sábado, 22 de agosto de 2020

Presente musical en tiempos de pandemia: compositor ofrece gratuitamente un mix de sus obras

El intérprete y compositor paraguayo de guitarra clásica Juan Adolfo Duarte pone a disposición del público de manera totalmente gratuita un mix de piezas que conforman los tres discos que ha lanzado hasta el momento a lo largo de su carrera: “La guitarra en Paraguay” (2011), “Panambi raity” (2015) y “Estaciones” (2020), lanzado el pasado abril en diversas plataformas virtuales.

El intérprete y compositor paraguayo de guitarra clásica Juan Adolfo Duarte.


En “La Guitarra del Paraguay. Vol. 1”, Duarte reúne interpretaciones de obras de Agustín Barrios y Felipe Sosa así como composiciones de su autoría. El álbum está disponible en YouTube y tiene una duración total de 43 minutos y 42 segundos.

Tiene un total de 12 tracks: El último tren (Juan Duarte), Villancico de Navidad (Agustín Barrios), Laila (Juan Duarte), Villa Alondra (Felipe Sosa), May's Love (Juan Duarte), Ha che valle (Agustín Barrios), Pequeña arpa de seis cuerdas (Juan Duarte), Oración, (Felipe Sosa), Londón Karapé (Agustín Barrios), 12 Días (Juan Duarte), Suite paraguaya - Amo a mi patria (Felipe Sosa) y, por último, Adiós Papillons (Juan Duarte).



Cabe mencionar que respecto a su segundo disco, “Panambi Raity”, el autor afirma: “Se trata de la alegoría de una búsqueda, principalmente de transformación de la vida y de los sueños. Para muchas culturas el panambi (mariposa) simboliza la metamorfosis, el transitar de un huevo, a una larva, a un capullo que luego adquiere alas y vuela. También hay una intención de sacudir la quietud, retomando esa famosa figura de que el aleteo de una mariposa puede generar un huracán al otro lado del mundo”.

En tanto, sobre “Estaciones” refiere que “es la metáfora de un anhelo que tiene como inspiración y fuente el ferrocarril, ese lugar común del techaga’u paraguayo que resume las remembranzas del pasado y la búsqueda constante de nuevos confines donde recomenzar todo de nuevo.”.


Sobre el motivo que lo llevó a producir este cuarto disco a manera de síntesis de su obra como compositor e intérprete, refirió que además de brindar un presente a toda la gente que lo acompañó y vivió su música tras el lanzamiento de “Estaciones”, ya en plena pandemia en abril pasado, al mismo tiempo su objetivo es rendir tributo a sus dos maestros, Agustín Barrios y Felipe Sosa.

Felipe Sosa, guitarrista y docente, publicó el año pasado sus “Memorias”. Foto: UH

Sobre este último refirió que hace poco debió enfrentar una dura prueba ante la vida durante esta pandemia y al superar el cuadro por el que estaba atravesando quiso homenajear al músico caazapeño interpretando las obras cuya transcripción le fueron encomendadas por su guía y maestro en ese largo camino de una década que le llevó convertirse en profesor superior de guitarra clásica en el Conservatorio Nacional de Música.

"Un día me llama Felipe y me dice que está internado y debe ser sometido a un cateterismo. Con firme voz corta la llamada diciéndome: ‘Nos vemos luego’. Yo no tuve otra idea más que tocar todas sus obras que me mandó editar y así transmitir mi más sentida admiración y amor a él. Hice eso con mayor intensidad en las horas de su cirugía. Hoy Felipe está acompañándome en esta tierra. En resumen, es un homenaje a mis dos héroes que vivirán en mi corazón por el resto de mis días”, relató.

Cabe recordar, por otra parte, que en mayo del 2019 Sosa publicó un libro bajo el título de “Felipe Sosa. Memorias del maestro, intérprete y compositor”. El autor explica al respecto que el material resume sus casi seis décadas de carrera musical y que, a la vez, es una suerte de testamento de su obra y el anuncio de su retiro definitivo de los escenarios a raíz de su delicado estado de salud, pero no así de su labor docente y de compositor, que la sigue realizando en la medida de sus posibilidades a pesar de que ya no brinda presentaciones ante el público.


sábado, 15 de agosto de 2020

“Asunción está resignando la posibilidad de ser su mejor versión posible para todos”, afirma arquitecto

Con motivo del aniversario de la ciudad de Asunción, al cumplirse este 15 de agosto 483 años de su fundación, conversamos con el arquitecto Carlos Zárate, docente y coordinador del Área de Teoría y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte (FADA) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), sobre la situación actual de nuestra capital y su visión sobre cuáles podrían ser las propuestas para hallar una solución que revierta el franco deterioro de su patrimonio histórico.

Imagen: Fotociclo

Aunque evita aventurarse a ser categórico respecto a una fórmula que remedie los múltiples males que la aquejan, sostiene que esta, de existir, debe estar basada “en el entendimiento y la valoración de la importancia de todos sus antecedentes y la riqueza de su variedad en todos los ámbitos posibles”.

No obstante, sí es concluyente al afirmar su oposición al otorgamiento de exoneraciones impositivas a los propietarios de edificios históricos en mal estado a cambio de su conservación, tal como se planteó tras el incendio que afectó al edificio del excine Victoria. Así también, señala que la proliferación de viaductos como modelo de intervención urbana revela la existencia de un modelo pensado para los automóviles en lugar de soluciones basadas en la diversificación de las alternativas de transporte, lo cual atribuye al hecho de que el sistema de transporte público es privado.

Arquitecto Carlos Zárate, docente y coordinador del Área de Teoría y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte (FADA) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA).

¿Qué diagnóstico y qué propuestas de solución se pueden hacer para remediar la actual situación de la capital de nuestro país?

Al igual que muchas otras ciudades, Asunción se construyó a lo largo de la historia con solidaridad entre vecinos, adaptación al entorno, sueños de mejores tiempos, alegrías, dolores, fracasos y esperanzas. Para poder acercarnos a un diagnóstico certero de la situación actual de la ciudad, tenemos que incluir esos elementos en el análisis. Si no lo hacemos, el resultado del diagnóstico y las soluciones propuestas siempre van a limitarse a mostrar carencias en función a las ambiciones de apenas una pequeña porción de sus habitantes o en función de representar la idea genérica de ciudad con que la abordará cualquier persona que no esté vinculada a ella. Si consideramos los elementos referidos al principio, vemos hoy una Asunción que crece y cambia –situación lógica, normal y esperable–, pero a una velocidad y dirección que la aleja vertiginosamente de sus propios fundamentos. Asunción está resignando la posibilidad de ser su mejor versión posible para todos, buscando convertirse en lo que terceros indolentes quieren que sea. Y aquí hay que hacer una aclaración importante: muchos de esos terceros han nacido y crecido aquí, pero alimentados siempre con la ambición de convertirla en algo distinto a lo que es, lamentando, desconociendo o despreciando sus componentes más característicos y significativos. Están dentro, la habitan, pero no la sienten ni la entienden.

¿La situación de la ciudad tiene cura o padece un mal que ya está en fase terminal?

Está grave si consideramos que se está alejando de sí misma día a día. Las supuestas soluciones que se la insertan no solo no resuelven los problemas que abordan, sino además generan, como efecto colateral, daños incluso mayores que los que pretenden sanar. Y la situación es tan, pero tan grave, que ya estamos delirando, por ejemplo, al considerar que si cruzamos el río podremos expiar todos nuestros males sentándonos sobre la cabeza de nuestros vecinos del Bajo Chaco.

No sé cuál será la cura, pero estoy seguro de que está basada en entender y valorar la importancia de todos sus antecedentes y la riqueza de su variedad en todos los ámbitos posibles, incluyendo la idiosincrasia de su gente, la exuberancia vegetal, los arroyos, los barrios populares consolidados a lo largo de décadas, las edificaciones modestas que fueron y son escenarios de miles de historias cotidianas, los espacios públicos de distintas escalas, desde calles y plazoletas, hasta parques y la relación de los bordes con el río, donde habita más del 20% de su población.

Ya se fue el “malvado” Plan CHA, pero la sensación que queda es que no estamos mejor, sino todo lo contrario.

Como terminó cajoneado sin ser aplicado, al Plan CHA no se le puede acusar de otra cosa más que de habernos hecho perder tiempo y energías sin llegar a buenos diagnósticos y soluciones. La ciudad no está peor porque no se aplicó ese Plan en particular. Ojalá fuese tan sencillo como eso. Invierto los términos. Ese Plan en particular no llegó a nada porque fue concebido dentro de una matriz muy restrictiva y direccionada, no por los que diseñaron el Plan, sino por los que establecieron las bases de aquel concurso. Burócratas ignorantes y oportunistas que anteponen sus beneficios propios al bien común, por el cual deberían velar celosamente.

El arquitecto Carlos Zárate sostiene que agregar más viaductos y asfalto solo aumenta el problema de la congestión al estimular solamente la movilidad en automóviles. Foto: MOPC.

¿Cómo ves esta proliferación de los viaductos? ¿Son intervenciones bien pensadas y que podrán generar soluciones más allá del corto plazo?

Los viaductos son de los indicadores más precisos para evaluar cuánto de la ciudad en general y del espacio público en particular ha sido consagrado al desplazamiento en automóvil. Nos indican además lo amateur y obsoletos que están los políticos responsables de la incorporación de estos elementos, anclados mentalmente en la primera mitad del siglo pasado, impulsando este tipo de visiones y propuestas hoy ya vetadas en todas las teorías de planificación urbana contemporánea. Los viaductos son soluciones miopes al problema de la movilidad, tan absurdos como tratar con un jarabe expectorante un cáncer de pulmón. El problema de la movilidad es complejo, tiene muchas aristas y debe ser abordado en consecuencia. Agregar más viaductos, más carriles, más asfalto, solamente da espacio para que el problema siga creciendo. Todas las mañanas, un millón y medio de personas de ciudades aledañas hacen decenas de kilómetros perdiendo tiempo, paciencia y dinero para llegar a sus lugares de trabajo en Asunción. Hagamos entonces las preguntas que corresponden ¿Por qué no trabajan en sus ciudades? Porque somos una república descentralizada solo en papeles. ¿Por qué no viven en Asunción? Porque no hay leyes que impidan la especulación inmobiliaria. ¿Por qué se desplazan en automóviles y motocicletas si saturan de esa manera las calles? Porque el transporte público es privado.

El siniestro ocurrido en el excine Victoria trajo nuevamente a colación el preocupante estado del patrimonio histórico de la ciudad. Foto: elpoder.com.

Tras el incendio del excine Victoria, saltó nuevamente al tapete el preocupante deterioro del patrimonio histórico arquitectónico. ¿Qué medidas se deberían tomar para conservarlo y mejorar su estado?

El Estado –a través de sus distintas reparticiones– es el principal responsable de velar por el patrimonio de interés público. Esto no debería ser siquiera opinable. “Soluciones” como las que acaban de anunciar representantes de la Municipalidad, el MOPC y la SNC, basadas en un acuerdo con los propietarios del excine Victoria, en el que se plantea liberar de impuestos a cambio de la puesta en valor del edificio, nos indica, entre otras cosas, un Estado débil e inútil, sin credibilidad, creatividad ni compromiso para defender el bien común. Liberar de impuestos a los grandes propietarios de inmuebles del centro histórico no resolvió antes nada y no lo hará ahora. Los Sabe, Saba, Zuccolillo, Bendlin, Mendelzon y otros no solo son apellidos de propietarios. Son corporaciones con intereses comerciales. Demás está decir, privados. Poseen muchísimo capital, no necesitan que el Estado les esté perdonando nada. Al contrario, debería estar exigiéndoles que cuiden y respeten el patrimonio urbano, con instrumentos legales que van desde las multas hasta la expropiación. Pero con la poca credibilidad que tienen los entes estatales, ¿qué ciudadano saldría a dar la cara y el pecho para defender esas medidas? Ese ciudadano no recibe del Estado la más mínima señal o garantía de que lo recaudado será devuelto a la ciudad de una manera inteligente. Es, claramente, un círculo vicioso. Urge quebrarlo. Y una de las herramientas efectivas para eso, en lo que a conservación de patrimonio arquitectónico y urbano se refiere, es contar con profesionales e instituciones (sobre todo la universidad pública) que entiendan tanto la dimensión técnica del tema como el valor de la cosa pública. Y la defiendan con argumento y sentimiento.

lunes, 3 de agosto de 2020

De cuando al Führer le pintaron la cara en las Olimpiadas de Berlín

A 84 años de las cuatro medallas de oro conquistadas por el afroamericano Jesse Owens en las competencias organizadas por el régimen nazi. La recreación de los hechos en la biopic "Race".

El récord de medallas olímpicas obtenido por Owens no fue superado hasta ahora y solo fue igualado en 1984 por su compatriota Carl Lewis.


Por estas fechas debíamos encontrarnos en pleno desarrollo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, que tuvieron que ser postergados hasta el próximo año a raíz de la pandemia del coronavirus.

Por ello, quiero valerme de la suspensión de las competencias como excusa para hablarles de la película “Race” (2016) y del contexto de los hechos recreados en este filme, que narra una de las más grandes hazañas del deporte de todos los tiempos: las cuatro medallas de oro ganadas por Jesse Owens en las Olimpiadas de Berlín en agosto de 1936, una marca que solo sería igualada casi 50 años después en Los Angeles 1984 por su compatriota Carl Lewis.

El atleta norteamericano –de raza negra, vale subrayarlo– se impuso en las modalidades de 100 metros, 200 metros, salto de longitud y carrera de relevos de 4x100 metros (fue el primer corredor), logrando tres récords mundiales y olímpicos.




Decíamos que era negro y que habría que subrayarlo, pues esos Juegos fueron organizados por el régimen nazi, que utilizó el evento para desplegar un enorme aparato de propaganda supremacista. Owens resultó un tremendo aguafiestas en aquel tenso período –apenas tres años antes de la Segunda Guerra Mundial– al punto de que es el principal ícono de aquellas competiciones. Esto a pesar de que Alemania terminó encabezando el medallero con 89 preseas (33 de oro, 26 de plata y 30 de bronce) frente al segundo, Estados Unidos, con 56 medallas (24 de oro, 20 de plata y 12 de bronce).

Además de la puesta en escena, la injerencia política del nazismo en el campo deportivo alcanzó ribetes de trampa. Especialmente controvertido fue el partido de fútbol en cuartos de final entre Austria, país donde nació Hitler, y Perú. Disputado el 8 de agosto, el encuentro terminó con marcador final en tiempo extra de 4-2 a favor del equipo latinoamericano, que logró imponerse en el alargue a pesar de la invalidación de tres goles.

Sin embargo, el partido fue anulado por supuesta invasión del campo de juego de parte de los aficionados sudamericanos –cuando la inmensa mayoría de los presentes, si no todos, eran austriacos–, por lo que el derbi fue reprogramado. El equipo peruano se retiró en forma de protesta, por lo que la clasificación fue para la escuadra europea.

El boicot

Tras la llegada al poder de los nazis en 1933, hubo varias propuestas para retirarle la sede a Alemania, otorgada en 1931 durante la República de Weimar, así como sucesivos proyectos de boicot, incluyendo en los Estados Unidos. Esto al principio puso en duda la presencia de Owens, quien fue presionado por la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por su sigla en inglés) con el argumento de no legitimar con su presencia al régimen del Tercer Reich.

Según el relato de sus hijas, el atleta decidió finalmente participar debido a que, en pleno periodo de la Gran Depresión, las oportunidades para los negros eran aún más escasas en un escenario ya de por sí complicado por la inveterada cuestión racial. De esta manera, decidió hacerlo con la esperanza de poder consolidar su carrera como deportista a fin de poder hacerse de un mejor pasar junto con su familia en las duras condiciones que debía soportar en su país a raíz de la discriminación.

En tanto, intentando aplacar el movimiento de boicot, Alemania bajó la intensidad de la persecución a los judíos e incluso la delegación olímpica germana estuvo integrada por una espadachina de origen semita, Helene Mayer, quien se alzaría con una medalla de plata en aquellas justas.

La mirada del cine

Algunos de los pasajes más significativos de estos hechos aparecen retratados de manera muy atractiva en la biopic “Race”. Bajo el título de “El triunfo del espíritu” para Latinoamérica, el nombre original es un juego polisémico entre la doble acepción de raza y carrera que encierra la palabra. Dirigida por Stephen Hopkins y escrita por Joe Shrapnel y Anna Waterhouse, esta coproducción canadiense-franco-germana está protagonizada por Stephan James en el papel de Owens (conocido ya por haber encarnado al recientemente fallecido político y activista por los derechos civiles John Lewis en “Selma”, una película del 2014 sobre las marchas por el derecho al voto encabezadas por Martin Luther King). Entre los coprotagonistas se destaca por su actuación Jason Sudeikis, tradicionalmente muy vinculado a las comedias livianas, pero que tiene un estreno dramático brillante en el rol del entrenador Larry Snyder.




Entre tanto, un lugar enigmático es el que le toca a Leni Riefenstahl (interpretada por Carice van Houten), quien fue la designada por el régimen nazi para llevar el registro fílmico de aquel evento. Según podemos ver en “Race”, ante las sucesivas victorias del atleta negro, el jefe de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, ordena que las grabaciones se interrumpan, a lo Riefenstahl se niega y prosigue con su tarea hasta el final.

Respecto a la cineasta alemana se sabe que su documental sobre los juegos se estrenó bajo el nombre de "Olympia" en 1938. Hay datos contradictorios sobre el financiamiento, puesto que algunas fuentes afirman que corrió por cuenta del Ministerio de Propaganda, en tanto que otras señalan que el encargo fue realizado por el propio Comité Olímpico Internacional.

Considerada como una de las mejores 100 películas de todos los tiempos por la revista Time, además del registro documental de las competiciones en distintas disciplinas, incluye encenas de vanguardia para la época con imágenes de la Antigua Grecia con una mezcla de profundo simbolismo y desnudos.

Además de la impactante carrera deportiva de Owens, la cinta también se ocupa de aspectos más íntimos de su vida intentando abarcar en la mayor dimensión posible esa compleja, extraordinaria y contradictoria personalidad, que según sus críticos no supo entender la tarea histórica que le tocó cumplir. Mucho se le ha recriminado, por ejemplo, el reproche a sus colegas Tommie Smith y John Carlos por haber hecho en el podio de las Olimpiadas de México 1968 el saludo del poder negro (el brazo levantado con el puño cerrado), aunque años después revirtió su posición.

Escena de la película “Race”.

Los orígenes de “La bala”

Nacido en los campos de algodón de Alabama en 1913, James Cleveland Owens se instaló siendo aún niño junto con su familia en Ohio huyendo de la segregación del sur. El ambiente hostil en el que creció a raíz de su condición racial habrá resultado fecundo para forjar ese carácter que supo extraer de la adversidad sus mayores lecciones y logros.

Conocido como “La bala”, Owens empezó a ganar notoriedad en el atletismo como estudiante de la Universidad Estatal de Ohio en las competiciones de la National Collegiate Athletic Association (NCAA) logrando ocho títulos entre 1935 y 1936. No obstante ello, junto con otros colegas afroamericanos, debía alojarse fuera del campus debido al segregacionismo. Además, a pesar de sus extraordinarias condiciones para el deporte, nunca recibió una beca y tuvo que trabajar en un taller de calzado, entre otras labores, para costear sus estudios. Entrenaba antes de las clases y trabajaba luego de ellas.

La proeza

Han pasado 84 años de aquel 3 de agosto de 1936, cuando ganó su primera medalla de oro en los 100 metros. Sin embargo, la película se enfoca más en la medalla obtenida el 4 de agosto en salto de longitud con una marca de 8,6 metros. El atleta alemán Carl Long le ayudó (en el film le marca con una toalla el lugar donde debía saltar) para no ser descalificado. Empero, algunos autores sostienen que esta historia es apócrifa bajo el argumento de que un atleta de élite debería saber bien por sí mismo en lugar exacto donde saltar. Luego de finalizada la prueba, ambos se pasan la mano y se abrazan para saludar al público.

Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento”, declaró Owens tiempo después cuando, finalizada la guerra, viajó a Alemania para conocer a la familia de su amigo, quien falleció en combate durante la invasión aliada a Sicilia en 1943.

Sobre su amistad con Long, Owens llegó a decir: “Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento”.

El "desplante"

Un momento central de la película es la escena en la que Hitler, con rostro adusto, se retira del estadio con el supuesto fin de evitar saludar a Owens. Sin embargo, varios biógrafos del atleta sostienen que este aseguraba que Hitler le había saludado y que incluso exhibía una foto que registró ese momento. Se cuenta que Owens había hecho varios esfuerzos para cambiar –sin éxito– la versión oficial de lo ocurrido, que él consideraba incorrecta.

En declaraciones a The Pittsburgh Press el 24 de agosto de 1936, Owens afirmó: “Hitler tenía controlado su tiempo tanto para llegar al estadio como para marcharse. Sucedió que debía irse antes de la entrega de medallas de los 100 metros. Pero antes de que se fuera yo me dirigí a una transmisión televisiva y pasé cerca de él. Él me saludó y yo le correspondí. Creo que es de mal gusto criticarle si no estás enterado de lo que realmente pasó”.

En cambio, el corredor sí se quejó de que el entonces presidente de EEUU, Franklin Delano Roosevelt, un líder tenido por “progresista”, nunca le cursó una invitación a la Casa Blanca y ni siquiera le envió un mensaje de felicitación, tal como era costumbre hacerlo con los atletas que ganaban medallas olímpicas.

Según cuentan los analistas de la época, el motivo habría sido que Roosevelt se encontraba en plena campaña por la reelección y no quería ganarse la contrariedad de los votantes del sur. A más de ello, en una recepción en su honor realizada en un hotel neoyorquino no se le permitió ingresar por la puerta principal, por lo que tuvo que utilizar el ascensor de servicio.

Aquel talento extraordinario tuvo un fin prematuro en el atletismo, puesto que tuvo que retirarse a los 23 años. Por aquella época el amateurismo era un requisito para los atletas olímpicos. Después de su presentación en Berlín fue utilizado por el presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos, Avery Brundage, como un objeto de exhibición hasta que, cansado, abandonó la gira y retornó a su país.

A raíz de ello le retiraron el estatus de amateur, por lo que su carrera deportiva llegó a su fin y sobrevivió dando charlas motivacionales, haciendo exhibiciones en las que corría contra caballos, entre otras actividades, hasta que el 31 de marzo de 1980 un cáncer de pulmón a consecuencia del tabaquismo le costó la vida a los 66 años.

Dicen que fue un héroe contra su voluntad y que no pudo rendir tributo a su propio legado. En cambio, su vida y obra siguen siendo una inspiración para quienes, en el mundo deportivo o fuera de él, intentan forjar su propio destino en un camino no exento de obstáculos, caídas y decepciones, pero al mismo tiempo pleno de victorias y logros inimaginables.