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Varios países han protestado por la violación de su espacio aéreo durante las operaciones de los drones estadounidenses (internet) |
En una
reciente entrevista al periodista uruguayo Washington Uranga, le consultaba
sobre un artículo en que hacía alusión a cómo los medios editorializan no solo
en lo que dicen, sino también en lo que callan. Uranga respondía que al omitir
determinadas situaciones los medios cercenan el derecho de las audiencias a la
vez que distorsionan los hechos. “Tan grave como mentir es omitir”, aseveraba.
Ahora bien,
hasta ahora puede verificarse que el concepto de derecho a la libertad de
expresión se ha sobrepuesto al de derecho a la información privilegiando a los
medios por encima del público, al que habla por encima del que escucha. (Y
cuando decimos escuchar no nos referimos a un acto pasivo, sino al hecho de
informarse de lo que ocurre en la sociedad para participar activamente en
ella). En consecuencia, los medios actúan como si fueran los amos y titulares
de la información tomando y desechando a su arbitrio.
Sin embargo,
ese bien público que es la información pertenece a todos los ciudadanos, que
delegan en la prensa su administración como delegan en los funcionarios electos
la administración del Estado. Al igual que en un Estado democrático estos se
deben a aquellos, una prensa que se precie de democrática tendría que deberse a
la ciudadanía.
Por tanto,
las supresiones constituyen una violación al derecho a la información
equiparable en gravedad a los ataques contra la prensa registrados a diario.
Ante estos abusos existen innumerables organizaciones encargadas de denunciar
los atropellos contra la libertad de expresión, pero ¿quién nos protege de lo
que los medios no nos cuentan? Ante estas faltas estamos simplemente indefensos.
Saco esto a
colación a propósito de un reciente episodio en que la prensa norteamericana
tuvo que admitir que no informó sobre la base de drones (aviones no tripulados)
de la CIA en Arabia Saudí y desde la que se emprendían ataques contra presuntos
terroristas. ¿El motivo? Lo que siempre argumentan los gobiernos para no rendir
cuenta de sus actos: razones de “seguridad nacional”.
“Una vez más,
los medios estadounidenses fueron descubiertos en flagrante delito de colusión
para ocultar secretos del gobierno que hubieran merecido las portadas. Sus
excusas para ocultar esas informaciones son livianas”, acusó sin ambages el
periodista inglés Glenn Greenwald, del diario The Guardian, citado por la
agencia AFP.
Lo
particularmente grave del caso es que el Washington Post decidió publicarlo
cuando se enteró de que otro medio –la agencia AP– había decidido romper el
acuerdo establecido con el gobierno para ocultar el asunto bajo el supuesto
riesgo de que Al Qaida emprenda acciones. Así también The New York Times
reconoció que tenía conocimiento del tema desde hace un año pero no lo reveló a
razón del mismo pacto.
En
declaraciones reproducidas por el mismo despacho, el profesor de periodismo Dan
Kennedy sostuvo que los medios “intentan congraciarse con la administración (de
Barack Obama) de una manera totalmente inapropiada para una prensa
independiente”, al hacer referencia a la relación del episodio con la
comparecencia de John Brennan, supervisor de los programas de drones, ante el
Senado para su confirmación como titular de la CIA.
Por lo tanto,
la falta fue rectificada no para reparar el violentado derecho de los
ciudadanos de estar informados, sino para ganarle la mano a la competencia en
el preciado mercado de las primicias. Esto nos revela –por si hicieran falta
mayores elementos– lo que en esencia significa la información para las empresas
periodísticas (simple mercancía) y que en los casos en que los dividendos
radiquen en dejar de informar estarán muy bien dispuestas a callar y ocultar.
Incluso asumiendo
que no haya existido coacción a la prensa de parte de un gobierno para ocultar
su accionar y que, por lo tanto, no se haya vulnerado el derecho a la libertad
de expresión, sí se vulneró el derecho de las audiencias de acceder a esa
noticia. En definitiva, tomando las palabras del autor brasileño Barbosa Lima
Sobrinho (citado por Loreti, 1995), “el derecho a la información no se limita
al periodista que lo utiliza, sino también al público que de él se sirve. Y es
así porque en relación al periodista deja de ser un derecho para convertirse en
un deber, el deber de informar”.
Informe sobre el uso de los drones con fines de espionaje interno
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