sábado, 22 de mayo de 2021

Una aparición

Una noche fría y lluviosa, cuando volvía a mi casa en colectivo, al pasar frente a la floricultura advertí la presencia de una extraña mujer vestida enteramente de blanco. Hasta ahora pensé que todo pudo haber sido solo un sueño, pero no soy la única persona a la que se le ha aparecido... 


Imagen ilustrativa: de 24con.com

 

Esto que les voy a contar me ha ocurrido hace mucho tiempo, ya hace casi veinte años, mientras viajaba de regreso a casa a bordo de la desaparecida Línea 25. Yo entonces estudiaba en Asunción y para volver a Villa Elisa tomaba el último bus que salía de Sajonia a las diez de la noche.

Luego de la larga travesía, llegaba casi invariablemente cerca de la medianoche. Incluso en días normales, el último tramo del trayecto lo hacíamos apenas unos pocos pasajeros. Sin embargo, en aquella noche fría y lluviosa solo quedábamos el chofer y yo.

Durante todo este tiempo he intentado convencerme de que se trató solo de un sueño, pero en los últimos días he leído en las redes el relato de muchas personas que narran una experiencia similar a la que yo viví aquella noche al cruzar en colectivo frente al famoso vivero, más conocido como la floricultura.

Hay varias historias sobre personas muertas en circunstancias trágicas en esa zona, desde una mujer de avanzada edad que fue arrollada por un micro hasta ahorcados en las ramas de un enorme árbol ubicado a la vera de la calle que hace una intersección en cruz con la avenida Américo Picco, a medio camino entre el predio de un cementerio privado y la comisaría.

Siempre fui muy escéptico y nunca presté importancia a las historias sobre apariciones o las visiones sobre presencias luminosas a manera de fuegos fatuos que supuestamente se manifestaban a los transeúntes nocturnos.

Pero les decía que era tarde, hacía frío y caía una fuerte llovizna. Yo cabeceaba débilmente aletargado. De repente me desperté luego de pegarme un golpe en la cabeza contra la ventanilla a causa del brusco giro realizado por el conductor al salir de la calle empedrada del cementerio para tomar el asfaltado rumbo al centro de la ciudad.

Hasta el momento en que el chofer aceleró la marcha para hacer la cuesta arriba de la floricultura no me había percatado de la presencia de una pasajera en el asiento del fondo, del otro lado de la ventanilla. 

No le presté mucha atención al hecho, pues supuse que se había subido en algún momento que me quedé dormido. Era una mujer muy vieja que estaba enteramente vestida de un blanco reluciente. Esto sí despertó mi curiosidad, pues era difícil imaginar cómo alguien pudiera llevar la ropa tan pulcra en medio de los charcos y el barro.

Estaba pálida e inmóvil hasta que de pronto sacó un cigarro del bolsillo de su vestimenta y se puso de pie dirigiéndose hacia mí.

-Nde mitãkariaʼy, ikatúpiko jaipurumi nde rata. Apitamíta porque che ro’yeterei –me dijo la anciana extendiendo su cigarro como pidiéndome que lo encendiera.

Sin tomarlo, hurgué en mi mochila en búsqueda de un encendedor. Cuando al cabo de unos segundos que parecieron eternos al fin lo encontré, lo prendí y, mientras me aprestaba a dirigir la llama hacia el cigarro de la mujer, de súbito advertí que en el colectivo no había nadie más que el chofer y yo.

 

Captura de pantalla de uno de los tantos videos compartidos en los grupos de Facebook de Villa Elisa por personas que aseguran haber visto presencias fantasmales en la calle de la floricultura.