miércoles, 6 de agosto de 2025

Los olvidados de Hiroshima

Al cumplirse 80 años del ataque nuclear a la ciudad de Hiroshima, ocurrido el 6 de agosto de 1945, quiero hablar de un célebre reportaje del escritor japonés Kenzaburo Oé. “Cuadernos de Hiroshima” es una conmovedora crónica que visibiliza a quienes él llama los olvidados de Hiroshima, los hibakusha, los sobrevivientes del bombardeo atómico.

 


Destacado integrante de un grupo de escritores notables marcados por el suicidio, Oé, quien se calificaba a sí mismo como un profesional de la expresión del dolor humano, encontró en los sobrevivientes del bombardeo atómico a la ciudad de Hiroshima un ejemplo de dignidad, pues se negaron a sucumbir al subterfugio de la autoeliminación a pesar de ser víctimas de un dolor y horror hasta entonces inéditos.

En agosto de 1963, un joven y prometedor escritor de 28 años viajó por primera vez a Hiroshima para cubrir la Novena Conferencia Mundial contra las Armas Nucleares y de Hidrógeno, que estaba empantanada por las pugnas políticas al interior del movimiento de izquierda con el telón de fondo de las rivalidades entre China y la Unión Soviética. Así, lo que en principio fue concebido como un reportaje periodístico terminó mutando en un “tratado de humanismo de alcance universal”, como bien señala un comentario sobre esta obra que, más allá de su elevada calidad estética, es sobre todas las cosas un desesperado alegato a favor de la vida.

El entonces joven autor confesó que la clave para salir del abismo –tanto el de su vida como el de su cobertura periodística a raíz de la crisis al interior de la conferencia, que incluso estuvo a punto de ser suspendida– fue el carácter de las personas que había conocido en Hiroshima. (En su novela “Una cuestión personal” [1964] cuenta su propia historia de progenitor en crisis que se lanza a una maratónica jornada de autodestrucción hundido por la incertidumbre sobre qué hacer con el ser “discapacitado” y monstruoso que acababa de nacer. Sin embargo, el escritor logró reconciliarse con sus circunstancias y, contra todos los pronósticos, su hijo autista Hikari sobrevivió para destacarse tiempo después por sus brillantes aptitudes para la música, una afición que se le despertó escuchando el canto de los pájaros).

 


 

 

“Me impresionó profundamente la forma de vida tan humana de la gente de allí, su pensamiento. El contacto con ellos me infundió el valor y el ánimo necesarios para sobrellevar el dolor que sentía cada vez que intentaba arrancarme de cuajo aquella raíz malsana, aquella semilla de neurosis que me sumía en la depresión al pensar en mi propio hijo encerrado en una incubadora. Traté de utilizar Hiroshima y a las personas con esa naturaleza humana tan particular que viven allí para limar las durezas de mi corazón”, escribe en un texto preliminar fechado en abril de 1965.

Esta experiencia resulta tan fundamental para Oé que luego se convertiría en un ferviente activista por la paz y contra la energía nuclear hasta sus últimos días, siendo una de las caras más visibles de las protestas antinucleares tras el terremoto y posterior tsunami que provocó el desastre de la central de Fukushima en 2011. Además, criticó sin reservas el uso “disuasivo” de las armas nucleares, es decir como supuesto instrumento de mantenimiento de la paz, y se opuso frontalmente al proyecto de reforma constitucional del ex primer ministro japonés Shinzo Abe. También fue un feroz crítico del Japón imperial de la época de la guerra y denunció las desapariciones forzosas cometidas por el régimen.

DOLOR SILENCIOSO

Decepcionado por el rumbo que iba tomando la conferencia y profundamente conmovido por la esperanza que cifraban las víctimas en el movimiento contra la proliferación de las armas nucleares, Oé enfocó su atención rápidamente en aquellos que padecían silenciosamente y en el olvido el síndrome de Hiroshima. Es decir, los efectos tóxicos de la exposición a la radiación, las enfermedades cancerígenas, las cicatrices queloides que condenaban a jóvenes mujeres a una vida recluida en soledad y al desmoronamiento físico y moral, así como los médicos que los atendieron, quienes en muchos casos padecieron los mismos males y realizaron su trabajo con valentía y entrega en medio del desconocimiento y la improvisación. Como bien puede preverse, el método terapéutico forzosamente se basó “en el atroz método de prueba y error”, según las palabras de Oé.

A pesar de la precariedad de medios y la censura impuesta por las fuerzas de ocupación norteamericanas, que en el otoño de 1945 declararon que “todas las personas que podían morir a causa de los efectos radiactivos de la bomba atómica ya han muerto”, los médicos que trataron a esos pacientes sentaron las bases de la ciencia médica en el tratamiento de enfermedades causadas por la exposición a la radiactividad. 

 


 

LECCIÓN

Decir escritores japoneses notables y suicidio es casi la misma cosa. Sin embargo, como el único exponente del parnaso de la novelística japonesa de posguerra que no acabó con su propia vida, sino que murió por “causas naturales”, Oé sostuvo hasta el final la enseñanza profesada por los hibakusha. Como él mismo lo afirmó en su momento, los “Cuadernos de Hiroshima” son producto de un hecho que cambió para siempre su vida y su obra: la lección de dignidad de los condenados a la enfermedad y la desfiguración que, a pesar de sus indecibles padecimientos, no sucumbieron a la tentación del suicidio, una actitud que el autor atribuye al sentido de pertenencia y a la compañía que se brindaban mutuamente las víctimas.

“Cuando estoy en contacto con el corazón de otras personas, siento que me transmiten el valor necesario para seguir viviendo todo el tiempo que me sea posible”, testimonia uno de los sobrevivientes.

Pero en Hiroshima no todo fue dolor y sufrimiento. Oé nos ofrece además un retrato igual de heroico de las personas que pudieron seguir su vida normalmente a pesar de haber estado expuestas o ser descendientes de víctimas de la explosión.

“En Hiroshima encontré gente que no se rendía a la peor de las desesperaciones o a una locura intratable”, destaca Oé en uno de los pasajes de su obra.

Sin embargo, tampoco faltan los episodios desesperados como el de la joven que se quitó la vida luego de la muerte de su esposo, quien a los cuatro años de edad estuvo expuesto a la bomba y falleció de leucemia 20 años después.

ABSURDO

Como fiel heredero de la tradición existencialista francesa, el cronista no se guarda expresar un amargo sentimiento de vacuidad y de sin sentido ante los acontecimientos.

“Lo que sucedió en Hiroshima fue una masacre absurda y horrenda; pudo ser el presagio del fin real de un mundo en el que la raza humana, según la conocemos hoy, será sustituida por seres con la sangre y las células tan arruinadas que ya no se les podrá llamar humanos”.

En una suerte de raro mesianismo humanista, ese sentido de dignidad de las personas de Hiroshima estaba motivado en gran medida por una pretendida misión que asumieron de ser muestras vivientes (o agonizantes) de los horrores de la bomba atómica a fin de que esta tragedia humana no vuelva a ocurrir.

De hecho, en el Cenotafio Memorial por las Víctimas de la Bomba Atómica está grabada la siguiente inscripción: “Descansad en paz, pues el error jamás se repetirá”.

No obstante, en el actual contexto de conflictos interpotencias que se disputan el dominio del mundo, cabría preguntarse con justificado escepticismo si es que en verdad la humanidad será capaz de honrar esa promesa.

lunes, 21 de julio de 2025

Guerra del Chaco: ¿Paraguay perdió o ganó la pulseada diplomática?

El 21 de julio de 1938, luego de arduas negociaciones y no pocos fracasos, Paraguay y Bolivia firmaban el Tratado de Paz, Amistad y Límites que ponía fin a la larga controversia por la posesión del Chaco Boreal. En esta entrevista, el historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros brinda mayores detalles sobre el desenlace diplomático de la contienda.


Integrantes de la delegación paraguaya durante la firma del tratado. Entre otros, el canciller Cecilio Báez, el general José F. Estigarribia, presidente de la delegación paraguaya, y el delegado Luis A. Riart

Fotos: Gentileza

En el sentido común de la generalidad de los paraguayos ha que­dado impregnada la idea de que la guerra fue ganada en el campo bélico, pero que las negociaciones diplomáticas terminaron siendo desfavora­bles a nuestro país. ¿Verdad o mito? Sca­vone Yegros ofrece algunas claves para entender la reso­lución final del diferendo en el contexto de la correlación de fuerzas, el derecho interna­cional y la presión de los paí­ses mediadores.

¿Cómo se llega al Tratado de Paz, Amistad y Límites entre las repúblicas de Boli­via y el Paraguay?

–El tratado de 1938, que puso término a la larga controver­sia paraguayo-boliviana por la definición de los límites terri­toriales en el Chaco Boreal, se concretó en el marco de una Conferencia de Paz espe­cialmente constituida por el Protocolo del 12 de junio de 1935. Como es bien sabido y se recuerda todos los años en nuestro país, por dicho proto­colo se acordó el cese de hos­tilidades en el Chaco, pero no se resolvió la cuestión de fondo, es decir, la controver­sia de límites. A efectos de solucionar esa controversia y, en general, los diferendos existentes entre el Paraguay y Bolivia, se estableció una Conferencia de Paz, integrada por representantes de los dos países en conflicto y de los seis países que mediaron para el cese de hostilidades, que fue­ron Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, Perú y Uru­guay. La Conferencia de Paz, que funcionó en Buenos Aires entre 1935 y 1938, supervisó el cese de hostilidades, orga­nizó y acompañó la desmovi­lización de las fuerzas com­batientes y la devolución de los prisioneros de guerra y, finalmente, obtuvo que los exbeligerantes aceptaran los términos del Tratado de Paz firmado en julio de 1938.

 

El diplomático e historiador Ricardo Scavone Yegros

El diplomático e historiador Ricardo Scavone Yegros

PRINCIPALES CLÁUSULAS

¿Cuáles son algunas de las principales cláusulas esta­blecidas en el tratado?

–En primer término, resta­blecía la paz entre el Para­guay y Bolivia, y disponía que los límites serían determina­dos mediante un arbitraje de equidad, no de derecho (es decir, más que lo probado o demostrado conforme a las reglas jurídicas se apelaba a una solución justa o equita­tiva) por los jefes de Estado de los países mediadores en la zona comprendida entre la línea de la última propuesta formulada por la Conferen­cia de Paz y la línea de la con­trapropuesta presentada por el Paraguay. Sin embargo, el tratado ya contenía las defini­ciones principales, pues preci­saba que en el norte el límite debía partir del meridiano del Fortín 27 de Noviembre (actual Gabino Mendoza), en el Pilcomayo debía ubicarse entre Pozo Hondo y D’Or­bigny, y en el este, excluir el litoral sobre el río Paraguay al sur de la desembocadura del río Otuquis o Negro. En tér­minos más sencillos, se dejaba en claro en el tratado que Boli­via renunciaba a su antigua aspiración de un puerto al sur de la Bahía Negra y el Para­guay accedía a alejar la fron­tera de la zona petrolífera boliviana. Como una suerte de compensación, se garan­tizó el más amplio libre trán­sito por territorio paraguayo, especialmente por la zona de Puerto Casado, de las merca­derías que llegasen con des­tino a Bolivia y de los produc­tos procedentes de Bolivia, y que este país pudiese insta­lar allí agencias aduaneras y construir depósitos y alma­cenes en condiciones que se determinarían.

¿En qué cedió y en qué ganó el Paraguay con este tratado?

–El Paraguay dio un carácter de estatuto territorial provi­sional a la demarcación de las posiciones militares ocupadas por los dos países al cese de las hostilidades y consideró que sobre esa base debería negociarse el arreglo defini­tivo. Tal demarcación, tam­bién denominada línea de hitos, mantenía bajo posesión paraguaya el camino que iba de Villamontes a Boyuibe y Santa Cruz de la Sierra, for­mando una cuña amenazante hacia la zona petrolífera boli­viana. Los países mediado­res no compartían la inter­pretación del Paraguay, pero ella era bastante firme, tanto por lo previsto en el Proto­colo de junio de 1935 como en el acta de enero de 1936, que resolvió la cuestión de la devolución de los prisioneros de guerra. En ese contexto, la solución se alcanzó final­mente cuando Bolivia, para asegurar la zona petrolífera, se resignó a no insistir en su pretensión de contar con un puerto sobre el río Paraguay al sur de la desembocadura del Otuquis, siempre que se corriese hacia el este el límite occidental, con compensacio­nes en el norte. Como para el Paraguay era clave la intangi­bilidad del río Paraguay hasta Bahía Negra, o sea, que Boli­via no dispusiera de un puerto apropiado desde el cual prepa­rase una eventual revancha o reanudación de la guerra. Así se dieron las condiciones para el entendimiento que se for­malizó mediante el tratado de julio de 1938.

Plano adjunto al laudo arbitral que determinó los límites entre Paraguay y Bolivia

Plano adjunto al laudo arbitral que determinó los límites entre Paraguay y Bolivia

ARBITRAJE

¿El arbitraje que definió los límites definitivos fue favorable o desfavorable para nuestro país?

–En realidad, el arbitraje fue solo un procedimiento utili­zado para hacer más aceptable el acuerdo por las opiniones públicas de los exbeligerantes. Los límites, en líneas genera­les, se acordaron previamente por los delegados de Bolivia y el Paraguay en un acta sus­crita el 9 de julio de 1938, que se mantuvo en secreto. A mi criterio y con el mayor res­peto a las opiniones en contra­rio, los críticos paraguayos al Tratado de Paz han dado una importancia desmesurada al acta secreta del 9 de julio, por­que los renunciamientos más relevantes se consagraron en el propio tratado, sin ocul­taciones: Bolivia no tendría puerto al sur de Bahía Negra y el Paraguay se alejaba de sus posiciones avanzadas del occidente, otorgando a Boli­via libre tránsito hasta el río y depósito franco en Puerto Casado. Eso fue público, lo que se reservó fue el trazado que tendría, a partir de tales defi­niciones, la frontera paragua­yo-boliviana dentro de la zona arbitrable.

Persiste el sentimiento entre los paraguayos de que la guerra se ganó en el campo bélico, pero se per­dió en el diplomático. ¿Fue efectivamente así?

–El Paraguay consiguió durante la guerra del Chaco ocupar casi la totalidad del territorio disputado. Llegó a donde nunca había llegado. Esa ocupación se consolidó con el Protocolo de Paz y el acta de enero de 1936. Pero era una ocupación provisio­nal, que tenía un valor rela­tivo. ¿Por qué? Primero, por­que por el Protocolo de 1935 el país se comprometió a resol­ver la controversia de límites por acuerdo directo o, en su defecto, por un arbitraje de derecho. Segundo, porque en el mismo protocolo recono­ció expresamente la decla­ración americana del 3 de agosto de 1932, que determi­naba la invalidez de las con­quistas territoriales obteni­das por la fuerza. En suma, Bolivia y el Paraguay con­servaban intactos sus dere­chos territoriales. La guerra creó una situación de hecho en la que el Paraguay era más fuerte, pero no una situación jurídica definitiva. Si el Para­guay y Bolivia no alcanzaban un entendimiento, la contro­versia se tendría que someter a un arbitraje de derecho, desig­nándose ya como árbitro en el Protocolo de Paz a la Corte Permanente de Justicia Inter­nacional de La Haya. Hasta ese tribunal irían los dos paí­ses con sus antiguos títulos de dominio a obtener una solu­ción en la que poco podrían incidir una vez presentados los alegatos. La diplomacia paraguaya se encontró, pues, en esa encrucijada, que no era para nada teórica.

Rúbricas de los representantes de Paraguay y Bolivia junto con las de los delegados plenipotenciarios de los países mediadores

Rúbricas de los representantes de Paraguay y Bolivia junto con las de los delegados plenipotenciarios de los países mediadores

PAZ ARMADA

¿Qué implicaba esa situa­ción?

–Que era tangible, con­creta. Con base en los infor­mes reservados del delegado peruano Felipe Barreda Laos, pude señalar en un libro publi­cado recientemente que, en junio de 1938, tras largas ges­tiones infructuosas, los dele­gados de los países mediado­res consideraron necesario dar por terminada la etapa de negociación del arreglo directo y pasar a discutir el compromiso arbitral, para lo cual estaban dispuestos a fijar un plazo. En último término, Bolivia pensaba recurrir a la Corte Permanente de Justi­cia Internacional a fin de que esta se avocara al estudio de la controversia en vista del com­promiso asumido en el Proto­colo de Paz de 1935. Por tanto, a la delegación del Paraguay no le quedó mucho margen de maniobra. De mantenerse en su intransigencia sobre la línea de hitos, se hubiese clau­surado la negociación del arreglo directo para pasar a la del compromiso arbitral. Meses más o menos, con su consentimiento o sin él, la cuestión del Chaco caería bajo la jurisdicción de la Corte Per­manente de Justicia Interna­cional y no sería imposible un fallo que, salomónicamente, partiese el Chaco en dos, o que dejase a Bolivia una sección del litoral del río Paraguay al sur de la Bahía Negra. La negativa paraguaya a admi­tir la competencia o las reso­luciones de dicho tribunal podría llevar de nuevo a los dos países a la guerra y, antes de eso, serían cinco, siete, diez años de paz armada. En con­trapartida, la Conferencia de Paz ofreció una fórmula con la que se anulaba la aspiración portuaria boliviana, lo que se estimaba como una garantía para la seguridad paraguaya, y se reconocía al Paraguay la mayor parte de lo que pudo recuperar militarmente durante la guerra del Chaco.

Luego del estableci­miento definitivo de los límites, ¿el Para­guay ganó, perdió o quedó con la misma cantidad de terri­torio que detentaba antes del inicio del conflicto?

–Al utilizar la pala­bra detentaba usted me da pie para des­tacar una diferencia que, a mi entender, es fundamental. El Paraguay aspiraba a que se le reconociese el dominio de todo el Chaco Boreal, pero no detentaba más que una parte de dicho territorio. Durante la guerra, la ocupación se amplió significativamente, sin abar­car tampoco por completo el territorio disputado. Aun­que las fuerzas paraguayas llegaron hasta el ansiado río Parapití, una contraofensiva boliviana las empujó nueva­mente lejos de allí y la línea de hitos quedó distante de dicho accidente geográfico. Entonces, si se mira la ocupa­ción efectiva del territorio en disputa, el avance fue muy grande. Otra cosa es la aspiración o los derechos invo­cados por cada parte. Así como el Paraguay, Bolivia sostenía que le correspon­día todo el Chaco Boreal, hasta la desembocadura del Pilcomayo en el río Paraguay y ese país no solo no llegó al río Paraguay, sino que tuvo que abandonar gran parte de la zona que detentaba al inicio del conflicto.

PROEZA

Usted menciona en un libro que el acuerdo de paz en 1935 fue propiciado por el estancamiento de las acciones bélicas. Es decir, ¿la victoria militar del Paraguay sobre Bolivia debe ser matizada?

–El Paraguay consiguió prác­ticamente expulsar al Ejér­cito boliviano de la región dis­putada. Fue una proeza que parecía imposible al inicio de las hostilidades. No obstante, esta victoria resultaba insu­ficiente para imponer las pre­tensiones paraguayas. Boli­via no estaba vencida, podía resistir y, de hecho, las nego­ciaciones que llevaron al Pro­tocolo de Paz de 1935 fueron bastante difíciles. Continuar la guerra hasta estar en con­diciones de imponer las bases para la paz requería recursos logísticos, financieros y huma­nos con los que el Paraguay ya no contaba, y desplegarlos en un medio desconocido, muy alejado de los centros de abas­tecimiento del país.

Durante las negociacio­nes diplomáticas, el Para­guay vivió dos golpes de Estado. ¿Cómo pudo haber influido esto en el resul­tado final de las negocia­ciones?

–También Bolivia padeció dos golpes de Estado en ese tiempo y uno durante la guerra. Indu­dablemente los hechos que usted menciona debilitaron la capacidad negociadora del Paraguay, no tanto en lo con­cerniente al funcionamiento de la Conferencia de Paz, sino más bien porque los cambios de gobierno debilitaron la uni­dad y la disciplina de las Fuer­zas Armadas, y ahondaron las diferencias políticas internas.

¿Cómo influyó la con­tienda en el escenario polí­tico local posterior?

–La guerra del Chaco pro­vocó, tanto en el Paraguay como en Bolivia, cambios profundos en la organiza­ción del Estado. Tras la gue­rra, se puso término al orden liberal en lo político y eco­nómico, y se buscó dar res­puesta a los problemas socia­les por medio de programas ideológicos distintos, con una fuerte injerencia de los jefes y oficiales que habían com­batido en el Chaco. Creo, en tal sentido, que la decisiva intervención de las institu­ciones armadas en la con­ducción política del país fue la consecuencia más ominosa del conflicto chaqueño, que se extendió durante el resto del siglo XX para­guayo. Digo ominosa, por­que los militares en polí­tica, al contar con la fuerza, representan un factor que, aunque no anule del todo, desbalancea o distorsiona el equilibrio entre los que gobiernan y los que ejer­cen como contralores en la oposición, que es esen­cial para el buen funciona­miento de las instituciones democráticas.


sábado, 8 de febrero de 2025

De cuando el Paraguay le declaró la guerra a la Alemania nazi

Este 8 de febrero se cumplen 80 años de un hecho poco conocido de la historia moderna paraguaya, al menos fuera de los ámbitos especializados: la declaración del estado de guerra efectuado por nuestro país a las potencias del Eje cerca del final de la Segunda Guerra Mundial. Esto le garantizó al Paraguay participar como país beligerante en las deliberaciones que tendrían lugar en el seno del emergente nuevo orden internacional que se construyó tras la gran conflagración, que reconfiguró el mapa geopolítico mundial.

 


 

El historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros, coautor junto con Liliana Brezzo del libro “Historia de las relaciones internacionales del Paraguay” (El Lector, 2010), brinda detalles sobre los alcances políticos y diplomáticos de esta medida adoptada por nuestro país frente al régimen del Tercer Reich, que por entonces ya se precipitaba hacia su final inexorable con la consumación de la victoria militar de las fuerzas aliadas.


¿En qué momento se dio la declaración de guerra del Paraguay a la Alemania nazi?

–El 8 febrero de 1945, poco antes de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno del Paraguay declaró al país en estado de guerra con Alemania y Japón, las denominadas potencias del Eje. De tal manera, aseguró su intervención en las deliberaciones entre los Estados aliados vencedores para el establecimiento de un nuevo orden internacional, que se concretó con la firma de la Carta de las Naciones Unidas.

 

El historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros


¿Qué consecuencias militares y jurídicas implicó la declaración?

–Militares, ninguna; el Paraguay no intervino en las acciones bélicas, aunque sí lo hicieron pilotos paraguayos dentro de las fuerzas brasileñas. Ahora bien, sí se generaron consecuencias en el orden jurídico interno y en la política exterior. Hay que recordar que ya en enero de 1942, tres años antes de la declaración del estado de guerra, el Gobierno paraguayo había resuelto, después del ingreso de los Estados Unidos a la guerra y de acuerdo con lo recomendado por la Reunión de Consulta de Cancilleres americanos efectuada en esos días en Río de Janeiro, la ruptura de las relaciones políticas, comerciales y financieras con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón. En consecuencia, se interrumpieron las relaciones diplomáticas mediante la expedición de pasaportes para que los representantes de los tres países se retirasen del Paraguay y se dispuso el retorno de los agentes diplomáticos y consulares paraguayos acreditados en aquellos países.

Asimismo, se determinó que los nacionales de Alemania, Italia y Japón continuaran gozando de los derechos y garantías consagrados por la Constitución, pero con la prohibición de realizar cualquier actividad que pusiera en peligro la seguridad de la República y la del continente en general. En consecuencia, no podían ejercer los derechos de reunión, de asociación y de libre emisión del pensamiento con fines patrióticos; ni entrar o salir del país sin permiso especial del gobierno. Se prohibió también que comerciaran o utilizaran armas de fuego, explosivos, aparatos radiotransmisores u otros instrumentos de propaganda, espionaje o sabotaje, y que formasen parte de organizaciones controladas por los países de su nacionalidad. Las instituciones culturales, educativas, de beneficencia y socorros mutuos, deportivas o de mero esparcimiento creadas por las colectividades alemanas, italianas y japonesas debían abstenerse de realizar propaganda o cualquier acto en favor de sus respectivas naciones o en contra de sus enemigos; y el Gobierno las intervino de manera permanente, por medio de funcionarios que debían ser remunerados por las mismas colectividades.

Además, se prohibió toda transacción comercial y financiera con las potencias del Eje y los territorios que ocupaban, al igual que las transferencias de fondos de los nacionales o de personas jurídicas dirigidas o controladas por nacionales de esos países residentes en el Paraguay, para lo cual se habilitó la fiscalización de las operaciones comerciales y financieras que efectuasen. Con la declaración del estado de guerra, estas restricciones se endurecieron aún más.

 

En junio de 1943, Higinio Morínigo se convirtió en el primer presidente paraguayo en visitar la Casa Blanca. Aquí junto con el entonces mandatario norteamericano, Franklin Delano Roosevelt


 SOLIDARIDAD CONTINENTAL

¿En la decantación del Paraguay hacia el bando aliado hubo de por medio asistencia financiera norteamericana?

–Hubo dos elementos o factores determinantes. Por una parte, la construcción previa de un sistema de solidaridad continental, que se activó cuando Estados Unidos entró en guerra. En la ruptura de relaciones, el Gobierno paraguayo procedió conforme a los compromisos sobre defensa continental y solidaridad, asistencia recíproca y colaboración defensiva entre los Estados americanos asumidos en la Conferencia de Lima de 1938 y en las posteriores Reuniones de Consulta de Cancilleres de Panamá y La Habana, y siguiendo lo recomendado por la Tercera Reunión de Consulta de Cancilleres, celebrada en Río de Janeiro después de la agresión japonesa a los Estados Unidos.

A su vez, la declaración del estado de guerra se fundamentó en el deseo de “reafirmar la más completa solidaridad y determinación del Paraguay de seguir cooperando en un plano de mayor y recíproca protección de los intereses comunes del continente”. Pero, a más de esto, había reforzado significativamente las relaciones con el Paraguay mediante la concesión de asistencia técnica y financiera. En 1939, concedió tres millones de dólares para la construcción de una carretera de Asunción hacia el este, en dirección a la frontera con el Brasil, y medio millón más para mejorar las reservas del Banco de la República, y se comprometió a enviar misiones técnicas para colaborar en la modernización del sistema financiero y la atención de la salud pública en el Paraguay.

En 1941, acordó transferir a nuestro país armamentos y municiones en el marco de la ley de préstamos y arriendos; y tras la ruptura de relaciones con los países del Eje, a mediados de 1942, aprobó un nuevo paquete de ayuda, destinado a financiar proyectos de obras públicas, agricultura, salud y desarrollo industrial. En diciembre del mismo año se convino el establecimiento en el Paraguay del STICA (Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola), que suministró asistencia técnica, recursos y capacitación para el desarrollo de la producción agraria. Al año siguiente, Estados Unidos comprometió el envío de una Misión Militar Aérea y poco después de otra Misión Militar con instructores para la Escuela Superior de Guerra. Las relaciones culturales y comerciales también se incrementaron significativamente.

“BUEN AMIGO”

¿Cuál es el provecho que sacaba Estados Unidos de este trato?

–Naturalmente, la ayuda estadounidense no era desinteresada. El Paraguay debió comportarse durante la guerra como un “buen amigo”, aplicando las medidas que se estimaban necesarias a efectos de contrarrestar cualquier acción que pudiera ser favorable a los países del Eje. Para ello, el Gobierno paraguayo, ejercido por el general Higinio Morínigo desde 1940, debió afrontar la resistencia de algunos jefes militares que lo respaldaban y que no consideraban apropiado inclinarse completamente hacia Estados Unidos, observando el ejemplo cercano de la Argentina que, a pesar de los compromisos de solidaridad continental, mantuvo su neutralidad durante la conflagración.

Hay que considerar, igualmente, la influencia de los inmigrantes de aquellos países, sobre todo los italianos y los alemanes, en la sociedad paraguaya. Las medidas adoptadas a su respecto no fueron muy suaves. Aparte de la intervención de sus asociaciones y establecimientos educativos, y de la internación o deportación de los considerados peligrosos, los comerciantes de esas nacionalidades sufrieron perjuicios directos al ser incluidos en las listas negras elaboradas por Gran Bretaña y los Estados Unidos.


Decreto-ley 7190, del 8 de febrero de 1945, por el cual el Paraguay se declara en estado de guerra con las potencias del Eje

 

¿Esta ayuda norteamericana implicó como contraprestación que el Paraguay se alinee al país del norte en las votaciones en las Naciones Unidas?

–Concluida la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno paraguayo fue reafirmándose en su posición de rechazo al comunismo internacional, la que quedó completamente definida desde 1947. Cabe recordar que, a pesar de que la Unión Soviética fue uno de los aliados en la lucha contra el Eje, el Paraguay resistió la posibilidad de establecer relaciones diplomáticas con dicho país, lo que se planteó con más fuerza en 1945 en vista de la creación de la Organización de las Naciones Unidas.

En consecuencia, además de la importancia concedida a la asistencia estadounidense, esa definición de política interna y de política exterior, que se mantuvo por largo tiempo, contribuyó a que el país se alineara resueltamente con los Estados Unidos en el marco de la confrontación ideológica, económica y militar sostenida con la Unión Soviética durante la Guerra Fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial, tanto en el ámbito de las Naciones Unidas como en el hemisférico, dentro del Sistema Interamericano.

ASISTENCIA TÉCNICA Y FINANCIERA

¿De qué manera influyó la Guerra Fría durante la continuidad de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y el Paraguay?

–Dentro del orden mundial bipolar, el Paraguay reafirmó durante los sucesivos gobiernos del Partido Colorado y la larga dictadura del general Alfredo Stroessner su alineamiento internacional, desde una posición periférica, con los Estados Unidos, la potencia predominante en el hemisferio americano. Tal alineamiento aseguró al país la continuidad de la asistencia técnica y financiera estadounidense, que fue relevante. En esos años, el Paraguay sostuvo una sólida posición anticomunista y apoyó las iniciativas estadounidenses en los foros globales y regionales.

Las coincidencias con Estados Unidos quedaron manifiestas, por ejemplo, en la actitud del gobierno de Asunción frente a la Revolución Cubana. El Paraguay respaldó con energía las medidas adoptadas contra el régimen cubano por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y estuvo entre los primeros países en concretar la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. Las buenas relaciones paraguayo-estadounidenses comenzaron a deteriorarse a partir de la década del 70. Primero, por las dilaciones y dificultades suscitadas en el proceso para la extradición del francés Auguste Ricord, residente en el Paraguay y reclamado por tráfico de heroína a los Estados Unidos, caso que afectó seriamente la imagen internacional del país y de su gobierno, a los que se vinculó con el tráfico de drogas ilícitas.

En segundo lugar, porque se intensificaron las denuncias de violaciones sistemáticas de los derechos humanos por parte del Gobierno paraguayo formuladas por organismos no gubernamentales y en el propio Congreso de Estados Unidos. En consecuencia, el gobierno de Washington redujo drásticamente la asistencia militar y financiera al Paraguay, y asumió una actitud más crítica contra la dictadura que imperaba en el país.