A
un año de la masacre de Curuguaty, varios elementos ponen bajo seria
duda la versión de la fiscalía y de la prensa masiva.
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Entre
las innumerables objeciones que fácilmente podrían contraponerse a
la investigación fiscal y a la versión de los hechos difundida por
la prensa masiva, en este artículo queremos señalar apenas dos
evidentes mentiras sobre la masacre de Curuguaty, que constituyen
precisamente los principales fundamentos sobre los cuales se pretende
condenar de antemano a los campesinos, los únicos procesados en esta
causa.
Aquella
mañana la sociedad paraguaya estallaba de
indignación ante los primeros reportes que indicaban que una
dotación policial desarmada y que iba en son de diálogo fue
emboscada por campesinos que ocupaban una propiedad del exsenador
colorado Blas N. Riquelme. Esta última es una tercera mentira de la
cual no nos ocuparemos ahora.
Ahora
bien, la supuesta intención de la comitiva policial de dialogar a
fin de lograr que los campesinos abandonen pacíficamente las tierras
es desmentida por los propios dichos del jefe del Grupo Especial de
Operaciones (GEO), el subcomisario Erven Lovera.
En
el vídeo que registra los preparativos de la incursión policial se
escucha nítidamente a Lovera cuando refiere el plan de “ir
atropellar directamente”.
“La
idea es la siguiente: grupo antimotín con montada ir a atropellar
directamente. Ustedes de ese lado y nosotros de este lado (…)”,
se escucha a partir del minuto 2:05 del siguiente enlace
http://www.youtube.com/watch?v=nnU044gcVys.
Si
bien luego establece que ante cualquier reacción en lugar de armas
de fuego primero se utilicen balines de goma y agresivos químicos,
la incursión policial fue directamente a atropellar y no a dialogar,
a diferencia de lo que la prensa dijo en un primer momento y como lo
sostiene la misma fiscalía.
“(…)
los jefes policiales impartieron las instrucciones precisas acerca
del ingreso a la zona de conflicto. Estas órdenes consistían en
acercarse hasta donde se encontraban los ocupantes para dialogar con
ellos e intentar el abandono pacífico del lugar. La instrucción
concreta era no utilizar fuerza ni
violencia y solo en un extremo, utilizar balines de goma y químicos
agresivos. Únicamente en el peor de
los casos, las armas de fuego”, sostiene la acusación del fiscal
Jalil Rachid.
Reiteramos,
las instrucciones de Lovera antes del ingreso son claras al señalar
que vayan a atropellar directamente, por lo que la policía no fue de
ningún modo a dialogar como hasta ahora se afirma a fin de sostener
la tesis de la emboscada.
Con
respecto al hecho de que los policías supuestamente ingresaron
desarmados para intentar negociar la salida, la querella prosigue:
“[los acusados] además de portar todo tipo de armas; se
aprovecharon de las condiciones topográficas del lugar y de la
situación de indefensión de los agentes policiales (estaban
desprevenidos y desarmados)”.
Sin
embargo, en el famoso vídeo grabado desde las filas policiales
durante el avance y en el que se escucha el inicio del tiroteo, se ve
claramente a al menos dos oficiales empuñando sus armas, lo cual
demuestra la falsedad de la versión de que los policías ingresaron
desarmados. (Ver: http://www.youtube.com/watch?v=jV0i6ai1rYs).
Y esto sin
ni siquiera considerar al grupo de fusileros del GEO, que formaban la
otra columna y que portaban las armas más pesadas.
Por
otro lado, la defensa de los acusados reclama la presentación del
contenido de las filmaciones que se habría realizado desde el
helicóptero que planeó aquella mañana sobre el teatro de
operaciones. ¿La supuesta existencia de este vídeo y la negativa de
la policía a entregarlo acaso confirma la declaración de un testigo
entrevistado por el programa AAM de Canal 13 de que los primeros
disparos provinieron del helicóptero? (Curuguaty, la herida abierta.
Programa emitido el martes 11 de junio de 2013).
En
definitiva, estos son apenas algunos de los puntos controvertidos del
caso que contravienen la acusación fiscal y la versión propagada
por la prensa masiva desde su papel de custodio y portavoz de los
intereses concentrados. Más allá de qué postura se adopte sobre la
autoría de los primeros disparos, queda de manifiesto que las dos
principales premisas utilizadas para condenar a los campesinos son
absolutamente falsas, puesto que la policía no fue desarmada ni
mucho menos a dialogar.
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