miércoles, 6 de agosto de 2025

Los olvidados de Hiroshima

Al cumplirse 80 años del ataque nuclear a la ciudad de Hiroshima, ocurrido el 6 de agosto de 1945, quiero hablar de un célebre reportaje del escritor japonés Kenzaburo Oé. “Cuadernos de Hiroshima” es una conmovedora crónica que visibiliza a quienes él llama los olvidados de Hiroshima, los hibakusha, los sobrevivientes del bombardeo atómico.

 


Destacado integrante de un grupo de escritores notables marcados por el suicidio, Oé, quien se calificaba a sí mismo como un profesional de la expresión del dolor humano, encontró en los sobrevivientes del bombardeo atómico a la ciudad de Hiroshima un ejemplo de dignidad, pues se negaron a sucumbir al subterfugio de la autoeliminación a pesar de ser víctimas de un dolor y horror hasta entonces inéditos.

En agosto de 1963, un joven y prometedor escritor de 28 años viajó por primera vez a Hiroshima para cubrir la Novena Conferencia Mundial contra las Armas Nucleares y de Hidrógeno, que estaba empantanada por las pugnas políticas al interior del movimiento de izquierda con el telón de fondo de las rivalidades entre China y la Unión Soviética. Así, lo que en principio fue concebido como un reportaje periodístico terminó mutando en un “tratado de humanismo de alcance universal”, como bien señala un comentario sobre esta obra que, más allá de su elevada calidad estética, es sobre todas las cosas un desesperado alegato a favor de la vida.

El entonces joven autor confesó que la clave para salir del abismo –tanto el de su vida como el de su cobertura periodística a raíz de la crisis al interior de la conferencia, que incluso estuvo a punto de ser suspendida– fue el carácter de las personas que había conocido en Hiroshima. (En su novela “Una cuestión personal” [1964] cuenta su propia historia de progenitor en crisis que se lanza a una maratónica jornada de autodestrucción hundido por la incertidumbre sobre qué hacer con el ser “discapacitado” y monstruoso que acababa de nacer. Sin embargo, el escritor logró reconciliarse con sus circunstancias y, contra todos los pronósticos, su hijo autista Hikari sobrevivió para destacarse tiempo después por sus brillantes aptitudes para la música, una afición que se le despertó escuchando el canto de los pájaros).

 


 

 

“Me impresionó profundamente la forma de vida tan humana de la gente de allí, su pensamiento. El contacto con ellos me infundió el valor y el ánimo necesarios para sobrellevar el dolor que sentía cada vez que intentaba arrancarme de cuajo aquella raíz malsana, aquella semilla de neurosis que me sumía en la depresión al pensar en mi propio hijo encerrado en una incubadora. Traté de utilizar Hiroshima y a las personas con esa naturaleza humana tan particular que viven allí para limar las durezas de mi corazón”, escribe en un texto preliminar fechado en abril de 1965.

Esta experiencia resulta tan fundamental para Oé que luego se convertiría en un ferviente activista por la paz y contra la energía nuclear hasta sus últimos días, siendo una de las caras más visibles de las protestas antinucleares tras el terremoto y posterior tsunami que provocó el desastre de la central de Fukushima en 2011. Además, criticó sin reservas el uso “disuasivo” de las armas nucleares, es decir como supuesto instrumento de mantenimiento de la paz, y se opuso frontalmente al proyecto de reforma constitucional del ex primer ministro japonés Shinzo Abe. También fue un feroz crítico del Japón imperial de la época de la guerra y denunció las desapariciones forzosas cometidas por el régimen.

DOLOR SILENCIOSO

Decepcionado por el rumbo que iba tomando la conferencia y profundamente conmovido por la esperanza que cifraban las víctimas en el movimiento contra la proliferación de las armas nucleares, Oé enfocó su atención rápidamente en aquellos que padecían silenciosamente y en el olvido el síndrome de Hiroshima. Es decir, los efectos tóxicos de la exposición a la radiación, las enfermedades cancerígenas, las cicatrices queloides que condenaban a jóvenes mujeres a una vida recluida en soledad y al desmoronamiento físico y moral, así como los médicos que los atendieron, quienes en muchos casos padecieron los mismos males y realizaron su trabajo con valentía y entrega en medio del desconocimiento y la improvisación. Como bien puede preverse, el método terapéutico forzosamente se basó “en el atroz método de prueba y error”, según las palabras de Oé.

A pesar de la precariedad de medios y la censura impuesta por las fuerzas de ocupación norteamericanas, que en el otoño de 1945 declararon que “todas las personas que podían morir a causa de los efectos radiactivos de la bomba atómica ya han muerto”, los médicos que trataron a esos pacientes sentaron las bases de la ciencia médica en el tratamiento de enfermedades causadas por la exposición a la radiactividad. 

 


 

LECCIÓN

Decir escritores japoneses notables y suicidio es casi la misma cosa. Sin embargo, como el único exponente del parnaso de la novelística japonesa de posguerra que no acabó con su propia vida, sino que murió por “causas naturales”, Oé sostuvo hasta el final la enseñanza profesada por los hibakusha. Como él mismo lo afirmó en su momento, los “Cuadernos de Hiroshima” son producto de un hecho que cambió para siempre su vida y su obra: la lección de dignidad de los condenados a la enfermedad y la desfiguración que, a pesar de sus indecibles padecimientos, no sucumbieron a la tentación del suicidio, una actitud que el autor atribuye al sentido de pertenencia y a la compañía que se brindaban mutuamente las víctimas.

“Cuando estoy en contacto con el corazón de otras personas, siento que me transmiten el valor necesario para seguir viviendo todo el tiempo que me sea posible”, testimonia uno de los sobrevivientes.

Pero en Hiroshima no todo fue dolor y sufrimiento. Oé nos ofrece además un retrato igual de heroico de las personas que pudieron seguir su vida normalmente a pesar de haber estado expuestas o ser descendientes de víctimas de la explosión.

“En Hiroshima encontré gente que no se rendía a la peor de las desesperaciones o a una locura intratable”, destaca Oé en uno de los pasajes de su obra.

Sin embargo, tampoco faltan los episodios desesperados como el de la joven que se quitó la vida luego de la muerte de su esposo, quien a los cuatro años de edad estuvo expuesto a la bomba y falleció de leucemia 20 años después.

ABSURDO

Como fiel heredero de la tradición existencialista francesa, el cronista no se guarda expresar un amargo sentimiento de vacuidad y de sin sentido ante los acontecimientos.

“Lo que sucedió en Hiroshima fue una masacre absurda y horrenda; pudo ser el presagio del fin real de un mundo en el que la raza humana, según la conocemos hoy, será sustituida por seres con la sangre y las células tan arruinadas que ya no se les podrá llamar humanos”.

En una suerte de raro mesianismo humanista, ese sentido de dignidad de las personas de Hiroshima estaba motivado en gran medida por una pretendida misión que asumieron de ser muestras vivientes (o agonizantes) de los horrores de la bomba atómica a fin de que esta tragedia humana no vuelva a ocurrir.

De hecho, en el Cenotafio Memorial por las Víctimas de la Bomba Atómica está grabada la siguiente inscripción: “Descansad en paz, pues el error jamás se repetirá”.

No obstante, en el actual contexto de conflictos interpotencias que se disputan el dominio del mundo, cabría preguntarse con justificado escepticismo si es que en verdad la humanidad será capaz de honrar esa promesa.

lunes, 21 de julio de 2025

Guerra del Chaco: ¿Paraguay perdió o ganó la pulseada diplomática?

El 21 de julio de 1938, luego de arduas negociaciones y no pocos fracasos, Paraguay y Bolivia firmaban el Tratado de Paz, Amistad y Límites que ponía fin a la larga controversia por la posesión del Chaco Boreal. En esta entrevista, el historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros brinda mayores detalles sobre el desenlace diplomático de la contienda.


Integrantes de la delegación paraguaya durante la firma del tratado. Entre otros, el canciller Cecilio Báez, el general José F. Estigarribia, presidente de la delegación paraguaya, y el delegado Luis A. Riart

Fotos: Gentileza

En el sentido común de la generalidad de los paraguayos ha que­dado impregnada la idea de que la guerra fue ganada en el campo bélico, pero que las negociaciones diplomáticas terminaron siendo desfavora­bles a nuestro país. ¿Verdad o mito? Sca­vone Yegros ofrece algunas claves para entender la reso­lución final del diferendo en el contexto de la correlación de fuerzas, el derecho interna­cional y la presión de los paí­ses mediadores.

¿Cómo se llega al Tratado de Paz, Amistad y Límites entre las repúblicas de Boli­via y el Paraguay?

–El tratado de 1938, que puso término a la larga controver­sia paraguayo-boliviana por la definición de los límites terri­toriales en el Chaco Boreal, se concretó en el marco de una Conferencia de Paz espe­cialmente constituida por el Protocolo del 12 de junio de 1935. Como es bien sabido y se recuerda todos los años en nuestro país, por dicho proto­colo se acordó el cese de hos­tilidades en el Chaco, pero no se resolvió la cuestión de fondo, es decir, la controver­sia de límites. A efectos de solucionar esa controversia y, en general, los diferendos existentes entre el Paraguay y Bolivia, se estableció una Conferencia de Paz, integrada por representantes de los dos países en conflicto y de los seis países que mediaron para el cese de hostilidades, que fue­ron Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, Perú y Uru­guay. La Conferencia de Paz, que funcionó en Buenos Aires entre 1935 y 1938, supervisó el cese de hostilidades, orga­nizó y acompañó la desmovi­lización de las fuerzas com­batientes y la devolución de los prisioneros de guerra y, finalmente, obtuvo que los exbeligerantes aceptaran los términos del Tratado de Paz firmado en julio de 1938.

 

El diplomático e historiador Ricardo Scavone Yegros

El diplomático e historiador Ricardo Scavone Yegros

PRINCIPALES CLÁUSULAS

¿Cuáles son algunas de las principales cláusulas esta­blecidas en el tratado?

–En primer término, resta­blecía la paz entre el Para­guay y Bolivia, y disponía que los límites serían determina­dos mediante un arbitraje de equidad, no de derecho (es decir, más que lo probado o demostrado conforme a las reglas jurídicas se apelaba a una solución justa o equita­tiva) por los jefes de Estado de los países mediadores en la zona comprendida entre la línea de la última propuesta formulada por la Conferen­cia de Paz y la línea de la con­trapropuesta presentada por el Paraguay. Sin embargo, el tratado ya contenía las defini­ciones principales, pues preci­saba que en el norte el límite debía partir del meridiano del Fortín 27 de Noviembre (actual Gabino Mendoza), en el Pilcomayo debía ubicarse entre Pozo Hondo y D’Or­bigny, y en el este, excluir el litoral sobre el río Paraguay al sur de la desembocadura del río Otuquis o Negro. En tér­minos más sencillos, se dejaba en claro en el tratado que Boli­via renunciaba a su antigua aspiración de un puerto al sur de la Bahía Negra y el Para­guay accedía a alejar la fron­tera de la zona petrolífera boliviana. Como una suerte de compensación, se garan­tizó el más amplio libre trán­sito por territorio paraguayo, especialmente por la zona de Puerto Casado, de las merca­derías que llegasen con des­tino a Bolivia y de los produc­tos procedentes de Bolivia, y que este país pudiese insta­lar allí agencias aduaneras y construir depósitos y alma­cenes en condiciones que se determinarían.

¿En qué cedió y en qué ganó el Paraguay con este tratado?

–El Paraguay dio un carácter de estatuto territorial provi­sional a la demarcación de las posiciones militares ocupadas por los dos países al cese de las hostilidades y consideró que sobre esa base debería negociarse el arreglo defini­tivo. Tal demarcación, tam­bién denominada línea de hitos, mantenía bajo posesión paraguaya el camino que iba de Villamontes a Boyuibe y Santa Cruz de la Sierra, for­mando una cuña amenazante hacia la zona petrolífera boli­viana. Los países mediado­res no compartían la inter­pretación del Paraguay, pero ella era bastante firme, tanto por lo previsto en el Proto­colo de junio de 1935 como en el acta de enero de 1936, que resolvió la cuestión de la devolución de los prisioneros de guerra. En ese contexto, la solución se alcanzó final­mente cuando Bolivia, para asegurar la zona petrolífera, se resignó a no insistir en su pretensión de contar con un puerto sobre el río Paraguay al sur de la desembocadura del Otuquis, siempre que se corriese hacia el este el límite occidental, con compensacio­nes en el norte. Como para el Paraguay era clave la intangi­bilidad del río Paraguay hasta Bahía Negra, o sea, que Boli­via no dispusiera de un puerto apropiado desde el cual prepa­rase una eventual revancha o reanudación de la guerra. Así se dieron las condiciones para el entendimiento que se for­malizó mediante el tratado de julio de 1938.

Plano adjunto al laudo arbitral que determinó los límites entre Paraguay y Bolivia

Plano adjunto al laudo arbitral que determinó los límites entre Paraguay y Bolivia

ARBITRAJE

¿El arbitraje que definió los límites definitivos fue favorable o desfavorable para nuestro país?

–En realidad, el arbitraje fue solo un procedimiento utili­zado para hacer más aceptable el acuerdo por las opiniones públicas de los exbeligerantes. Los límites, en líneas genera­les, se acordaron previamente por los delegados de Bolivia y el Paraguay en un acta sus­crita el 9 de julio de 1938, que se mantuvo en secreto. A mi criterio y con el mayor res­peto a las opiniones en contra­rio, los críticos paraguayos al Tratado de Paz han dado una importancia desmesurada al acta secreta del 9 de julio, por­que los renunciamientos más relevantes se consagraron en el propio tratado, sin ocul­taciones: Bolivia no tendría puerto al sur de Bahía Negra y el Paraguay se alejaba de sus posiciones avanzadas del occidente, otorgando a Boli­via libre tránsito hasta el río y depósito franco en Puerto Casado. Eso fue público, lo que se reservó fue el trazado que tendría, a partir de tales defi­niciones, la frontera paragua­yo-boliviana dentro de la zona arbitrable.

Persiste el sentimiento entre los paraguayos de que la guerra se ganó en el campo bélico, pero se per­dió en el diplomático. ¿Fue efectivamente así?

–El Paraguay consiguió durante la guerra del Chaco ocupar casi la totalidad del territorio disputado. Llegó a donde nunca había llegado. Esa ocupación se consolidó con el Protocolo de Paz y el acta de enero de 1936. Pero era una ocupación provisio­nal, que tenía un valor rela­tivo. ¿Por qué? Primero, por­que por el Protocolo de 1935 el país se comprometió a resol­ver la controversia de límites por acuerdo directo o, en su defecto, por un arbitraje de derecho. Segundo, porque en el mismo protocolo recono­ció expresamente la decla­ración americana del 3 de agosto de 1932, que determi­naba la invalidez de las con­quistas territoriales obteni­das por la fuerza. En suma, Bolivia y el Paraguay con­servaban intactos sus dere­chos territoriales. La guerra creó una situación de hecho en la que el Paraguay era más fuerte, pero no una situación jurídica definitiva. Si el Para­guay y Bolivia no alcanzaban un entendimiento, la contro­versia se tendría que someter a un arbitraje de derecho, desig­nándose ya como árbitro en el Protocolo de Paz a la Corte Permanente de Justicia Inter­nacional de La Haya. Hasta ese tribunal irían los dos paí­ses con sus antiguos títulos de dominio a obtener una solu­ción en la que poco podrían incidir una vez presentados los alegatos. La diplomacia paraguaya se encontró, pues, en esa encrucijada, que no era para nada teórica.

Rúbricas de los representantes de Paraguay y Bolivia junto con las de los delegados plenipotenciarios de los países mediadores

Rúbricas de los representantes de Paraguay y Bolivia junto con las de los delegados plenipotenciarios de los países mediadores

PAZ ARMADA

¿Qué implicaba esa situa­ción?

–Que era tangible, con­creta. Con base en los infor­mes reservados del delegado peruano Felipe Barreda Laos, pude señalar en un libro publi­cado recientemente que, en junio de 1938, tras largas ges­tiones infructuosas, los dele­gados de los países mediado­res consideraron necesario dar por terminada la etapa de negociación del arreglo directo y pasar a discutir el compromiso arbitral, para lo cual estaban dispuestos a fijar un plazo. En último término, Bolivia pensaba recurrir a la Corte Permanente de Justi­cia Internacional a fin de que esta se avocara al estudio de la controversia en vista del com­promiso asumido en el Proto­colo de Paz de 1935. Por tanto, a la delegación del Paraguay no le quedó mucho margen de maniobra. De mantenerse en su intransigencia sobre la línea de hitos, se hubiese clau­surado la negociación del arreglo directo para pasar a la del compromiso arbitral. Meses más o menos, con su consentimiento o sin él, la cuestión del Chaco caería bajo la jurisdicción de la Corte Per­manente de Justicia Interna­cional y no sería imposible un fallo que, salomónicamente, partiese el Chaco en dos, o que dejase a Bolivia una sección del litoral del río Paraguay al sur de la Bahía Negra. La negativa paraguaya a admi­tir la competencia o las reso­luciones de dicho tribunal podría llevar de nuevo a los dos países a la guerra y, antes de eso, serían cinco, siete, diez años de paz armada. En con­trapartida, la Conferencia de Paz ofreció una fórmula con la que se anulaba la aspiración portuaria boliviana, lo que se estimaba como una garantía para la seguridad paraguaya, y se reconocía al Paraguay la mayor parte de lo que pudo recuperar militarmente durante la guerra del Chaco.

Luego del estableci­miento definitivo de los límites, ¿el Para­guay ganó, perdió o quedó con la misma cantidad de terri­torio que detentaba antes del inicio del conflicto?

–Al utilizar la pala­bra detentaba usted me da pie para des­tacar una diferencia que, a mi entender, es fundamental. El Paraguay aspiraba a que se le reconociese el dominio de todo el Chaco Boreal, pero no detentaba más que una parte de dicho territorio. Durante la guerra, la ocupación se amplió significativamente, sin abar­car tampoco por completo el territorio disputado. Aun­que las fuerzas paraguayas llegaron hasta el ansiado río Parapití, una contraofensiva boliviana las empujó nueva­mente lejos de allí y la línea de hitos quedó distante de dicho accidente geográfico. Entonces, si se mira la ocupa­ción efectiva del territorio en disputa, el avance fue muy grande. Otra cosa es la aspiración o los derechos invo­cados por cada parte. Así como el Paraguay, Bolivia sostenía que le correspon­día todo el Chaco Boreal, hasta la desembocadura del Pilcomayo en el río Paraguay y ese país no solo no llegó al río Paraguay, sino que tuvo que abandonar gran parte de la zona que detentaba al inicio del conflicto.

PROEZA

Usted menciona en un libro que el acuerdo de paz en 1935 fue propiciado por el estancamiento de las acciones bélicas. Es decir, ¿la victoria militar del Paraguay sobre Bolivia debe ser matizada?

–El Paraguay consiguió prác­ticamente expulsar al Ejér­cito boliviano de la región dis­putada. Fue una proeza que parecía imposible al inicio de las hostilidades. No obstante, esta victoria resultaba insu­ficiente para imponer las pre­tensiones paraguayas. Boli­via no estaba vencida, podía resistir y, de hecho, las nego­ciaciones que llevaron al Pro­tocolo de Paz de 1935 fueron bastante difíciles. Continuar la guerra hasta estar en con­diciones de imponer las bases para la paz requería recursos logísticos, financieros y huma­nos con los que el Paraguay ya no contaba, y desplegarlos en un medio desconocido, muy alejado de los centros de abas­tecimiento del país.

Durante las negociacio­nes diplomáticas, el Para­guay vivió dos golpes de Estado. ¿Cómo pudo haber influido esto en el resul­tado final de las negocia­ciones?

–También Bolivia padeció dos golpes de Estado en ese tiempo y uno durante la guerra. Indu­dablemente los hechos que usted menciona debilitaron la capacidad negociadora del Paraguay, no tanto en lo con­cerniente al funcionamiento de la Conferencia de Paz, sino más bien porque los cambios de gobierno debilitaron la uni­dad y la disciplina de las Fuer­zas Armadas, y ahondaron las diferencias políticas internas.

¿Cómo influyó la con­tienda en el escenario polí­tico local posterior?

–La guerra del Chaco pro­vocó, tanto en el Paraguay como en Bolivia, cambios profundos en la organiza­ción del Estado. Tras la gue­rra, se puso término al orden liberal en lo político y eco­nómico, y se buscó dar res­puesta a los problemas socia­les por medio de programas ideológicos distintos, con una fuerte injerencia de los jefes y oficiales que habían com­batido en el Chaco. Creo, en tal sentido, que la decisiva intervención de las institu­ciones armadas en la con­ducción política del país fue la consecuencia más ominosa del conflicto chaqueño, que se extendió durante el resto del siglo XX para­guayo. Digo ominosa, por­que los militares en polí­tica, al contar con la fuerza, representan un factor que, aunque no anule del todo, desbalancea o distorsiona el equilibrio entre los que gobiernan y los que ejer­cen como contralores en la oposición, que es esen­cial para el buen funciona­miento de las instituciones democráticas.


sábado, 8 de febrero de 2025

De cuando el Paraguay le declaró la guerra a la Alemania nazi

Este 8 de febrero se cumplen 80 años de un hecho poco conocido de la historia moderna paraguaya, al menos fuera de los ámbitos especializados: la declaración del estado de guerra efectuado por nuestro país a las potencias del Eje cerca del final de la Segunda Guerra Mundial. Esto le garantizó al Paraguay participar como país beligerante en las deliberaciones que tendrían lugar en el seno del emergente nuevo orden internacional que se construyó tras la gran conflagración, que reconfiguró el mapa geopolítico mundial.

 


 

El historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros, coautor junto con Liliana Brezzo del libro “Historia de las relaciones internacionales del Paraguay” (El Lector, 2010), brinda detalles sobre los alcances políticos y diplomáticos de esta medida adoptada por nuestro país frente al régimen del Tercer Reich, que por entonces ya se precipitaba hacia su final inexorable con la consumación de la victoria militar de las fuerzas aliadas.


¿En qué momento se dio la declaración de guerra del Paraguay a la Alemania nazi?

–El 8 febrero de 1945, poco antes de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno del Paraguay declaró al país en estado de guerra con Alemania y Japón, las denominadas potencias del Eje. De tal manera, aseguró su intervención en las deliberaciones entre los Estados aliados vencedores para el establecimiento de un nuevo orden internacional, que se concretó con la firma de la Carta de las Naciones Unidas.

 

El historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros


¿Qué consecuencias militares y jurídicas implicó la declaración?

–Militares, ninguna; el Paraguay no intervino en las acciones bélicas, aunque sí lo hicieron pilotos paraguayos dentro de las fuerzas brasileñas. Ahora bien, sí se generaron consecuencias en el orden jurídico interno y en la política exterior. Hay que recordar que ya en enero de 1942, tres años antes de la declaración del estado de guerra, el Gobierno paraguayo había resuelto, después del ingreso de los Estados Unidos a la guerra y de acuerdo con lo recomendado por la Reunión de Consulta de Cancilleres americanos efectuada en esos días en Río de Janeiro, la ruptura de las relaciones políticas, comerciales y financieras con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón. En consecuencia, se interrumpieron las relaciones diplomáticas mediante la expedición de pasaportes para que los representantes de los tres países se retirasen del Paraguay y se dispuso el retorno de los agentes diplomáticos y consulares paraguayos acreditados en aquellos países.

Asimismo, se determinó que los nacionales de Alemania, Italia y Japón continuaran gozando de los derechos y garantías consagrados por la Constitución, pero con la prohibición de realizar cualquier actividad que pusiera en peligro la seguridad de la República y la del continente en general. En consecuencia, no podían ejercer los derechos de reunión, de asociación y de libre emisión del pensamiento con fines patrióticos; ni entrar o salir del país sin permiso especial del gobierno. Se prohibió también que comerciaran o utilizaran armas de fuego, explosivos, aparatos radiotransmisores u otros instrumentos de propaganda, espionaje o sabotaje, y que formasen parte de organizaciones controladas por los países de su nacionalidad. Las instituciones culturales, educativas, de beneficencia y socorros mutuos, deportivas o de mero esparcimiento creadas por las colectividades alemanas, italianas y japonesas debían abstenerse de realizar propaganda o cualquier acto en favor de sus respectivas naciones o en contra de sus enemigos; y el Gobierno las intervino de manera permanente, por medio de funcionarios que debían ser remunerados por las mismas colectividades.

Además, se prohibió toda transacción comercial y financiera con las potencias del Eje y los territorios que ocupaban, al igual que las transferencias de fondos de los nacionales o de personas jurídicas dirigidas o controladas por nacionales de esos países residentes en el Paraguay, para lo cual se habilitó la fiscalización de las operaciones comerciales y financieras que efectuasen. Con la declaración del estado de guerra, estas restricciones se endurecieron aún más.

 

En junio de 1943, Higinio Morínigo se convirtió en el primer presidente paraguayo en visitar la Casa Blanca. Aquí junto con el entonces mandatario norteamericano, Franklin Delano Roosevelt


 SOLIDARIDAD CONTINENTAL

¿En la decantación del Paraguay hacia el bando aliado hubo de por medio asistencia financiera norteamericana?

–Hubo dos elementos o factores determinantes. Por una parte, la construcción previa de un sistema de solidaridad continental, que se activó cuando Estados Unidos entró en guerra. En la ruptura de relaciones, el Gobierno paraguayo procedió conforme a los compromisos sobre defensa continental y solidaridad, asistencia recíproca y colaboración defensiva entre los Estados americanos asumidos en la Conferencia de Lima de 1938 y en las posteriores Reuniones de Consulta de Cancilleres de Panamá y La Habana, y siguiendo lo recomendado por la Tercera Reunión de Consulta de Cancilleres, celebrada en Río de Janeiro después de la agresión japonesa a los Estados Unidos.

A su vez, la declaración del estado de guerra se fundamentó en el deseo de “reafirmar la más completa solidaridad y determinación del Paraguay de seguir cooperando en un plano de mayor y recíproca protección de los intereses comunes del continente”. Pero, a más de esto, había reforzado significativamente las relaciones con el Paraguay mediante la concesión de asistencia técnica y financiera. En 1939, concedió tres millones de dólares para la construcción de una carretera de Asunción hacia el este, en dirección a la frontera con el Brasil, y medio millón más para mejorar las reservas del Banco de la República, y se comprometió a enviar misiones técnicas para colaborar en la modernización del sistema financiero y la atención de la salud pública en el Paraguay.

En 1941, acordó transferir a nuestro país armamentos y municiones en el marco de la ley de préstamos y arriendos; y tras la ruptura de relaciones con los países del Eje, a mediados de 1942, aprobó un nuevo paquete de ayuda, destinado a financiar proyectos de obras públicas, agricultura, salud y desarrollo industrial. En diciembre del mismo año se convino el establecimiento en el Paraguay del STICA (Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola), que suministró asistencia técnica, recursos y capacitación para el desarrollo de la producción agraria. Al año siguiente, Estados Unidos comprometió el envío de una Misión Militar Aérea y poco después de otra Misión Militar con instructores para la Escuela Superior de Guerra. Las relaciones culturales y comerciales también se incrementaron significativamente.

“BUEN AMIGO”

¿Cuál es el provecho que sacaba Estados Unidos de este trato?

–Naturalmente, la ayuda estadounidense no era desinteresada. El Paraguay debió comportarse durante la guerra como un “buen amigo”, aplicando las medidas que se estimaban necesarias a efectos de contrarrestar cualquier acción que pudiera ser favorable a los países del Eje. Para ello, el Gobierno paraguayo, ejercido por el general Higinio Morínigo desde 1940, debió afrontar la resistencia de algunos jefes militares que lo respaldaban y que no consideraban apropiado inclinarse completamente hacia Estados Unidos, observando el ejemplo cercano de la Argentina que, a pesar de los compromisos de solidaridad continental, mantuvo su neutralidad durante la conflagración.

Hay que considerar, igualmente, la influencia de los inmigrantes de aquellos países, sobre todo los italianos y los alemanes, en la sociedad paraguaya. Las medidas adoptadas a su respecto no fueron muy suaves. Aparte de la intervención de sus asociaciones y establecimientos educativos, y de la internación o deportación de los considerados peligrosos, los comerciantes de esas nacionalidades sufrieron perjuicios directos al ser incluidos en las listas negras elaboradas por Gran Bretaña y los Estados Unidos.


Decreto-ley 7190, del 8 de febrero de 1945, por el cual el Paraguay se declara en estado de guerra con las potencias del Eje

 

¿Esta ayuda norteamericana implicó como contraprestación que el Paraguay se alinee al país del norte en las votaciones en las Naciones Unidas?

–Concluida la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno paraguayo fue reafirmándose en su posición de rechazo al comunismo internacional, la que quedó completamente definida desde 1947. Cabe recordar que, a pesar de que la Unión Soviética fue uno de los aliados en la lucha contra el Eje, el Paraguay resistió la posibilidad de establecer relaciones diplomáticas con dicho país, lo que se planteó con más fuerza en 1945 en vista de la creación de la Organización de las Naciones Unidas.

En consecuencia, además de la importancia concedida a la asistencia estadounidense, esa definición de política interna y de política exterior, que se mantuvo por largo tiempo, contribuyó a que el país se alineara resueltamente con los Estados Unidos en el marco de la confrontación ideológica, económica y militar sostenida con la Unión Soviética durante la Guerra Fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial, tanto en el ámbito de las Naciones Unidas como en el hemisférico, dentro del Sistema Interamericano.

ASISTENCIA TÉCNICA Y FINANCIERA

¿De qué manera influyó la Guerra Fría durante la continuidad de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y el Paraguay?

–Dentro del orden mundial bipolar, el Paraguay reafirmó durante los sucesivos gobiernos del Partido Colorado y la larga dictadura del general Alfredo Stroessner su alineamiento internacional, desde una posición periférica, con los Estados Unidos, la potencia predominante en el hemisferio americano. Tal alineamiento aseguró al país la continuidad de la asistencia técnica y financiera estadounidense, que fue relevante. En esos años, el Paraguay sostuvo una sólida posición anticomunista y apoyó las iniciativas estadounidenses en los foros globales y regionales.

Las coincidencias con Estados Unidos quedaron manifiestas, por ejemplo, en la actitud del gobierno de Asunción frente a la Revolución Cubana. El Paraguay respaldó con energía las medidas adoptadas contra el régimen cubano por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y estuvo entre los primeros países en concretar la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. Las buenas relaciones paraguayo-estadounidenses comenzaron a deteriorarse a partir de la década del 70. Primero, por las dilaciones y dificultades suscitadas en el proceso para la extradición del francés Auguste Ricord, residente en el Paraguay y reclamado por tráfico de heroína a los Estados Unidos, caso que afectó seriamente la imagen internacional del país y de su gobierno, a los que se vinculó con el tráfico de drogas ilícitas.

En segundo lugar, porque se intensificaron las denuncias de violaciones sistemáticas de los derechos humanos por parte del Gobierno paraguayo formuladas por organismos no gubernamentales y en el propio Congreso de Estados Unidos. En consecuencia, el gobierno de Washington redujo drásticamente la asistencia militar y financiera al Paraguay, y asumió una actitud más crítica contra la dictadura que imperaba en el país.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

De cuando la Independencia paraguaya era celebrada el 25 de diciembre

En este artículo rescatamos algunas crónicas de la época de los López, reflexiones y datos aportados por varios historiadores respecto a una festividad patria que ha caído en desuso y prácticamente en el olvido: la jura solemne de la Independencia realizada el 25 de diciembre de 1842, que por entonces era el día en el que en nuestro país se celebraba la emancipación.


La vieja iglesia de La Encarnación


La independencia paraguaya fue un proceso que fue gestándose progresivamente desde antes de la revolución del 14 y 15 mayo de 1811, se afianzó con la consagración de la República el 12 de octubre de 1813, se declaró formalmente el 25 de noviembre de 1842 y superó el último escollo el 17 de julio de 1852 con el reconocimiento de parte de la Confederación Argentina.

Entre los múltiples actos y hechos que hicieron parte de su consolidación como hecho consumado y formalmente aceptado, una festividad que ha caído prácticamente en el olvido es la de la jura solemne, que fue realizada el 25 de diciembre de 1842 y que según algunos registros históricos era la fecha en la que se conmemoraba el Día de la Independencia en la época de los López.

Ahora bien, vayamos en primer lugar a los antecedentes. El historiador Julio César Chaves refiere en su clásica obra “Compendio de historia paraguaya” que en octubre de 1842 llegó a nuestra capital Jorge Robert Gordon, enviado confidencial de la reina de Inglaterra. Por el carácter no oficial de su misión, el emisario no fue bien recibido en nuestro país, por lo que los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso le fijaron un plazo perentorio para abandonar el territorio nacional.

En una de las conversaciones, Gordon refirió que el gobernante argentino Juan Manuel de Rosas le había manifestado que “el Paraguay deseaba incorporarse a la Confederación”. Ante esta situación y “al no existir un documento oficial que declarase en forma solemne la voluntad nacional de salvaguardar la soberanía de la República”, según afirma la historiadora Margarita Durán Estragó, además de la falta de notificación de este hecho a los Gobiernos extranjeros, el 24 de octubre de 1842 los cónsules convocaron un congreso extraordinario compuesto por 400 diputados con el fin de “renovar y ratificar de modo solemne la declaración de la independencia”, de acuerdo al texto de Chaves.

A pesar de que el Paraguay era una república independiente desde el 12 de octubre de 1813, hasta entonces solo el Brasil había reconocido este estatus y la Confederación Argentina se mantenía en su propósito de integrar a nuestro país a esa unión de provincias.

CONGRESO

El Congreso convocado por los cónsules se reunió el 25 de noviembre de 1842 en el templo de La Encarnación y resolvió, entre otras medidas como la ratificación de los símbolos nacionales, la promulgación de un estatuto de administración de justicia y la ley de libertad de vientres, redactar el acta de independencia y jurarla de manera solemne. Este último acto se llevó a cabo el 25 de diciembre de aquel año de 1842.

Según el historiador Herib Caballero Campos, la decisión de hacer coincidir este acto con una importante liturgia cristiana habría obedecido a que los habitantes del campo llegaban a la ciudad para participar de la misa, así como para vincular el nacimiento del mesías de los cristianos con el nacimiento y consolidación de la independencia.

El juramento consistía en la siguiente fórmula: “...¿Juráis ante Dios reconocer y sostener la integridad, libertad é independencia de nuestra República? R. Sí juro – Si así lo hiciereis Dios os ayude, y si no, él y la República os lo demanden”.

Así también, ese mismo día se difundió la letra del primer himno nacional, cuya primera estrofa rezaba: “Viva nuestra independencia / Nuestra patria gloriosa / Siempre soberana /Siempre sea majestuosa”.

FIESTA CÍVICA

En un artículo titulado “Fiestas patrias del 25 de diciembre son prohibidas”, el historiador norteamericano Richard Alan White empieza refiriendo que, “por muy asombroso que pueda parecer hoy”, la fecha en que se celebraba la Independencia en el Paraguay era el día de la jura, pero esto cambió luego de la asunción al poder del Gobierno legionario impuesto por las fuerzas de ocupación brasileñas luego de la guerra contra la Triple Alianza.

En el informe de los cónsules al Congreso emitido en fecha 12 de marzo de 1844, Carlos Antonio López hizo mención a los festejos del primer aniversario de la jura, que tuvo lugar en medio de “una fiesta cívica de primer orden”.

“Era justo consagrar un monumento eterno a nuestra gloriosa independencia y se ha declarado fiesta cívica de primer orden el 25 de diciembre. Su primer aniversario solemne tuvo lugar en el año pasado y la República lo ha celebrado con extraordinario entusiasmo”, refiere el informe.

COHESIÓN SOCIAL

Esta jura solemne, además de subsanar la falta de una declaración y comunicación oficial de la independencia, tuvo el objetivo de generar cohesión social y una conciencia patriótica en el pueblo en un contexto en el que sobre nuestra independencia pendía la amenaza externa de la voluntad anexionista de Buenos Aires.

Luego de citar crónicas de la época que describen las celebraciones que eran realizadas a propósito de la fecha, White escribe que “las fiestas cívicas patrias del día de la jura convirtieron el 25 de diciembre en el ‘gran día de la patria’ para festejar tradicionalmente la Independencia paraguaya. En las fiestas navideñas de hace ciento cincuenta años, el pueblo paraguayo estaba celebrando las más grandes ‘demostraciones de júbilo y contento público’ del día de la jura que tuvieran lugar en la época de los López”.

El Semanario, 26 de diciembre de 1857

En efecto, una publicación del órgano oficial El Semanario del 26 de diciembre de 1857, titulada “25 de diciembre”, hace referencia al carácter patriótico del festejo realizado en esa fecha.

“La educación popular viene á demostrar el grado de desarrollo que cobra este primer elemento de civilización, que el generoso empeño del patriotismo viene prohijando y estendiendo. En estos dos hechos, que ocupan un lugar culminante entre las manifestaciones del entusiasmo con que se saluda el gran día de la patria, se resume el cuadro de la civilización del país. Vedla allí en sus dos carácteres moral y material. Ved ahí á la nación en cuerpo y alma. La paz y la felicidad de la República consultadas por el cumplimiento de los deseos del verdadero patriotismo, son los votos que hacemos de asociarnos al entusiasmo, con que el pueblo paraguayo saluda el aniversario de su independencia”, señala un extracto.

En el número del 9 de enero de 1864, tras el periodo de luto por la muerte de Carlos Antonio López en 1862 y las lluvias que obligaron la suspensión de varios actos programados en 1863, El Semanario publica la siguiente reflexión sobre la efeméride.

“Todas las naciones cultas del orbe político consagran un día a las aniversarias festividades de su libertad;… nada es más justo, laudable y obligatorio al pueblo paraguayo, que en reconocimiento al Ser Supremo que crió al hombre libre é independiente.... le consagre el augusto y venturoso día 25 de Diciembre, en que también se recuerda el día en que saliendo del silencio y letargo en que hacía incierto en su porvenir, alzó la voz y declarándose libre, proclamó ahora mas de diez lustros, y despues en 1842 juró su entera independencia, bajo la acertada administracion del Gefe Supremo de la nación que con prudencia y energía, ha sabido elevar nuestra Patria al rango que ocupa hoy entre las naciones cultas”.


“Fiestas cívicas”, El Semanario, 1 de diciembre de 1860


LA POSGUERRA

Al asumir en 1869 el Gobierno provisorio integrado por Cirilo Antonio Rivarola, José Díaz de Bedoya y Carlos Loizaga, su primer decreto fue declarar a Francisco Solano López fuera de la ley. Posteriormente, en 1870 se promulgó una Constitución de inspiración liberal, que “representó una reacción contra el sistema político imperante desde 1811 e implantó uno de corte democrático-liberal (…). Sus redactores estaban decididos a extirpar todo vestigio de lo que calificaron (de) ‘viejo Estado socialista despótico’ y a introducir el liberalismo y las instituciones democráticas”, escribe la historiadora Liliana M. Brezzo.

En este contexto, no resulta extraña la abolición de celebraciones o fechas alusivas a logros conquistados en la época de José Gaspar Rodríguez de Francia y de los López.

“Era de suma importancia suprimir la institución del 25 de diciembre, que unía al pueblo con la República fundada por Francia, el Paraguay desarrollado por los López. El día de la jura y las fiestas cívicas, establecidas por don Carlos para ‘consagrar un monumento eterno a nuestra gloriosa independencia’, ya no se podía tolerar. Así murió la gran tradición patriótica del día de la jura de defender la independencia. El 25 de diciembre de cada año a lo largo de la época de los López servía para renovar la fe en sentirse ciudadano de esa altiva nación paraguaya”, concluye White.


“Fiestas”. El Semanario, 9 de enero de 1864


miércoles, 23 de octubre de 2024

Los sucesos del 23 de octubre de 1931

A consecuencia de la matanza de estudiantes durante una manifestación realizada frente al Palacio de Gobierno el viernes 23 de octubre de 1931 en reclamo de la defensa del Chaco, el entonces presidente José P. Guggiari fue sometido a un juicio político. Al cumplirse el aniversario número 93 recordamos algunos pormenores de aquellos hechos.

 


 Las pretensiones bolivianas sobre el Chaco Boreal fueron conocidas por el Paraguay en 1852 cuando, con motivo del reconocimiento de la independencia de nuestro país de parte de la Confederación Argentina, se firmó un tratado de límites entre estas dos últimas naciones. El representante boliviano en Buenos Aires protestó argumentando que su país no fue tenido en cuenta en unas negociaciones que, según sus alegaciones, afectaban los derechos de su país a la margen occidental del río Paraguay entre los grados veinte y veintidós de latitud meridional.
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Desde entonces se fueron sucediendo escaramuzas y graves incidentes que ya presagiaban que el estallido de la conflagración podía ser postergada, mas no evitada. En el ambiente prebélico del año 1928 se realizaron las elecciones en las que el Partido Liberal postuló a la dupla José P. Guggiari-Emiliano González Navero para la Presidencia de la República, en tanto que el Partido Colorado pugnó en los comicios con la fórmula Eduardo Fleytas-Eduardo López Moreira.

Esta fue la primera vez que la titularidad del Ejecutivo fue dirimida a través del sufragio con la participación de dos candidatos, por lo que Guggiari es considerado el primer presidente electo democráticamente en el Paraguay.

AUGURIOS

Guggiari asumió el cargo el 15 de agosto de 1928 y poco tiempo después ya se presentaron los primeros percances que presagiaban los difíciles obstáculos que debería sortear su administración. En diciembre de ese año, casi estalló la guerra con Bolivia por el episodio del fortín Vanguardia y a nivel interno tuvo que enfrentarse a una creciente contestación de la militancia obrero-sindical, que cuestionaba cada vez más la “eficacia del liberalismo para viabilizar las transformaciones que demandaba el país”, indica el historiador Ricardo Scavone Yegros en un artículo titulado “Guerra internacional y confrontaciones políticas (1920-1954)”.

De esta manera, se fue acentuando la distancia entre la clase dirigente y los trabajadores, entre los cuales aumentó la influencia de socialistas y comunistas, así como entre los estudiantes.

POLARIZACIÓN

Junto con las ideologías de izquierda, también se radicalizaban las de derecha, que se encontraban en pleno apogeo en Europa y que una década más tarde precipitarían la Segunda Guerra Mundial. A más de ello, el crack del 29 generó una crisis y recesión mundiales que disminuyeron la cantidad y el valor de nuestras exportaciones. Para enfrentar este escenario de recesión mundial, Argentina adoptó una política proteccionista, por lo que, dada la fuerte dependencia del intercambio comercial con este país, la economía paraguaya sufrió un aumento del desempleo y el déficit fiscal.

“Los partidos y los grupos políticos intensificaron los ataques contra la administración de Guggiari a través de la prensa y en el Congreso. Además de los reclamos puntuales, se agitó una cuestión que unificó a todos, como fue la defensa del Chaco. La oposición acusó a los gobernantes de no preparar al país ante la amenaza boliviana, de permitir el avance boliviano en el territorio disputado y de actuar con debilidad en las negociaciones diplomáticas. Los excesos determinaron la adopción de medidas represivas. Entre septiembre de 1929 y julio de 1930 se mantuvo el estado de sitio y, bajo su imperio, el Poder Ejecutivo apresó y deportó a sus adversarios más sañudos”, añade Scavone Yegros.




CRISIS

Así, se sucedieron la muerte en 1930 del ministro Eligio Ayala, elemento fundamental en el manejo de las finanzas públicas; huelgas de obreros seguidas de proscripciones y medidas represivas; amotinamiento de conscriptos militares, la toma de Encarnación, rebeliones al interior del propio partido de gobierno hasta que una manifestación estudiantil chocó contra las fuerzas de seguridad que resguardaban el Palacio de López.

“Las cosas se salieron de control en octubre de 1931. El 23 de ese mes, una manifestación estudiantil que reclamaba la defensa del Chaco forzó los cordones de seguridad y avanzó hasta los jardines del Palacio de Gobierno, donde fue reprimida, dejando un saldo de varios muertos y heridos. El hecho conmovió al país y el gobierno sintió su derrumbe, pero las Fuerzas Armadas lo sostuvieron, conjurando la crisis”, refiere Scavone Yegros.

LOS RELATOS

El hecho causó conmoción en el país, tal como lo revelan las publicaciones de los diarios de la época. El diario La Nación, opositora al Gobierno, tituló una publicación del mismo día 23 de esta manera: “Esta mañana la juventud estudiosa fue masacrada por la guardia pretoriana del Palacio de Gobierno. Desde los sucesos de ayer y hasta ahora hay trece muertos y cuarenta heridos”. Luego narra: “Fuego desde los balcones del Palacio de Gobierno: Eran las nueve de la mañana cuando (los manifestantes) fueron sorprendidos por un nutrido tiroteo de fusilería y ametralladora. Desde los balcones del Palacio, donde se habían emplazado tres ametralladoras de antemano, dirigidas, según versiones que pudimos recoger, por el Tte. Jara Román, empezaron a hacer un disparo cerrado sobre la masa estudiantil; niñas de la Escuela Normal con la bandera nacional enfrente, encabezaban la columna, la que al llegar frente a la casa de Gobierno fue recibida con un nutrido fuego de ametralladoras y fusilería”.

En tanto, El Diario, de tendencia progubernamental, en una publicación también del mismo 23 relata los hechos de esta forma: “La columna de manifestantes que a toda costa quería penetrar en el Palacio de Gobierno por la fuerza, era contenida por el cordón policial con singular energía. Los agentes del orden público formaban un dique de contención de la frenética oleada humana, cumpliendo con su deber bajo una lluvia de piedras. Varios policías resultaron heridos y contusos a consecuencia de las pedradas recibidas, y también algunos manifestantes que sufrieron golpes de vara. (…) A pesar de las varias ametralladoras que en los balcones del piso alto de la Casa de Gobierno se habían emplazado, los manifestantes no cejaron en sus propósitos y se valieron de una treta para romper el cordón policial. Un grupo de niñas normalistas encabezaron la columna de manifestantes. Los agentes de policía perdieron por completo el tino, no hallando forma de proceder en esta emergencia, circunstancia que aprovecharon los manifestantes para irrumpir como un alud por los jardines fronteros del Palacio para ir a chocar con el segundo cordón de tropas ya armadas con fusiles. En medio de una batahola infernal, de gritos, pedradas y exclamaciones, la multitud se precipitó hacia adelante. Una descarga cerrada de fusilería y un nutrido fuego de ametralladoras emplazadas en lo alto del Palacio, abrió fuego entre la multitud que después se dispersó”.

Entre los muertos fueron identificados oficialmente al menos ocho manifestantes: Liberato Ruiz, Alfredo González Taboas, Ismael González, Eugenio Gómez, Serafín O. Vidal, Julio César Franco, Raúl Roig Ocampo y Benigno González. En tanto, la cantidad de heridos ascendió a poco más de una veintena.

EL JUICIO POLÍTICO

Luego de los sucesos, Guggiari declaró el estado de excepción, se refugió en la Escuela Militar y tras ponerse a disposición del Congreso para que se investigara su responsabilidad en los hechos, el 25 de octubre entregó temporalmente la presidencia a González Navero.

En sus alegatos, la Cámara de Diputados, en la que ya existía mayoría oficialista antes del retiro de la oposición del Congreso, en su sesión del 27 de enero de 1932 emitió su dictamen final en el que sostiene que no se configuran las causales estipuladas en el artículo 50 de la Constitución, a saber, “mal desempeño de su cargo, delito en el ejercicio de sus funciones y crímenes comunes”, por lo que declara escuetamente: “1) Que no hay lugar a formación de causa contra el Excmo. Señor Presidente de la República, Doctor José Patricio Guggiari. 2) Comuníquese al Poder Ejecutivo”.

Así, Guggiari retomó el cargo a fines de enero de 1932 y pudo terminar su mandato en agosto de ese año, ya con la guerra del Chaco en pleno curso, transfiriendo el poder a un gobernante del mismo signo político, Eusebio Ayala, que sería conocido posteriormente como el “presidente de la victoria”.

sábado, 12 de octubre de 2024

12 de octubre de 1813: ¿la verdadera Independencia?

Si bien el 14 y 15 de mayo de 1811 es reconocida como fecha oficial de la Independencia paraguaya, varios autores sostienen que recién el 12 de octubre de 1813 nuestro país se constituyó en una nación independiente con la aprobación del Reglamento de Gobierno, que por primera vez proclama al Paraguay como una república.

 


Reglamento de Gobierno del 12 de octubre de 1813

El historiador norteamericano Richard Alan White (1944-2016), autor de “La primera revolución popular en América, Paraguay 1810-1840”, publicado originalmente en 1978 bajo el menos apologético título de “Paraguay’s autonomous revolution, 1810-1840”, sostiene que la asamblea que inició sus deliberaciones el 30 de setiembre de 1813 fue “el primer congreso popular de América Latina”.

Este contó con la participación de más de 1.100 delegados “que fueron elegidos por elecciones populares y libres, por todos, o la mayoría de sus respectivos habitantes”, según las instrucciones de la Junta al Cabildo de Pilar del 26 de agosto de 1813.

En una sesión general en su día final, 12 de octubre, el congreso ratificó oficialmente ‘el plan de gobierno propuesto por el Dr. Francia’. (…) Como se publicó en el bando del 21 de octubre de 1813, la primera asamblea auténticamente popular en América Latina, facultada a establecer su propia forma de gobierno, anunció orgullosa la creación de la primera nación autónoma en América Latina: la República del Paraguay”, escribe White.

En la asamblea se nombró como cónsules a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros, aunque el primero ejercería el liderazgo de hecho ocupando el cargo durante dos de los tres cuatrimestres anuales.

ANTECEDENTES

Antes de ahondar propiamente en el Reglamento de Gobierno, es preciso hacer una revisión somera de los hechos que le precedieron.

El Imperio español se hallaba en aquellos primeros años del siglo XIX en una profunda crisis. El 6 de mayo de 1808, el rey Fernando VII y su padre Carlos IV abdicaron al trono español a favor de Napoleón, quien había invadido la península ibérica el año anterior e impuso en el cargo a su hermano José Bonaparte.

Ante estos hechos, el Paraguay, al igual que las demás provincias del Río de la Plata, manifestó su lealtad al rey depuesto. En cambio, se reivindicó que en tanto el monarca permaneciera imposibilitado de ejercer su soberanía, los pueblos hispanoamericanos tenían el derecho de autogobernarse y no depender del Consejo de Regencia que se había conformado para gobernar en ausencia del rey.

En mayo de 1810, los vecinos de Buenos Aires desplazaron al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y pretendieron investirse del derecho a gobernar los territorios que estuvieron bajo el dominio del Virreinato del Río de la Plata. Con vistas a ello convocaron a un congreso a fin de decidir la forma de gobierno de las provincias que lo constituían.

En tanto, en julio de 1810, luego de las deliberaciones de un cabildo abierto, la entonces Provincia del Paraguay desconoció la autoridad de la junta bonaerense. En represalia, esta dispuso el bloqueo del Paraguay y envió una expedición al mando de Manuel Belgrano, que fue derrotada en las batallas de Tacuary y Paraguarí.

Sin embargo, al principio corrió la voz sobre la supuesta derrota de los paraguayos, lo que sumado a la rauda huida del campo de batalla del entonces gobernador intendente, Bernardo de Velasco Huidobro, despertó la alarma en la élite española residente en Asunción, que se embarcó a la ciudad de Montevideo, que permanecía como un bastión realista.

La decadencia del poder español, la conducta pusilánime de sus funcionarios y la victoria militar sobre las tropas porteñistas fueron fundamentales para el afianzamiento de una conciencia de autodeterminación en la élite criolla.

A más de ello, a pesar de haber sido derrotado militarmente, el mensaje de Belgrano sobre la conveniencia de una unión con Buenos Aires tuvo receptividad en cierto sector de la oficialidad paraguaya. A raíz de ello, el gobernador Velasco avanzó en tratativas con Portugal con el objetivo de trabar una alianza para combatir las aspiraciones porteñistas. Los criollos temieron, con justificados motivos, que el pacto terminaría en la práctica en una subordinación al vecino imperial.

LOS HECHOS SE PRECIPITAN

La chispa que terminó de hacer estallar el movimiento de mayo fue el acercamiento entre Velasco y Portugal para precautelar los intereses españolistas ante el acecho de Buenos Aires. Esta aproximación con Portugal vendría a precipitar un movimiento que ya venía gestándose, pero que debió adelantarse ante el inminente acuerdo entre el gobernador intendente y la potencia lusa como evidenciaba la misión que cumplía por esos días en nuestra capital el teniente José de Abreu.

En la intimación que Pedro Juan Caballero envió a Velasco el 15 de mayo de 1811 se expresa que “en atención a que la provincia está cerca de que habiéndola defendido a costa de su sangre, de su vida y de sus haberes del enemigo que le atacó, ahora se va a entregar a una potencia extranjera, que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la potencia portuguesa, este cuartel, de acuerdo con oficiales patricios, y demás soldados, no puede menos que defenderla con los mayores esfuerzos”.

El 16 de mayo se conformó un triunvirato que estuvo integrado por el mismo Velasco (quien fue destituido el 9 de junio de 1811), además del español Juan Valeriano Zeballos y el doctor Francia. En un bando emitido al día siguiente se comunicó la instalación del gobierno provisorio hasta el establecimiento del “régimen y forma de gobierno que debe permanecer y observarse en lo sucesivo”.

Se rechazó además que los sublevados tengan el propósito de “entregar o dejar esta provincia al mando, autoridad o disposición de la de Buenos Aires, ni de otra alguna y mucho menos sujetarla a ninguna potencia extraña”.

Asimismo, el documento declara que el objetivo es “sostener y conservar los fueros, libertad y dignidad (de la provincia) reconociendo siempre al desgraciado soberano bajo cuyos auspicios vivimos, uniendo y confederándose con la misma ciudad de Buenos Aires para la defensa común y para procurar la felicidad de ambas provincias y las demás del continente bajo un sistema de mutua unión, amistad y conformidad, cuya base sea la igualdad de derechos”.

Así, al principio el movimiento se declaró leal al rey y no reivindicó propiamente la independencia. No obstante, los historiadores Ricardo Scavone Yegros y Liliana Brezzo sostienen en su obra “Historia de las relaciones internacionales del Paraguay” que esta “fidelidad era invocada de manera puramente formularia” y que el “Paraguay fue independiente de hecho desde 1811 y de pleno derecho desde 1813, pero solo gestionó o buscó el reconocimiento internacional de su independencia a partir de 1842 (Declaración de la Independencia del 25 de noviembre), desplegando para obtenerlo una acción diplomática que alcanzó su objetivo en 1852 (reconocimiento por parte de la Confederación Argentina el 15 de julio tras la derrota de Juan Manuel de Rosas ante Justo José de Urquiza)”.

Para estos autores, el 12 de octubre de 1813 “surgió, de pleno derecho, el Estado paraguayo y se rompió todo lazo con España y con Buenos Aires”.

EL REGLAMENTO DE GOBIERNO

Es preciso subrayar que por entonces el gobierno de Buenos Aires consideraba al Paraguay como una provincia rebelde y pretendía anexarlo a su territorio. En un ambiente poco propicio para cualquier entendimiento por las trabas comerciales y promesas de ayuda no prestadas de una y otra parte, en el segundo semestre de 1812 el gobierno de Buenos Aires convocó a la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata instando a la entonces Provincia del Paraguay a enviar diputados. La Junta Superior Gubernativa decidió no designar representantes.

Ante ello, a principios de 1813, la ex cabeza virreinal envió una misión liderada por Nicolás de Herrera para convencer al Paraguay de que participe de la asamblea y acepte la anexión a Buenos Aires bajo promesas de trato igualitario.

A fin de deliberar sobre esta propuesta, se convocó a un congreso para el 30 de setiembre de aquel año, que como ya se mencionó tuvo una participación de más de 1.000 diputados y que se realizó en el templo de Nuestra Señora de la Merced, actual plaza de la Democracia. De esto resultó la elaboración de un Reglamento de Gobierno, que constaba de 17 artículos y que fue aprobado el 12 de octubre de 1813.

 

El Reglamento de Gobierno constaba de 17 artículos y fue aprobado el 12 de octubre de 1813
 

En su primer artículo se rechaza el envío de diputados a la asamblea convocada por Buenos Aires y se nombra como “cónsules de la República del Paraguay” a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros.

De esta manera, el Paraguay se convirtió en la primera República de América del Sur. Este es el primer documento de carácter constitucional de nuestro país, aunque el jurista Luis Lezcano Claude advierte que no se trata propiamente de una Constitución por carecer de parte dogmática y de una declaración de derechos de los ciudadanos.

Sobre aquel congreso, el historiador Herib Caballero Campos, en su obra “Proceso de la Independencia paraguaya (1780-1813)”, cita un informe del británico Juan Parish Robertson según el cual Francia “imbuyó a las clases más bajas (de las que siete octavos de los diputados al congreso estaba compuesto) con una sospecha profunda y fuerte, de que el único objetivo de Buenos Aires al enviar un embajador al Paraguay era el de sujetarlo a sus propias visiones ambiciosas, y de envolverlo en sus propios principios revolucionarios para la promoción de sus propias traicioneras finalidades”.

Luego cita el punto dos de la declaración, que “Deja investido el Gobierno de la Provincia en los Cónsules, que se denominarán de la República del Paraguay y usarán por divisa de la Dignidad Consular el sombrero orlado de una franja azul con la escarapela tricolor de la República. Tendrán jurisdicción en todo igual, la que ejercerán unidamente y de conformidad. En su consecuencia, todas las providencias de Gobierno se expedirán precisamente firmadas por los dos”.

 

El documento nombra a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros como “cónsules de la República del Paraguay”
 

Se establecía además que la principal obligación de los cónsules sería la “conservación, seguridad y defensa de la República con toda la vigilancia, esmero y actividad que exigen las presentes circunstancias”.

De esta forma quedaba constituida la República del Paraguay, pues el nuevo gobierno ya no era en nombre de Fernando VII, ni mucho menos dejaba abierta la posibilidad de una confederación con otras provincias. Los congresistas paraguayos habían decidido su rumbo en virtud de las difíciles relaciones económicas que se tuvieron con Buenos Aires y las demás provincias del disuelto Virreinato del Río de la Plata”, asevera Caballero Campos.

Para este autor, uno de los aspectos más relevantes de este proceso independentista, al igual que en el resto del continente, fue la superación del antiguo régimen y del vínculo hasta entonces existente entre el poder de los habitantes, que pasan a ser ciudadanos con capacidades civiles plenas, aunque esta condición se limitaba al varón propietario, comerciante o labrador.