que no son judíos, reservando su repulsión para estos últimos.


Las autoridades paraguayas han actuado con rigor. Ante las amenazas de incendiar todo, fábricas y depósitos, hechas por los huelguistas de Pto Pinasco, la tropa respondió a tiros de salva que hicieron numerosos  heridos, algunos de los cuales estarían en peligro de muerte.  Se anuncia oficialmente que el trabajo fue retomado en Pto Pinasco y que el Dr. Eusebio Ayala, luego de haber arreglado las cosas en el sitio, estaría ya de retorno en Asunción.


Doscientos huelguistas o agitadores han sido expulsados. Los extranjeros han sido echados sea a la Argentina, sea al Brasil.

Es de notar que la prensa paraguaya parece haber escuchado las indicaciones del gobierno de no hacer mucho ruido sobre estos hechos. Hay allí un ejemplo de disciplina periodística que es nueva en el Paraguay. En fin, debo hacer saber que los americanos del norte siguen con atención constante las actuaciones de agentes bolcheviques en este país.