miércoles, 25 de diciembre de 2024

De cuando la Independencia paraguaya era celebrada el 25 de diciembre

En este artículo rescatamos algunas crónicas de la época de los López, reflexiones y datos aportados por varios historiadores respecto a una festividad patria que ha caído en desuso y prácticamente en el olvido: la jura solemne de la Independencia realizada el 25 de diciembre de 1842, que por entonces era el día en el que en nuestro país se celebraba la emancipación.


La vieja iglesia de La Encarnación


La independencia paraguaya fue un proceso que fue gestándose progresivamente desde antes de la revolución del 14 y 15 mayo de 1811, se afianzó con la consagración de la República el 12 de octubre de 1813, se declaró formalmente el 25 de noviembre de 1842 y superó el último escollo el 17 de julio de 1852 con el reconocimiento de parte de la Confederación Argentina.

Entre los múltiples actos y hechos que hicieron parte de su consolidación como hecho consumado y formalmente aceptado, una festividad que ha caído prácticamente en el olvido es la de la jura solemne, que fue realizada el 25 de diciembre de 1842 y que según algunos registros históricos era la fecha en la que se conmemoraba el Día de la Independencia en la época de los López.

Ahora bien, vayamos en primer lugar a los antecedentes. El historiador Julio César Chaves refiere en su clásica obra “Compendio de historia paraguaya” que en octubre de 1842 llegó a nuestra capital Jorge Robert Gordon, enviado confidencial de la reina de Inglaterra. Por el carácter no oficial de su misión, el emisario no fue bien recibido en nuestro país, por lo que los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso le fijaron un plazo perentorio para abandonar el territorio nacional.

En una de las conversaciones, Gordon refirió que el gobernante argentino Juan Manuel de Rosas le había manifestado que “el Paraguay deseaba incorporarse a la Confederación”. Ante esta situación y “al no existir un documento oficial que declarase en forma solemne la voluntad nacional de salvaguardar la soberanía de la República”, según afirma la historiadora Margarita Durán Estragó, además de la falta de notificación de este hecho a los Gobiernos extranjeros, el 24 de octubre de 1842 los cónsules convocaron un congreso extraordinario compuesto por 400 diputados con el fin de “renovar y ratificar de modo solemne la declaración de la independencia”, de acuerdo al texto de Chaves.

A pesar de que el Paraguay era una república independiente desde el 12 de octubre de 1813, hasta entonces solo el Brasil había reconocido este estatus y la Confederación Argentina se mantenía en su propósito de integrar a nuestro país a esa unión de provincias.

CONGRESO

El Congreso convocado por los cónsules se reunió el 25 de noviembre de 1842 en el templo de La Encarnación y resolvió, entre otras medidas como la ratificación de los símbolos nacionales, la promulgación de un estatuto de administración de justicia y la ley de libertad de vientres, redactar el acta de independencia y jurarla de manera solemne. Este último acto se llevó a cabo el 25 de diciembre de aquel año de 1842.

Según el historiador Herib Caballero Campos, la decisión de hacer coincidir este acto con una importante liturgia cristiana habría obedecido a que los habitantes del campo llegaban a la ciudad para participar de la misa, así como para vincular el nacimiento del mesías de los cristianos con el nacimiento y consolidación de la independencia.

El juramento consistía en la siguiente fórmula: “...¿Juráis ante Dios reconocer y sostener la integridad, libertad é independencia de nuestra República? R. Sí juro – Si así lo hiciereis Dios os ayude, y si no, él y la República os lo demanden”.

Así también, ese mismo día se difundió la letra del primer himno nacional, cuya primera estrofa rezaba: “Viva nuestra independencia / Nuestra patria gloriosa / Siempre soberana /Siempre sea majestuosa”.

FIESTA CÍVICA

En un artículo titulado “Fiestas patrias del 25 de diciembre son prohibidas”, el historiador norteamericano Richard Alan White empieza refiriendo que, “por muy asombroso que pueda parecer hoy”, la fecha en que se celebraba la Independencia en el Paraguay era el día de la jura, pero esto cambió luego de la asunción al poder del Gobierno legionario impuesto por las fuerzas de ocupación brasileñas luego de la guerra contra la Triple Alianza.

En el informe de los cónsules al Congreso emitido en fecha 12 de marzo de 1844, Carlos Antonio López hizo mención a los festejos del primer aniversario de la jura, que tuvo lugar en medio de “una fiesta cívica de primer orden”.

“Era justo consagrar un monumento eterno a nuestra gloriosa independencia y se ha declarado fiesta cívica de primer orden el 25 de diciembre. Su primer aniversario solemne tuvo lugar en el año pasado y la República lo ha celebrado con extraordinario entusiasmo”, refiere el informe.

COHESIÓN SOCIAL

Esta jura solemne, además de subsanar la falta de una declaración y comunicación oficial de la independencia, tuvo el objetivo de generar cohesión social y una conciencia patriótica en el pueblo en un contexto en el que sobre nuestra independencia pendía la amenaza externa de la voluntad anexionista de Buenos Aires.

Luego de citar crónicas de la época que describen las celebraciones que eran realizadas a propósito de la fecha, White escribe que “las fiestas cívicas patrias del día de la jura convirtieron el 25 de diciembre en el ‘gran día de la patria’ para festejar tradicionalmente la Independencia paraguaya. En las fiestas navideñas de hace ciento cincuenta años, el pueblo paraguayo estaba celebrando las más grandes ‘demostraciones de júbilo y contento público’ del día de la jura que tuvieran lugar en la época de los López”.

El Semanario, 26 de diciembre de 1857

En efecto, una publicación del órgano oficial El Semanario del 26 de diciembre de 1857, titulada “25 de diciembre”, hace referencia al carácter patriótico del festejo realizado en esa fecha.

“La educación popular viene á demostrar el grado de desarrollo que cobra este primer elemento de civilización, que el generoso empeño del patriotismo viene prohijando y estendiendo. En estos dos hechos, que ocupan un lugar culminante entre las manifestaciones del entusiasmo con que se saluda el gran día de la patria, se resume el cuadro de la civilización del país. Vedla allí en sus dos carácteres moral y material. Ved ahí á la nación en cuerpo y alma. La paz y la felicidad de la República consultadas por el cumplimiento de los deseos del verdadero patriotismo, son los votos que hacemos de asociarnos al entusiasmo, con que el pueblo paraguayo saluda el aniversario de su independencia”, señala un extracto.

En el número del 9 de enero de 1864, tras el periodo de luto por la muerte de Carlos Antonio López en 1862 y las lluvias que obligaron la suspensión de varios actos programados en 1863, El Semanario publica la siguiente reflexión sobre la efeméride.

“Todas las naciones cultas del orbe político consagran un día a las aniversarias festividades de su libertad;… nada es más justo, laudable y obligatorio al pueblo paraguayo, que en reconocimiento al Ser Supremo que crió al hombre libre é independiente.... le consagre el augusto y venturoso día 25 de Diciembre, en que también se recuerda el día en que saliendo del silencio y letargo en que hacía incierto en su porvenir, alzó la voz y declarándose libre, proclamó ahora mas de diez lustros, y despues en 1842 juró su entera independencia, bajo la acertada administracion del Gefe Supremo de la nación que con prudencia y energía, ha sabido elevar nuestra Patria al rango que ocupa hoy entre las naciones cultas”.


“Fiestas cívicas”, El Semanario, 1 de diciembre de 1860


LA POSGUERRA

Al asumir en 1869 el Gobierno provisorio integrado por Cirilo Antonio Rivarola, José Díaz de Bedoya y Carlos Loizaga, su primer decreto fue declarar a Francisco Solano López fuera de la ley. Posteriormente, en 1870 se promulgó una Constitución de inspiración liberal, que “representó una reacción contra el sistema político imperante desde 1811 e implantó uno de corte democrático-liberal (…). Sus redactores estaban decididos a extirpar todo vestigio de lo que calificaron (de) ‘viejo Estado socialista despótico’ y a introducir el liberalismo y las instituciones democráticas”, escribe la historiadora Liliana M. Brezzo.

En este contexto, no resulta extraña la abolición de celebraciones o fechas alusivas a logros conquistados en la época de José Gaspar Rodríguez de Francia y de los López.

“Era de suma importancia suprimir la institución del 25 de diciembre, que unía al pueblo con la República fundada por Francia, el Paraguay desarrollado por los López. El día de la jura y las fiestas cívicas, establecidas por don Carlos para ‘consagrar un monumento eterno a nuestra gloriosa independencia’, ya no se podía tolerar. Así murió la gran tradición patriótica del día de la jura de defender la independencia. El 25 de diciembre de cada año a lo largo de la época de los López servía para renovar la fe en sentirse ciudadano de esa altiva nación paraguaya”, concluye White.


“Fiestas”. El Semanario, 9 de enero de 1864


miércoles, 23 de octubre de 2024

Los sucesos del 23 de octubre de 1931

A consecuencia de la matanza de estudiantes durante una manifestación realizada frente al Palacio de Gobierno el viernes 23 de octubre de 1931 en reclamo de la defensa del Chaco, el entonces presidente José P. Guggiari fue sometido a un juicio político. Al cumplirse el aniversario número 93 recordamos algunos pormenores de aquellos hechos.

 


 Las pretensiones bolivianas sobre el Chaco Boreal fueron conocidas por el Paraguay en 1852 cuando, con motivo del reconocimiento de la independencia de nuestro país de parte de la Confederación Argentina, se firmó un tratado de límites entre estas dos últimas naciones. El representante boliviano en Buenos Aires protestó argumentando que su país no fue tenido en cuenta en unas negociaciones que, según sus alegaciones, afectaban los derechos de su país a la margen occidental del río Paraguay entre los grados veinte y veintidós de latitud meridional.
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Desde entonces se fueron sucediendo escaramuzas y graves incidentes que ya presagiaban que el estallido de la conflagración podía ser postergada, mas no evitada. En el ambiente prebélico del año 1928 se realizaron las elecciones en las que el Partido Liberal postuló a la dupla José P. Guggiari-Emiliano González Navero para la Presidencia de la República, en tanto que el Partido Colorado pugnó en los comicios con la fórmula Eduardo Fleytas-Eduardo López Moreira.

Esta fue la primera vez que la titularidad del Ejecutivo fue dirimida a través del sufragio con la participación de dos candidatos, por lo que Guggiari es considerado el primer presidente electo democráticamente en el Paraguay.

AUGURIOS

Guggiari asumió el cargo el 15 de agosto de 1928 y poco tiempo después ya se presentaron los primeros percances que presagiaban los difíciles obstáculos que debería sortear su administración. En diciembre de ese año, casi estalló la guerra con Bolivia por el episodio del fortín Vanguardia y a nivel interno tuvo que enfrentarse a una creciente contestación de la militancia obrero-sindical, que cuestionaba cada vez más la “eficacia del liberalismo para viabilizar las transformaciones que demandaba el país”, indica el historiador Ricardo Scavone Yegros en un artículo titulado “Guerra internacional y confrontaciones políticas (1920-1954)”.

De esta manera, se fue acentuando la distancia entre la clase dirigente y los trabajadores, entre los cuales aumentó la influencia de socialistas y comunistas, así como entre los estudiantes.

POLARIZACIÓN

Junto con las ideologías de izquierda, también se radicalizaban las de derecha, que se encontraban en pleno apogeo en Europa y que una década más tarde precipitarían la Segunda Guerra Mundial. A más de ello, el crack del 29 generó una crisis y recesión mundiales que disminuyeron la cantidad y el valor de nuestras exportaciones. Para enfrentar este escenario de recesión mundial, Argentina adoptó una política proteccionista, por lo que, dada la fuerte dependencia del intercambio comercial con este país, la economía paraguaya sufrió un aumento del desempleo y el déficit fiscal.

“Los partidos y los grupos políticos intensificaron los ataques contra la administración de Guggiari a través de la prensa y en el Congreso. Además de los reclamos puntuales, se agitó una cuestión que unificó a todos, como fue la defensa del Chaco. La oposición acusó a los gobernantes de no preparar al país ante la amenaza boliviana, de permitir el avance boliviano en el territorio disputado y de actuar con debilidad en las negociaciones diplomáticas. Los excesos determinaron la adopción de medidas represivas. Entre septiembre de 1929 y julio de 1930 se mantuvo el estado de sitio y, bajo su imperio, el Poder Ejecutivo apresó y deportó a sus adversarios más sañudos”, añade Scavone Yegros.




CRISIS

Así, se sucedieron la muerte en 1930 del ministro Eligio Ayala, elemento fundamental en el manejo de las finanzas públicas; huelgas de obreros seguidas de proscripciones y medidas represivas; amotinamiento de conscriptos militares, la toma de Encarnación, rebeliones al interior del propio partido de gobierno hasta que una manifestación estudiantil chocó contra las fuerzas de seguridad que resguardaban el Palacio de López.

“Las cosas se salieron de control en octubre de 1931. El 23 de ese mes, una manifestación estudiantil que reclamaba la defensa del Chaco forzó los cordones de seguridad y avanzó hasta los jardines del Palacio de Gobierno, donde fue reprimida, dejando un saldo de varios muertos y heridos. El hecho conmovió al país y el gobierno sintió su derrumbe, pero las Fuerzas Armadas lo sostuvieron, conjurando la crisis”, refiere Scavone Yegros.

LOS RELATOS

El hecho causó conmoción en el país, tal como lo revelan las publicaciones de los diarios de la época. El diario La Nación, opositora al Gobierno, tituló una publicación del mismo día 23 de esta manera: “Esta mañana la juventud estudiosa fue masacrada por la guardia pretoriana del Palacio de Gobierno. Desde los sucesos de ayer y hasta ahora hay trece muertos y cuarenta heridos”. Luego narra: “Fuego desde los balcones del Palacio de Gobierno: Eran las nueve de la mañana cuando (los manifestantes) fueron sorprendidos por un nutrido tiroteo de fusilería y ametralladora. Desde los balcones del Palacio, donde se habían emplazado tres ametralladoras de antemano, dirigidas, según versiones que pudimos recoger, por el Tte. Jara Román, empezaron a hacer un disparo cerrado sobre la masa estudiantil; niñas de la Escuela Normal con la bandera nacional enfrente, encabezaban la columna, la que al llegar frente a la casa de Gobierno fue recibida con un nutrido fuego de ametralladoras y fusilería”.

En tanto, El Diario, de tendencia progubernamental, en una publicación también del mismo 23 relata los hechos de esta forma: “La columna de manifestantes que a toda costa quería penetrar en el Palacio de Gobierno por la fuerza, era contenida por el cordón policial con singular energía. Los agentes del orden público formaban un dique de contención de la frenética oleada humana, cumpliendo con su deber bajo una lluvia de piedras. Varios policías resultaron heridos y contusos a consecuencia de las pedradas recibidas, y también algunos manifestantes que sufrieron golpes de vara. (…) A pesar de las varias ametralladoras que en los balcones del piso alto de la Casa de Gobierno se habían emplazado, los manifestantes no cejaron en sus propósitos y se valieron de una treta para romper el cordón policial. Un grupo de niñas normalistas encabezaron la columna de manifestantes. Los agentes de policía perdieron por completo el tino, no hallando forma de proceder en esta emergencia, circunstancia que aprovecharon los manifestantes para irrumpir como un alud por los jardines fronteros del Palacio para ir a chocar con el segundo cordón de tropas ya armadas con fusiles. En medio de una batahola infernal, de gritos, pedradas y exclamaciones, la multitud se precipitó hacia adelante. Una descarga cerrada de fusilería y un nutrido fuego de ametralladoras emplazadas en lo alto del Palacio, abrió fuego entre la multitud que después se dispersó”.

Entre los muertos fueron identificados oficialmente al menos ocho manifestantes: Liberato Ruiz, Alfredo González Taboas, Ismael González, Eugenio Gómez, Serafín O. Vidal, Julio César Franco, Raúl Roig Ocampo y Benigno González. En tanto, la cantidad de heridos ascendió a poco más de una veintena.

EL JUICIO POLÍTICO

Luego de los sucesos, Guggiari declaró el estado de excepción, se refugió en la Escuela Militar y tras ponerse a disposición del Congreso para que se investigara su responsabilidad en los hechos, el 25 de octubre entregó temporalmente la presidencia a González Navero.

En sus alegatos, la Cámara de Diputados, en la que ya existía mayoría oficialista antes del retiro de la oposición del Congreso, en su sesión del 27 de enero de 1932 emitió su dictamen final en el que sostiene que no se configuran las causales estipuladas en el artículo 50 de la Constitución, a saber, “mal desempeño de su cargo, delito en el ejercicio de sus funciones y crímenes comunes”, por lo que declara escuetamente: “1) Que no hay lugar a formación de causa contra el Excmo. Señor Presidente de la República, Doctor José Patricio Guggiari. 2) Comuníquese al Poder Ejecutivo”.

Así, Guggiari retomó el cargo a fines de enero de 1932 y pudo terminar su mandato en agosto de ese año, ya con la guerra del Chaco en pleno curso, transfiriendo el poder a un gobernante del mismo signo político, Eusebio Ayala, que sería conocido posteriormente como el “presidente de la victoria”.

sábado, 12 de octubre de 2024

12 de octubre de 1813: ¿la verdadera Independencia?

Si bien el 14 y 15 de mayo de 1811 es reconocida como fecha oficial de la Independencia paraguaya, varios autores sostienen que recién el 12 de octubre de 1813 nuestro país se constituyó en una nación independiente con la aprobación del Reglamento de Gobierno, que por primera vez proclama al Paraguay como una república.

 


Reglamento de Gobierno del 12 de octubre de 1813

El historiador norteamericano Richard Alan White (1944-2016), autor de “La primera revolución popular en América, Paraguay 1810-1840”, publicado originalmente en 1978 bajo el menos apologético título de “Paraguay’s autonomous revolution, 1810-1840”, sostiene que la asamblea que inició sus deliberaciones el 30 de setiembre de 1813 fue “el primer congreso popular de América Latina”.

Este contó con la participación de más de 1.100 delegados “que fueron elegidos por elecciones populares y libres, por todos, o la mayoría de sus respectivos habitantes”, según las instrucciones de la Junta al Cabildo de Pilar del 26 de agosto de 1813.

En una sesión general en su día final, 12 de octubre, el congreso ratificó oficialmente ‘el plan de gobierno propuesto por el Dr. Francia’. (…) Como se publicó en el bando del 21 de octubre de 1813, la primera asamblea auténticamente popular en América Latina, facultada a establecer su propia forma de gobierno, anunció orgullosa la creación de la primera nación autónoma en América Latina: la República del Paraguay”, escribe White.

En la asamblea se nombró como cónsules a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros, aunque el primero ejercería el liderazgo de hecho ocupando el cargo durante dos de los tres cuatrimestres anuales.

ANTECEDENTES

Antes de ahondar propiamente en el Reglamento de Gobierno, es preciso hacer una revisión somera de los hechos que le precedieron.

El Imperio español se hallaba en aquellos primeros años del siglo XIX en una profunda crisis. El 6 de mayo de 1808, el rey Fernando VII y su padre Carlos IV abdicaron al trono español a favor de Napoleón, quien había invadido la península ibérica el año anterior e impuso en el cargo a su hermano José Bonaparte.

Ante estos hechos, el Paraguay, al igual que las demás provincias del Río de la Plata, manifestó su lealtad al rey depuesto. En cambio, se reivindicó que en tanto el monarca permaneciera imposibilitado de ejercer su soberanía, los pueblos hispanoamericanos tenían el derecho de autogobernarse y no depender del Consejo de Regencia que se había conformado para gobernar en ausencia del rey.

En mayo de 1810, los vecinos de Buenos Aires desplazaron al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y pretendieron investirse del derecho a gobernar los territorios que estuvieron bajo el dominio del Virreinato del Río de la Plata. Con vistas a ello convocaron a un congreso a fin de decidir la forma de gobierno de las provincias que lo constituían.

En tanto, en julio de 1810, luego de las deliberaciones de un cabildo abierto, la entonces Provincia del Paraguay desconoció la autoridad de la junta bonaerense. En represalia, esta dispuso el bloqueo del Paraguay y envió una expedición al mando de Manuel Belgrano, que fue derrotada en las batallas de Tacuary y Paraguarí.

Sin embargo, al principio corrió la voz sobre la supuesta derrota de los paraguayos, lo que sumado a la rauda huida del campo de batalla del entonces gobernador intendente, Bernardo de Velasco Huidobro, despertó la alarma en la élite española residente en Asunción, que se embarcó a la ciudad de Montevideo, que permanecía como un bastión realista.

La decadencia del poder español, la conducta pusilánime de sus funcionarios y la victoria militar sobre las tropas porteñistas fueron fundamentales para el afianzamiento de una conciencia de autodeterminación en la élite criolla.

A más de ello, a pesar de haber sido derrotado militarmente, el mensaje de Belgrano sobre la conveniencia de una unión con Buenos Aires tuvo receptividad en cierto sector de la oficialidad paraguaya. A raíz de ello, el gobernador Velasco avanzó en tratativas con Portugal con el objetivo de trabar una alianza para combatir las aspiraciones porteñistas. Los criollos temieron, con justificados motivos, que el pacto terminaría en la práctica en una subordinación al vecino imperial.

LOS HECHOS SE PRECIPITAN

La chispa que terminó de hacer estallar el movimiento de mayo fue el acercamiento entre Velasco y Portugal para precautelar los intereses españolistas ante el acecho de Buenos Aires. Esta aproximación con Portugal vendría a precipitar un movimiento que ya venía gestándose, pero que debió adelantarse ante el inminente acuerdo entre el gobernador intendente y la potencia lusa como evidenciaba la misión que cumplía por esos días en nuestra capital el teniente José de Abreu.

En la intimación que Pedro Juan Caballero envió a Velasco el 15 de mayo de 1811 se expresa que “en atención a que la provincia está cerca de que habiéndola defendido a costa de su sangre, de su vida y de sus haberes del enemigo que le atacó, ahora se va a entregar a una potencia extranjera, que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la potencia portuguesa, este cuartel, de acuerdo con oficiales patricios, y demás soldados, no puede menos que defenderla con los mayores esfuerzos”.

El 16 de mayo se conformó un triunvirato que estuvo integrado por el mismo Velasco (quien fue destituido el 9 de junio de 1811), además del español Juan Valeriano Zeballos y el doctor Francia. En un bando emitido al día siguiente se comunicó la instalación del gobierno provisorio hasta el establecimiento del “régimen y forma de gobierno que debe permanecer y observarse en lo sucesivo”.

Se rechazó además que los sublevados tengan el propósito de “entregar o dejar esta provincia al mando, autoridad o disposición de la de Buenos Aires, ni de otra alguna y mucho menos sujetarla a ninguna potencia extraña”.

Asimismo, el documento declara que el objetivo es “sostener y conservar los fueros, libertad y dignidad (de la provincia) reconociendo siempre al desgraciado soberano bajo cuyos auspicios vivimos, uniendo y confederándose con la misma ciudad de Buenos Aires para la defensa común y para procurar la felicidad de ambas provincias y las demás del continente bajo un sistema de mutua unión, amistad y conformidad, cuya base sea la igualdad de derechos”.

Así, al principio el movimiento se declaró leal al rey y no reivindicó propiamente la independencia. No obstante, los historiadores Ricardo Scavone Yegros y Liliana Brezzo sostienen en su obra “Historia de las relaciones internacionales del Paraguay” que esta “fidelidad era invocada de manera puramente formularia” y que el “Paraguay fue independiente de hecho desde 1811 y de pleno derecho desde 1813, pero solo gestionó o buscó el reconocimiento internacional de su independencia a partir de 1842 (Declaración de la Independencia del 25 de noviembre), desplegando para obtenerlo una acción diplomática que alcanzó su objetivo en 1852 (reconocimiento por parte de la Confederación Argentina el 15 de julio tras la derrota de Juan Manuel de Rosas ante Justo José de Urquiza)”.

Para estos autores, el 12 de octubre de 1813 “surgió, de pleno derecho, el Estado paraguayo y se rompió todo lazo con España y con Buenos Aires”.

EL REGLAMENTO DE GOBIERNO

Es preciso subrayar que por entonces el gobierno de Buenos Aires consideraba al Paraguay como una provincia rebelde y pretendía anexarlo a su territorio. En un ambiente poco propicio para cualquier entendimiento por las trabas comerciales y promesas de ayuda no prestadas de una y otra parte, en el segundo semestre de 1812 el gobierno de Buenos Aires convocó a la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata instando a la entonces Provincia del Paraguay a enviar diputados. La Junta Superior Gubernativa decidió no designar representantes.

Ante ello, a principios de 1813, la ex cabeza virreinal envió una misión liderada por Nicolás de Herrera para convencer al Paraguay de que participe de la asamblea y acepte la anexión a Buenos Aires bajo promesas de trato igualitario.

A fin de deliberar sobre esta propuesta, se convocó a un congreso para el 30 de setiembre de aquel año, que como ya se mencionó tuvo una participación de más de 1.000 diputados y que se realizó en el templo de Nuestra Señora de la Merced, actual plaza de la Democracia. De esto resultó la elaboración de un Reglamento de Gobierno, que constaba de 17 artículos y que fue aprobado el 12 de octubre de 1813.

 

El Reglamento de Gobierno constaba de 17 artículos y fue aprobado el 12 de octubre de 1813
 

En su primer artículo se rechaza el envío de diputados a la asamblea convocada por Buenos Aires y se nombra como “cónsules de la República del Paraguay” a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros.

De esta manera, el Paraguay se convirtió en la primera República de América del Sur. Este es el primer documento de carácter constitucional de nuestro país, aunque el jurista Luis Lezcano Claude advierte que no se trata propiamente de una Constitución por carecer de parte dogmática y de una declaración de derechos de los ciudadanos.

Sobre aquel congreso, el historiador Herib Caballero Campos, en su obra “Proceso de la Independencia paraguaya (1780-1813)”, cita un informe del británico Juan Parish Robertson según el cual Francia “imbuyó a las clases más bajas (de las que siete octavos de los diputados al congreso estaba compuesto) con una sospecha profunda y fuerte, de que el único objetivo de Buenos Aires al enviar un embajador al Paraguay era el de sujetarlo a sus propias visiones ambiciosas, y de envolverlo en sus propios principios revolucionarios para la promoción de sus propias traicioneras finalidades”.

Luego cita el punto dos de la declaración, que “Deja investido el Gobierno de la Provincia en los Cónsules, que se denominarán de la República del Paraguay y usarán por divisa de la Dignidad Consular el sombrero orlado de una franja azul con la escarapela tricolor de la República. Tendrán jurisdicción en todo igual, la que ejercerán unidamente y de conformidad. En su consecuencia, todas las providencias de Gobierno se expedirán precisamente firmadas por los dos”.

 

El documento nombra a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros como “cónsules de la República del Paraguay”
 

Se establecía además que la principal obligación de los cónsules sería la “conservación, seguridad y defensa de la República con toda la vigilancia, esmero y actividad que exigen las presentes circunstancias”.

De esta forma quedaba constituida la República del Paraguay, pues el nuevo gobierno ya no era en nombre de Fernando VII, ni mucho menos dejaba abierta la posibilidad de una confederación con otras provincias. Los congresistas paraguayos habían decidido su rumbo en virtud de las difíciles relaciones económicas que se tuvieron con Buenos Aires y las demás provincias del disuelto Virreinato del Río de la Plata”, asevera Caballero Campos.

Para este autor, uno de los aspectos más relevantes de este proceso independentista, al igual que en el resto del continente, fue la superación del antiguo régimen y del vínculo hasta entonces existente entre el poder de los habitantes, que pasan a ser ciudadanos con capacidades civiles plenas, aunque esta condición se limitaba al varón propietario, comerciante o labrador.

jueves, 8 de agosto de 2024

Emiliano R. Fernández: el Homero de las trincheras paraguayas

A 130 años del nacimiento del más popular de los poetas épicos paraguayos, Emiliano R. Fernández, lo evoco en este artículo reflexionando sobre el papel de la oralidad en la preservación de la memoria histórica y en la generación de una conciencia nacional.

Fotos: Gentileza



 

Los íconos de la cultura popular superan a menudo el plano de la historia y se funden con la leyenda. Así, es frecuente que se conviertan en motivo de disputa entre poblaciones e incluso naciones que reivindican cada uno para sí el privilegio de haber engendrado a tal o cual genio. 

En este sentido, Emiliano no fue la excepción, pues aún hoy su lugar de nacimiento es causa de controversia. No obstante, la versión que fue imponiéndose fue que nació en la compañía Yvysunú, Guarambaré, el 8 de agosto de 1894, aunque hay versiones que indican que nació en Curusú Isabel, Concepción.

De cualquier manera, nuestra intención no es aquí redundar en los ya consabidos datos biográficos, sino más bien reflexionar sobre el sentido de la práctica poética y valorar el legado de Emiliano en su justa dimensión como cultor de la palabra oral y cronista de hechos que vivió en carne propia.

Pero primero indaguemos someramente sobre qué es la poesía. Aunque en primera instancia su definición pueda remitirnos a conceptos esteticistas o románticos como la expresión de la belleza a través de la palabra o la puesta en arte de los sentimientos amorosos, podría afirmarse que la poesía nació ante el horror de la tragedia humana y ante la angustiosa sensación de vacuidad del hombre ante la inmensidad del mundo que lo rodea.

A los poemas cosmogónicos que intentan explicar el origen del mundo, sigue la poesía historiográfica que cuenta, aunque con fuerte influencia de la ficción, los orígenes de la sociedad y las guerras entre los primeros pueblos.

Homero, cuya vida también se entremezcla con la leyenda, es considerado el primer poeta de Occidente y a quien son atribuidos los cantos épicos La Ilíada y La Odisea, que narran el último año de la guerra de Troya, el primero, y la vuelta de Odiseo tras la contienda, el segundo. Por tanto, poesía e historia estuvieron íntimamente ligadas en sus orígenes hasta que esta última logra formarse como disciplina independiente, algo que no sería posible si no hasta la creación de la escritura. Al mismo tiempo, la poesía se libera de la obligación de contar la “verdad” y pasa a ser en sí misma su propio objetivo.

EL MECANISMO DE LA ORALIDAD

Antes de ser escrita, la poesía era transmitida de manera oral de generación en generación, por lo que con frecuencia se ha planteado el problema de la fidelidad de su conservación a través del tiempo a consecuencia de los olvidos, omisiones y otras distorsiones.

Ante este problema, el filólogo Milman Parry y el profesor de literatura eslava Albert Lord crearon la teoría oral-formularia, que plantea que los cantos orales no se conservaron mediante la memorización textual, sino a partir de la retención de patrones de las estructuras básicas del relato (fórmulas) de tal suerte que, si bien se pueden presentar variaciones en la literalidad a lo largo del tiempo, el sentido general de la historia se mantiene. Los patrones rítmicos, pues, cumplen una función mnemotécnica al fijarlas en la memoria de los cantores, quienes iban trasmitiendo a través de las generaciones la historia de sus pueblos. El ritmo del canto –en sus constancias y variaciones tonales– cumple un papel que excede el mero goce estético. Es decir, las melodías y ritmos son herramientas para fijar en la memoria los hechos, por lo que la función musical está estrechamente relacionada a la salvaguarda de los saberes de los pueblos.

HEREDERO DE UNA TRADICIÓN

Para Parry, Homero no sería más que un compilador muy posterior que dio unidad a una vasta tradición oral de diversos dialectos que lo precedió y que se mantuvo relativamente inalterable a través del tiempo gracias al mecanismo de la oralidad que ya hemos mencionado. En efecto, se ha llegado a dudar de la existencia histórica de Homero o que este haya vivido en el tiempo en que se dice que vivió, el siglo VIII antes de nuestra era, puesto que la escritura en Grecia se desarrollaría en tiempos posteriores.

Sin embargo, en defensa de la hipótesis unitaria, que atribuye La Ilíada a un autor único, el poeta y crítico literario norteamericano Adam Kirsch alega que es posible apreciar una estructura formal constante en el poema, constituido por hexámetros dactílicos, es decir, cada línea está conformada por versos de seis grupos de sílabas, una larga seguida de dos breves.

Además de ello, apunta al empleo permanente de descripciones fijas aplicadas a personas o cosas a las que se recurre de manera constante: “Hera de brazos blancos”, “Aquiles de pies veloces”, “mar oscuro como el vino”, “Héctor el del tremolante casco”, etc.


 

LA MARCA DE LA GUERRA

Si como hemos dicho al principio la poesía es fruto del horror ante la tragedia humana, Emiliano R. Fernández rinde con creces tributo a esta tesis, sobre todo con sus poemas épicos escritos durante los intermedios en las batallas de la Guerra del Chaco. La fuerza de su legado, además de su calidad técnica y expresiva, sin duda está abonada por el favorable contexto de que la memoria histórica nacionalista en el Paraguay sigue aún hoy muy marcada por las dos grandes contiendas que enfrentó el país durante los siglos XIX y XX. Esto al punto de que, al decir del profesor alemán Wolf Lusting, epopeya e historia pasaron a ser expresiones sinónimas.

Aunque Emiliano en sus inicios se hizo conocido recorriendo el país recitando y cantando sus poemas, que ocasionalmente publicaba en revistas de la época, su creación lírica fundamentada en la oralidad precede a la escritura y la trasciende a través de la música.

Pero más que un mero poeta de la tradición popular, como bien observa el escritor rosarino de origen paraguayo Mario Castells, Emiliano cabe en la definición de lo que es un intelectual, es decir un “individuo que construye imaginarios”.

Así, Emiliano pasó a ser parte de la conciencia de la nación, por lo que en los actos de tinte patriótico no puede faltar la interpretación de sus obras, en especial 13 Tuyutí, regimiento del cual formó parte en la Guerra del Chaco. Esta obra se refiere a un episodio específico de la guerra, la batalla de Nanawa, librada desde el 20 al 26 de enero de 1933.

UN HIMNO ÉPICO


Para analizar este poema tomaremos como punto de partida un estudio realizado por el docente de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) Óscar Pintasilgo Solís titulado Análisis de la retórica de la canción 13 Tuyutí, de Emiliano R. Fernández. Saltando el preludio y la glorificación a las tropas que tomaron parte de la batalla, una de las más notables características de la poesía épica que presenta esta obra es el ensalzamiento de los héroes guerreros, en este caso el general de División Luis Irrazábal, el coronel Francisco Brizuela y el general de División Francisco Caballero, que son presentados los dos primeros como guitarra del diablo y el tercero como león chaqueño. Para facilitar la comprensión de esta pieza que al traducir pierde gran parte de su valor hemos adaptado la letra a la grafía guaraní actual.

“Mi Comando Irra, hendive Brizuela / mokoīve voi aña mbaraka / Ha el león chaqueño ijykére kuéra, / mayor Caballero ore ruvicha”. (Mi comandante Irrazábal, con él Brizuela / los dos son guitarra del diablo / y el león chaqueño a su lado/ el mayor Caballero, nuestro jefe).

Con respecto al valor histórico del relato, cabe destacar un fragmento que hace referencia al intento boliviano de tomar el fortín Nanawa mediante una maniobra envolvente para salir al río Paraguay a la altura de la ciudad de Concepción y controlar de esa manera un eje logístico de importancia para el Ejército paraguayo. Sin embargo, la estrategia resultó un rotundo fracaso para los bolivianos al mando del general alemán nacionalizado boliviano Hans Kundt, que planificó la operación ignorando las condiciones del Chaco como la falta de agua dulce.

“Reínte voli heko ensugūyva / ndohechamo’ãi y Paraguay. / Oihaperãme ipopía rasýva / Regimiento 13, kavichu pochy” (Inútilmente, Bolivia, de malas intenciones, / no verá el río Paraguay / Estará en su camino con doloroso aguijón/ el Regimiento 13, avispón furioso).

SÁTIRA

En otro pasaje Emiliano apela a un recurso que fue ampliamente utilizado en la Guerra contra la Triple Alianza en los diarios de trinchera como Cabichuí, la ridiculización del enemigo refiriéndose con sorna al jefe militar de las tropas enemigas, que se toparon ante una sólida puerta impenetrable en las defensas paraguayas.

“Kundt ko oimo’ãnte yvypyro / Ojuhúta ápe pire pererî / Ha ojepojoka gringo tuja výro/ Nanawa rokême ojoso itî”. (Kundt habrá imaginado al principio/ que encontrarían aquí a gente floja / Y se rompió las manos el gringo viejo tonto/ Contra las puertas de Nanawa se aplastó la nariz).

Así también, es posible encontrar referencias temporales específicas que narran los episodios bélicos en las que, como es lógico, no están ausentes las apreciaciones personales del autor, que emplea metáforas para describir la situación.

“Oguahê jave 20 de enero / Iko’êha’ára vierne rovasy / Ohuã'iva’ekue a sangre y fuego/ Oikepávo ápe ña boli memby./ Ko’êtî guive ore retén dospe / Kundt rembijokuái ndikatúi oike / Osegui hapére Rodolfito López / Mboka’i ratápe ohovapete”. (Cuando llegaba el 20 de enero/ amanecía un viernes triste,/ acudieron con sangre y fuego / irrumpiendo aquí los hijos de Bolivia. Desde el amanecer en nuestro Retén Dos/ los enviados de Kundt no pudieron ingresar / porque les salió al paso Rodolfito López / con el fuego del fusil los abofeteó).

 

Emiliano R. Fernández junto con su madre, Bernarda Rivarola

 

EL INFIERNO

En un pasaje homérico de potente estrofa, Emiliano ofrece una descripción descarnada del campo de batalla cuando los soldados paraguayos con machete en mano, como si fueran a limpiar la chacra, hacían caer las cabezas del enemigo por doquier. Con seguridad este episodio impresionó profundamente al poeta, que compara la escena con las profundidades del Hades cuando la ira está de fiesta, y asegura que solo aquellos que vieron y escucharon lo ocurrido podrán creerlo.

“Ava’i akângue ko’ápe ha pépe/ Akã Vera kuéra omosarambi/ A lo chirkaty machéte haimbépe/ ikokuepeguáicha lo mitâ okopi”. (Cabezas de indiecitos aquí y allá los (del regimiento) Acá Verá esparcían/ Como en el chircal con el filo del machete como en su chacra los muchachos carpieron).

“Péichane voi aipo Aña retãme/ la mba’e pochy ifunsionjave./ Ohecha, ohendúvamante ogueroviáne / Nanawa de Gloria fárra karape”. (Seguramente es así en el infierno / cuando la ira está de función / solo el que ve y el que escucha creerá / el enfrentamiento que hubo en Nanawa de Gloria).

Por lo demás, no dejan de resultar curiosos los eufemismos y las traducciones pacatas de expresiones como “ava”, que si bien en el guaraní originario se utiliza de manera neutra para referirse al hombre, en el jopara o guaraní paraguayo es una expresión marcadamente peyorativa para aludir a los indígenas.

Si en un primer momento se festeja que “ndopamo’ãiha (no va a terminar) la raza guaraní”, reivindicando la herencia indígena en la cultura paraguaya, a reglón seguido se trata despectivamente al enemigo de “ava’i” (indiecitos) o “tembiguái ava” (indios serviles), ya sea en referencia a los bolivianos propiamente o a los indígenas chaqueños reclutados como guías, la más de las veces de manera forzosa.

En definitiva, Emiliano resume la paraguayidad en su más amplio sentido, desde la lengua en la que habla, el jopara; sus fervientes sentimientos nacionalistas y las contradicciones identitarias en su relación ambigua con el ser indígena del que se dice heredero.