Durante una quieta y lluviosa noche de guardia en el hospital, una enfermera recibió en su puesto a una mujer en avanzado estado de gravidez. Había algo inusual en aquella paciente.
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Foto: Haunted hospitals |
Llegó empapada al
hospital y tras cambiarse se hizo un té para calentarse un poco. La compañera del
turno anterior se marchó y el médico de guardia fue a darse un descanso. Terminó
su primer recorrido. Se hizo otro té y se lo tomó en su puesto. Luego hizo la ronda
de las diez, cambió unos sueros, administró unas medicaciones y fue nuevamente
a sentarse en la guardia para aguardar si se presentaba algún caso de urgencia.
Los minutos parecían
horas en aquella tranquila y lluviosa noche de sábado. Los pacientes internados
dormían apaciblemente, no había ningún nuevo ingreso y hasta le pareció que
ella era la única persona despierta en toda la villa, ya que afuera no se
escuchaba nada más que la borrasca.
Ya era medianoche, paró
la tormenta, pero seguía cayendo mucha agua. El temporal había refugiado a toda
la ciudad al interior de sus casas; no hubo ningún contuso herido en alguna
riña o de esos motociclistas accidentados que nunca faltan los fines de semana.
Cada tanto se escuchaba a lo lejos algún carro de bomberos.
-Será algún árbol caído
o cables sueltos. Solo eso y nada más –se dijo a sí misma como si su
pensamiento pudiera conjurar la amenaza de una tragedia.
Sintió muy secos los
ojos y los cerró un momento para descansar. Hizo un leve cabeceo somnoliento e
instantes después se reincorporó con cierto sobresalto. Se había quedado
profundamente dormida por unos breves segundos. Hubo un pestañeo de luz y luego
escuchó que se activó el motor del generador, por lo que dedujo que hubo un
corte de electricidad.
Miró el reloj y vio que
eran apenas las 00:05. De pronto advirtió a una mujer embarazada que ya estaba
cerca de dar a luz parada frente al escritorio del puesto de guardia. A pesar
del largo espacio que la separaba de la entrada principal, en ningún momento advirtió
cuando la mujer pasó a través de la puerta de blindex a pesar de que desde su
lugar tenía una amplia vista hasta las escaleras.
-Buenas noches –saludó
serenamente la mujer encinta sin dar ninguna muestra visible de dolor, aunque
tenía el rostro tan pálido que le extrañó que pudiera mantenerse aún de pie.
-Buenas noches, señora,
cómo se siente –preguntó la enfermera.
-Creo que ya voy a
tener a mi bebé –le respondió.
-Siéntese ahí, voy a registrar
sus datos y luego voy a traer una silla de ruedas para llevarla a la sala de
partos –le indicó la enfermera. Fue rápidamente a avisar al doctor y trajo la
silla para trasladar a la paciente.
Sin embargo, cuando
terminó de atravesar el pasillo y llegó nuevamente al puesto de guardia, la
mujer ya no estaba. Con paso apresurado fue hasta la puerta de salida y dirigió
la mirada hacia todos lados buscándola, pero afuera todo estaba a oscuras y no
alcanzaba a distinguir ninguna forma más allá de unos pocos metros.
-¿Viste a alguna mujer
embarazada salir hace un momento? –le preguntó la enfermera al guardia.
-No, nadie entró ni
salió por este acceso hace ya un buen rato –respondió el vigilante.
Antes de volver a
entrar, la enfermera escudriñó hacia ambos lados de la calle como intentando
perforar la negrura, pero todo estaba desierto. No se escuchaba otro sonido más
que el de las gruesas gotas de lluvia que se estrellaban contra el asfalto y
destellaban bajo la luz intermitente de los relámpagos.
2 comentarios:
Son fascinantes los relatos de hospitales. Me encanta !
Muchas gracias, Elsa. Realmente tienen una cierta energía, especialmente durante las noches.
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