¿El tan declamado "orgullo guaraní" es un aspecto genuino en la formación de la cultura paraguaya o es apenas un lugar común de la retórica nacionalista instrumentalizado para encubrir sentimientos racistas?
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Pintura de
Pablo Alborno que representa la fundación del fuerte Nuestra Señora de la Asunción el 15 de agosto de 1537. |
La construcción identitaria de la sociedad paraguaya está signada por la honda paradoja entre lo que, por un lado, proclama y, por el otro, quiere ser; o, en este caso más específico, no quiere ser y rechaza de manera más o menos explícita. En este sentido, la síntesis concreta que resume la condición de lo indeseable es la figura del “indio”.
Por ello, al mismo tiempo que la sociedad paraguaya hace alarde de ser heredera del “dulce idioma guaraní”, un amplio repertorio de prejuicios y prácticas racistas hacia los indígenas y su lengua resultan más que patentes en el día a día.
Una “rémora”
Pasando por alto el largo historial de persecuciones y proscripciones que sufrió la lengua indígena desde los tiempos de la Colonia, sigue aún muy arraigada la creencia de que el guaraní es una traba a la realización personal y una rémora de la que es preciso despojarse.
Por ello, a
pesar de las acciones declarativas respecto al idioma guaraní, los paraguayos
han internalizado hasta tal punto ciertos prejuicios que, de manera casi
espontánea e inconsciente, manifiestan de manera permanente actitudes racistas
hacia las sociedades indígenas en su conjunto. Esto aunque nos preciemos de
haber heredado el idioma vernáculo; o, al menos, lo que resta de él.
Esta
estratificación por razones de lengua se verifica notoriamente en la división
de las funciones que corresponden respectivamente a cada lengua de acuerdo al
contexto. Tal como lo señala Melià, “las dos lenguas del Paraguay cubren campos
semánticos diferentes. Debido a factores de marginación cultural y social, el
guaraní, ya desde los tiempos de la Colonia, quedó encerrado en el campo más conservador
y estático de lo íntimo, y carece hoy de un léxico adecuado a las nuevas
necesidades de un mundo en evolución. El guaraní no puede entrar en ciertos
campos semánticos, concretamente aquellos de la ciencia y la técnica. Incluso
el que se dice y se cree bilingüe no abordará nunca ciertos temas en la lengua
indígena; sencillamente no puede, porque el hecho social no se lo permite (Melià,
1997: 47-48).
Así, pues,
el guaraní se encuentra ante terrenos cercados en los que le está vedado el
decir.
El
ava
A pesar del
orgullo declamado de ser una nación bilingüe y multicultural, la generalidad de
los paraguayos, incluso cuando se están expresando en el “dulce idioma guaraní”,
manifiestan un fuerte sentimiento racista hacia los indígenas. El calificativo ava
o “indio” encierra un significado peyorativo y se utiliza para denostar contra determinadas
conductas consideradas impropias de las personas “civilizadas” o “educadas”.
Consultada
al respecto, la escritora Susy Delgado indica que el contenido semántico del
término incluso se fue desvirtuando por efecto del desprecio hacia los
indígenas. “Sabemos que en principio ava significaba hombre o persona.
Luego se le agregó el significado de indígena y así se adoptó por ejemplo para
nombrar a los avá-guaraní. Este habrá sido el disparador para que se le fueran
agregando connotaciones negativas por el desprecio hacia el indígena. La
variedad de acepciones que le atribuye nuestra sociedad va desde el rasgo de
antisocial, pasa por el de áspero, el arisco, el salvaje, hasta los del terco o
necio, lo que se suele aludir con la expresión «icerrado», que es prácticamente
equivalente. Una persona de difícil trato”, señala.
Por su parte, Bartolomé (2003) identifica una importante característica de esta “fórmula agraviante” observando que el sustantivo ava no requiere de ningún adjetivo para constituirse en una ofensa. Es una injuria por fuerza propia. “En el Paraguay la expresión ¡nde ava!, «¡tú, indio! », no requiere de utilizar un adjetivo despectivo, ya que el concepto guaranítico de «hombre», ava, se considera un insulto en sí mismo, aunque las personas que así se ofenden estén hablando en guaraní” (Bartolomé, 2003: 235-236).
Las encomiendas
Esta
negativa a considerarse indígenas no es propia o exclusiva de los paraguayos
actuales, sino que es una práctica de los propios nativos que se remonta a los
tiempos de la Colonia y que se habría acentuado de manera particular tras la
expulsión de los jesuitas como una estrategia para escapar de la prestación de servicios
bajo el régimen de la encomienda.
Telesca
(2011) observa que además de la huida a los bosques y otros métodos para evadir
la esclavitud colonial, muchos indígenas y mestizos lograron ser registrados
como españoles en censos como el de 1782. Este mecanismo en muchos casos
resultó conveniente para la propia élite provincial, que para entonces ya había
acumulado importantes cantidades de tierra y necesitaba mano de obra indígena
para cultivarla.
Sobre la
eclosión repentina de “españoles” en la provincia del Paraguay a fines del
siglo XVIII, este investigador se remite al empleo de una suerte de ficción
jurídica mediante la cual en muchos casos los nativos lograron ser tenidos como
españoles con el fin de evadir el régimen de servidumbre, una situación en
muchas ocasiones también conveniente para los propios terratenientes criollos que
necesitaban brazos para labrar las tierras que iban acaparando progresivamente.
En este
sentido, Telesca señala que “si el dueño de la tierra reconocía que tenía un
arrendatario indígena, entonces tenía que devolverlo al pueblo de indios de
origen; en cambio, si lo reconocía como español, podía mantenerlo trabajando en
su tierra. Por esta razón, tanto al propietario de la tierra como al indígena
les convenía el trato. (…) El sistema de exclusión, marginación y de
explotación a través de la encomienda obligó a esta población (mestiza e
indígena) a tener que negarse a sí misma, negar su identidad indígena, para
dejar de ser explotados (Telesca, 2011: 152).
“Caracterización estética”
Alvarado
Borgoño (s/f) sostiene que en América Latina, la élite político-literaria de la romántica ha construido una comprensión del sujeto popular y del
indígena desde una caracterización estética dominada por posiciones ideológicas
que, en definitiva, han terminado justificando las formas en que se ha ejercido
el poder sobre estos.
Al respecto este
autor afirma: “Todo se hace por el indio o el pueblo en pos de su promoción,
para ello el pasado es embellecido y el bárbaro pasa a ser el «ingenuo salvaje», bello tan solo por su misma ingenuidad.
La nueva mitología se construye por lo tanto sobre la base de sujetos elaborados
escénicamente como dignos y sufrientes, olvidándose al sujeto cultural
concreto, con sus grandezas y contradicciones. (…). El liberal-romanticismo
crea en Latinoamérica un concepto de cultura antes de que lo hiciese la ciencia
antropológica, lo cual determinó una autocomprensión tanto con respecto a los efectos
del proyecto ecuménico del Barroco como del Racional Iluminismo, sellándose así
un tipo de legitimación estética
del poder de esa élite” (Alvarado Borgoño, s/f).
En efecto, uno
de los principales autores del romanticismo paraguayo y político colorado
Natalicio González es uno de los que con mayor fervor y notable pluma proclamó
el principio de la “alianza hispano-guaraní”. Este relato mitológico parte de
la existencia de una supuesta unión pacífica entre los nativos y los
colonizadores españoles basada en la entrega “consentida” de las mujeres con el
fin de entablar pactos de parentesco.
De esta manera
se omite la violencia, las fricciones y las resistencias en el marco de un
contacto que, aunque eventualmente al principio pudo haber sido pacífico al
punto de que se llegaron a establecer alianzas temporales, en ningún momento
podría sustraerse de los principios de la dominación colonial.
La visión de
esta pretendida alianza hispano-guaraní es expuesta por González en las
siguientes palabras en una de sus principales obras: “La alianza del indio y
del europeo realizó la síntesis racial en el mestizo,
primera expresión de una nueva humanidad, típicamente americana, que iba a
irrumpir con ideales y caracteres propios en la agitada historia del mundo. El
español y el guaraní desaparecieron en el abrazo fecundo de la primera hora,
para revivir en el vástago. El hijo de la india guaraní y del aventurero castellano
poseyó, desde sus orígenes, un intenso patriotismo americano. Dueño de las
conquistas de la técnica europea, la utilizó para ensanchar los dominios de la
cultura autóctona. Mediante este proceso, América comenzaba por conquistar al
conquistador (González, 1988:109).
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La romántica paraguaya ha concebido el origen de la nación
como el abrazo entre dos culturas y la sujeción consentida del indígena a la
voluntad colonizadora.
En este mismo sentido se expresa Efraím Cardozo, uno de los autores más influyentes de la historiografía paraguaya, quien refiere que el vínculo de los indígenas con los españoles se definió por la renuncia a la guerra, la adopción de la fe católica y el cruzamiento. Así, expresa que la cultura guaraní es “de gran influencia en la formación histórica de nuestra nacionalidad, no porque fuera la única existente en el actual territorio del Paraguay, sino porque, en vez de hacer guerra viva a los conquistadores, aceptaron su alianza, y por el camino de un vasto y sistemático cruzamiento de sangres, o por su voluntaria conversión a la fe católica y reunión en pueblos y reducciones, organizados por autoridades y vecinos de Asunción y a cargo de religiosos franciscanos, mercedarios y jesuitas, se plegaron al nuevo orden de cosas. De la convivencia de las dos culturas resultó la cultura paraguaya (Cardozo, 2007: 24).
La alienación cultural
Como bien ha
observado Augusto Roa Bastos en el prólogo a “Las culturas condenadas”, compilación
de relatos orales indígenas, las culturas dependientes, en este caso la cultura
mestiza paraguaya, sufren contradicciones y distorsiones que minan sus raíces e
incluso la realización de su proyecto como sociedad.
Roa Bastos
asevera que, debido a la alienación cultural, la sociedad paraguaya, “por lo menos en sus estratos más oprimidos y expoliados”, vive un
proceso de destrucción comparable al que sufren las culturas indígenas. De
manera análoga, como consecuencia de este desarraigo cultural, la literatura
paraguaya no ha podido, según sus propios términos, “estructurarse como un
sistema coherente”.
En un pasaje
pleno de un profetismo lírico y trágico, nuestro más laureado escritor sentencia: “Orgullosa de una tradición cultural en la que continúan actuando
o predominando los vestigios de la dominación y la dependencia o, en todo caso,
los signos de una hibridación que no ha alcanzado
todavía a plasmar su propio sistema y pertinencia, los textos de esta literatura
mestiza escrita en castellano, segregada de sus fuentes originarias, se apagan,
carecen de consistencia y de verdad poética ante los destellos sombríos de los
cantos indígenas tocados por el sentimiento cosmogónico de su fin último en el
corazón de sus culturas heridas de muerte (Roa Bastos, 2011:23).
Así, a veces
motivo de orgullo y otros de vergüenza, fluctuando entre el guarango y la “garra
guaraní”, nuestra autopercepción descansa en gran parte en estos sentimientos
enfrentados que nos conducen a no terminar de asumir ni aceptar lo que decimos
que somos.
BIBLIOGRAFÍA
Alvarado Borgoño, Ariel (s/f) Romántica, legitimación y dominación en nuestra visión de la cultura: Notas sobre las fuentes culturales de nuestras opciones paradigmáticas. Disponible en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/alvarado.htm
Bartolomé,
Miguel A. (2003) “Flechadores de Jornales. Religión e identidad guaraní en el
Paraguay contemporáneo”. Suplemento
Antropológico. Universidad Católica. Revista del Centro de Estudios
Antropológicos (Junio 2003. Vol. XXXVIII, no.1), pp. 217-241.
Cardozo,
Efraím (2007). Apuntes de Historia Cultural del Paraguay. Asunción:
Editorial Servilibro.
González,
Natalicio (1988) Proceso
y formación de la cultura paraguaya.
Asunción: Cuadernos República.
Melià,
Bartomeu (1997) Una nación, dos culturas. Asunción: CEPAG.
Roa Bastos, Augusto
(2011) Las culturas condenadas. Asunción:
Servilibro.
Telesca, Ignacio (2011) “Una identidad para un Estado-Nación” en: Bartomeu Melià. Otras historias de la independencia. Asunción: Taurus, pp. 141-163.
2 comentarios:
Lo único que rechazo con énfasis es el vocablo "indio",para referirse al hombre americano primitivo. Si los primeros españoles confundieron este continente portentoso con la Indiacreo que 539 años son suficientes para recapacitar en ese término. Y creo que la RAE debería tener y extirpar ese término para lis primitivos pobladores de las Américas. Mes culpa que le llaman...Gracias
Yo concuerdo con usted. Yo en lo particular nunca uso ese término. Solo aparece en los fragmentos en que cito textualmente a otros autores. Aunque con el tiempo pasó a ser un vocablo "neutro", no peyotativo.
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