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Fotografía de Irina Rivero que retrata a los guaikurú en las festividades de San Pedro y San Pablo, Altos, 2008 |
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Gizella Alvarenga (foto de Leonardo Méndez) |
Bajo
el título de “Ceremonias”, la arquitecta Gizella Alvarenga Codas
desarrolla un trabajo sobre el uso del espacio social en las
festividades de San Pedro y San Pablo en una comunidad campesina de
Itaguazú, Cordillera de los Altos. Su investigación, presentada
como tesis de grado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad
Nacional de Asunción, fue reconocida con la segunda mención
internacional en la XVIII Bienal Panamericana de Arquitectura de
Quito.
“La
arquitectura necesaria-la ciudad necesaria” fue el lema de dicha
bienal, realizada en noviembre de 2012 y en la cual se desarrolló el
Concurso de teoría, historia y crítica de la arquitectura, el
urbanismo y el paisaje. El jurado –integrado por los arquitectos
Patricia Rodríguez (Cuba), Jorge Ramos (Argentina) y Antonio Narváez
(Ecuador)– destacó del trabajo de Alvarenga Codas “el valor
testimonial, la puesta en valor del sitio y el rescate de la
evidencia a través de la ritualización de la vida cotidiana de la
cultura ancestral”.
La
autora señala en esta entrevista que el objetivo de estudiar las
prácticas rituales en su relación con el espacio social pretende
darle un impulso a la arquitectura para que “vuele a la altura de
valles y montes”. Asimismo, explica que el trabajo va en búsqueda
de nuevas fuentes a fin de construir una arquitectura humanizada y,
en tal sentido, dirige la mirada al sentido del rito como un texto
temporal y espacial.
–La
obra comenzó como una tesis de grado con la tutoría del antropólogo
Guillermo Sequera. El afán fue de contribuir al avance de la
arquitectura paraguaya, eliminando así la figura del arquitecto de
casas al estilo Miami Beach, para pasar de la disciplina
arquitectónica dura, rígida y pocas veces humanizada, a servir a
soluciones de problemas de habitabilidad de los ciudadanos comunes.
–¿Cómo
en se cruzan en la investigación la arquitectura y la antropología?
–Cuando
decidí llamar a esta investigación “Ceremonias” fue con la idea
de profundizar las figuras de quienes convocan a participar de estos
rituales; quienes, coincidentes con la coreografía cosmogónica del
imaginario colectivo, deciden mostrar a la comunidad sus prácticas
ritualizadas, repetidas en tiempos anuales, para lograr mantener a la
comunidad viva en sus memorias.
Para
pensar y analizar la arquitectura definitivamente debe reflexionarse
profundamente a partir de lo que pervive en las comunidades
culturales, en la creación y reproducción de sus espacios
ritualizados. Es por esto que también en el ámbito académico de la
Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte de la UNA, en la materia
donde desde hace más de cinco años asumo como auxiliar, con Mito
Sequera decidimos continuar el trabajo colectivo junto con los demás
profesores, para hacer que la mirada de la arquitectura vuele a la
altura de valles y montes.
En
este espacio de trabajo contamos con grandes arquitectos de prestigio
internacional, como Solano Benítez y Javier Corvalán, entre otros.
Desde el inicio propusimos como grupo abordar el pensamiento crítico
e investigativo de la materia.
–En
las celebraciones que describís las escenas representan a los kamba
y guaicurúes en función del papel que cumplían, pero ahora
retratados en ausencia. ¿Qué lugar ocuparon en el origen de estos
ritos el “indio” y el “negro” y cuál es su rol actual?
–La
primera vez que en el ámbito académico tuve la oportunidad de
exponer las razones que generaron esta investigación de alto
contenido cualitativo, me enfrenté al verdadero atraso mental y
ultraconservador de la casa académica. Eso hizo que mi búsqueda se
fortalezca en la medida de la profundización de la lectura de los
documentos y fuentes de primera mano, con las que se realizó esta
labor investigativa. Así fui descubriendo que dos personajes de gran
significación aparecen en diversos momentos, en los cuales se
posicionan como personajes periféricos, y en otras protagonizan las
escenas centrales.
Kambas
y guaikurúes han sido las comunidades originarias de los territorios
de La Cordillera. Por un lado, el grupo afro fue distribuido en
diversos pueblos, y por el otro, los indígenas guaikurúes que iban
bajando desde el Norte Oriental defendiendo sus tierras de los
ataques paulistas. En un relato compacto de la historia se puede
señalar que pudieron haberse trasladado de territorio con aquel
primer Altos, fundado más al Norte, como se indica en una de las
cartografías del libro, documento hecho con base en cartografías
del arquitecto argentino Ramón Gutiérrez (quien fue el autor de uno
de los libros que mejor describe hechos arquitectónicos ligados a
breves reseñas históricas, que data de 1982).
Hoy
estos son personajes míticos que fundan el relato de los primeros
ocupantes, donde se exalta la libertad de los kamba representada en
personajes enmascarados sumado a la estética guaikuru, que tras el
rapto de las mujeres, avivan el fuego central con entrantes y
salientes del centro unificador de la noche, dando lugar a una
coreografía mitificada que actualiza a la comunidad los hechos que
marcaron los fundamentos del año.
–En
el libro se aprecian muchas prácticas de inspiración indígena pero
con nombres cristianos. ¿Cómo opera el desplazamiento de la
simbología indígena hasta llegar cristianizada en esta población
campesina?
–La
colonización ha catequizado a los pueblos originarios, es decir,
desembocó en la conquista de la religiosidad. Así, logró
identificar las imágenes de los santos al calendario de los rituales
agrícolas.
Los
indomables que habitaban esas tierras no se dejaron reducir, y
siguieron haciendo los rituales a los que habitualmente estaban
acostumbrados. Y lo siguieron haciendo, así como cuentan tantas
historias de afuera también, en las que el colonizador hizo
coincidir calendario agrícola con calendario colonizador, para poder
paliar aquella irreductibilidad no coincidente en un principio.
La
fiesta del fuego, del solsticio de invierno, entonces pasa a ser la
de San Juan, o San Pedro y San Pablo en comunidades más bien
agrícolas. La del solsticio de verano coincide con la Navidad
cristiana.
Considero que en el sector de La Cordillera se dio
el fenómeno de localización de comunidades indígenas y de negros,
donde se hacían estos rituales de origen agrícola, que hoy asumen
ciertos personajes como son los kamba y guaikuru, quienes
probablemente hayan sido los primeros partícipes de estas ceremonias
–En
los fundamentos de la investigación apuntás que el objetivo es
examinar la producción de los espacios y su vinculación con el
ejercicio y práctica social del ritual. ¿Cuáles son los hallazgos
y apariciones manifestados en esta búsqueda?
–El
valor más intenso que he encontrado en las prácticas de
socialización espacial representadas en rituales dentro de la
comunidad de Itaguazú, es la puesta en escena de los fundamentos de
identidad colectiva local. Ante todo, las cualidades sensibles del
espacio campesino, a flor de piel, en las entrevistas profundas y
acercamientos casuales ordinarios y extraordinarios a los pobladores,
las hicieron distinguir como comunidad. Lo provocativo fue pensar
¿cómo asegurar este bien patrimonial inmaterial obtenido? Mi
respuesta fue el sistema de documentación, ordenación y puesta en
página de los hechos e historias que basan su existencia en ejes
transversales que desfiguran toda disciplina académica. Esto ha sido
fruto de la metodología de aproximación investigativa para
reflexionar sobre el Paraguay, buscando siempre la oportunidad de ser
los generadores de la integración regional latinoamericana y
caribeña.
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