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Néstor Castro y Rubén Villalba (internet) |
Una
elegía a esa tierra ausente, marcada por el exilio y la sangre, los
versos de Hérib Campos Cervera retratan la lejana evocación de esa
entidad que habitamos y nos habita. Un puñado de tierra con “la
sonrisa y la sangre de tus muertos”. Por un puñado de tierra, por
eso, las balas, la muerte y la cárcel.
“Por
un pedazo de tierra oiko péa orerehe”, explica Néstor Castro a la
delegación de artistas, intelectuales y activistas que fueron el
pasado sábado 2 de marzo a llevar su apoyo a los presos en huelga de
hambre que exigen la libertad de los campesinos encarcelados por el
caso Curuguaty.
Entre
las rejas del penal La Esperanza, y a 33 días de haber iniciado la
huelga de hambre, reafirma que estando ya sea dentro o fuera seguirá
luchando por la causa nacional, la recuperación de la soberanía y
las tierras del Estado.
“Jahypýi
ko yvy tome’ê hi’a/ Ñamboapy ko sapukái/ yvytu vevére ñahendu
iñe’ê/ ñande kóga purahéi. (Reguemos
esta tierra para que dé sus frutos/. Juntemos este grito/. En el
vuelo del viento escuchamos su palabra/ el cantar de nuestros
cultivos”. Alberto Rodas canta ese homenaje al chokokue, Ñemitÿ,
melodía de José Asunción Flores con letra de Carlos Federico
Abente. ¿Dónde están? “Están allí donde ya no podrán morir”,
prosigue.
Mario
Casartelli reclama en su guitarra que “Algo tenemos que hacer” y
el poeta Ricardo de la Vega interpela “A ti, Paraguay”, escrito
que deja como presente a Néstor. El cuadro de Bernard
Hermosa sobre la masacre del 15 de junio marca un horizonte rojizo
sobre el que trazan sus formas la geografía paraguaya, 17 cruces y
un helicóptero policial.
De
carácter taciturno, Néstor responde a las expresiones de apoyo con
breves acotaciones, gestos de asentimiento y los ojos cada vez más
cristalizados. El día de la masacre un proyectil le destrozó la
mandíbula, lo cual le valió dos operaciones, aunque debe ser
intervenido nuevamente porque el platino fue mal colocado.
Fortalecido
por la convicción de estar luchando por algo justo, a sus familiares
y compañeros eleva el mensaje de que “ani pejepy’apy cherehe,
aime en lucha. Ani ñande kane’o (No se preocupen por mí, estoy en
lucha. No nos cansemos).
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La comitiva, frente al penal de Tacumbú (internet). |
Luego
de los efusivos abrazos de despedida, la delegación se traslada a la
penitenciaría de Tacumbú. Rubén Villalba, quien el día de la
visita llevaba 36 días de huelga de hambre, nos recibe sentado en
una cama de la enfermería con una pañoleta en la cabeza que lleva inscripta la
leyenda “libertad o muerte”.
Está
decidido y no claudicará. “Ndaje entregamoái (No me entregaré).
Los latifundistas no pueden beneficiarse de tierras del Estado”,
esgrime al aludir al uso torcido de la figura de la usucapión hecho a
favor de Campos Morombí, pero que por esos actos fallidos que a
veces hacen justicia fue emitida por error con el número de otra
finca. “Tierra fiscal ko ñande mba’e (las tierras fiscales son
nuestras)”, añade.
“Ojalá
el gobierno escuche su grito”, interviene Zully, la solidaria
enfermera de la cárcel y agrega que Rubén está muy débil, con
mareos y necesita ser asistido para ir al baño.
Rubén
sonríe con júbilo cuando se anuncia la guitarreada. Él mismo
empieza con las palmas y luego toda la delegación entona eufórica
la consigna de esta causa. “Libertad, libertad a los presos por
luchar”. Un policía irrumpe en la sala y ordena que se baje el
tono de los cánticos.
Posteriormente,
Villalba reseña sus comienzos en la lucha y cuenta que pusieron
pecho a numerosos desalojos salvajes y que en varias ocasiones fue
perseguido por sicarios de los sojeros brasileños, quienes están
avanzando sobre nuestro territorio y desplazando forzosamente a los
campesinos de sus tierras. Con respecto a Marina Cue, relata que 15
personas fueron asesinadas mientras pescaban o cazaban en los
bosques, que van siendo progresivamente devastados por los cultivos
mecanizados de transgénicos.
Recordemos
que aquellas tierras del Estado reivindicadas por los campesinos
debían ser destinadas a la reforma agraria, pero están siendo
usurpadas por Campos Morombí. Por este legítimo reclamo, en un
procedimiento totalmente irregular, fueron asesinados 11 campesinos y
los sobrevivientes están acusados de asociación criminal, invasión
de inmueble y homicidio doloso en grado de tentativa. También
cayeron 6 policías, que según la versión oficial fueron sin armas
para dialogar. Pero muchos sabemos que la policía no dialoga y que
siempre asesta el primer golpe.
No
existe causa alguna por invasión contra la empresa del fallecido
jerarca colorado Blas N. Riquelme, el verdadero invasor en esta
historia. Completan el elenco el fiscal colorado Jalil Rachid y el
juez José Benítez, quien dictara la viciada orden de allanamiento
que derivó en la matanza y es cuestionado por el rol que desempeñó
en la fraudulenta usucapión a beneficio de Campos Morombí.
Pero
en medio de todo este cuadro, y reduciendo a polvo y cenizas el
oprobio, auguramos a la lucha campesina el mismo desenlace que el de aquellos versos del poeta: “Un puñado de tierra./Eso quise de ti.
/Y eso tengo de ti”.
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