miércoles, 25 de agosto de 2021

El mito fundacional de la alianza hispano-guaraní en la identidad paraguaya

¿El tan declamado "orgullo guaraní" es un aspecto genuino en la formación de la cultura paraguaya o es apenas un lugar común de la retórica nacionalista instrumentalizado para encubrir sentimientos racistas?


Pintura de Pablo Alborno que representa la fundación del fuerte Nuestra Señora de la Asunción el 15 de agosto de 1537.

La construcción identitaria de la sociedad paraguaya está signada por la honda paradoja entre lo que, por un lado, proclama y, por el otro, quiere ser; o, en este caso más específico, no quiere ser y rechaza de manera más o menos explícita. En este sentido, la síntesis concreta que resume la condición de lo indeseable es la figura del “indio”.

Por ello, al mismo tiempo que la sociedad paraguaya hace alarde de ser heredera del “dulce idioma guaraní”, un amplio repertorio de prejuicios y prácticas racistas hacia los indígenas y su lengua resultan más que patentes en el día a día.

Una “rémora”

Pasando por alto el largo historial de persecuciones y proscripciones que sufrió la lengua indígena desde los tiempos de la Colonia, sigue aún muy arraigada la creencia de que el guaraní es una traba a la realización personal y una rémora de la que es preciso despojarse.

Por ello, a pesar de las acciones declarativas respecto al idioma guaraní, los paraguayos han internalizado hasta tal punto ciertos prejuicios que, de manera casi espontánea e inconsciente, manifiestan de manera permanente actitudes racistas hacia las sociedades indígenas en su conjunto. Esto aunque nos preciemos de haber heredado el idioma vernáculo; o, al menos, lo que resta de él.

Esta estratificación por razones de lengua se verifica notoriamente en la división de las funciones que corresponden respectivamente a cada lengua de acuerdo al contexto. Tal como lo señala Melià, “las dos lenguas del Paraguay cubren campos semánticos diferentes. Debido a factores de marginación cultural y social, el guaraní, ya desde los tiempos de la Colonia, quedó encerrado en el campo más conservador y estático de lo íntimo, y carece hoy de un léxico adecuado a las nuevas necesidades de un mundo en evolución. El guaraní no puede entrar en ciertos campos semánticos, concretamente aquellos de la ciencia y la técnica. Incluso el que se dice y se cree bilingüe no abordará nunca ciertos temas en la lengua indígena; sencillamente no puede, porque el hecho social no se lo permite (Melià, 1997: 47-48).

Así, pues, el guaraní se encuentra ante terrenos cercados en los que le está vedado el decir.

El ava

A pesar del orgullo declamado de ser una nación bilingüe y multicultural, la generalidad de los paraguayos, incluso cuando se están expresando en el “dulce idioma guaraní”, manifiestan un fuerte sentimiento racista hacia los indígenas. El calificativo ava o “indio” encierra un significado peyorativo y se utiliza para denostar contra determinadas conductas consideradas impropias de las personas “civilizadas” o “educadas”.

Consultada al respecto, la escritora Susy Delgado indica que el contenido semántico del término incluso se fue desvirtuando por efecto del desprecio hacia los indígenas. “Sabemos que en principio ava significaba hombre o persona. Luego se le agregó el significado de indígena y así se adoptó por ejemplo para nombrar a los avá-guaraní. Este habrá sido el disparador para que se le fueran agregando connotaciones negativas por el desprecio hacia el indígena. La variedad de acepciones que le atribuye nuestra sociedad va desde el rasgo de antisocial, pasa por el de áspero, el arisco, el salvaje, hasta los del terco o necio, lo que se suele aludir con la expresión «icerrado», que es prácticamente equivalente. Una persona de difícil trato”, señala.

Por su parte, Bartolomé (2003) identifica una importante característica de esta “fórmula agraviante” observando que el sustantivo ava no requiere de ningún adjetivo para constituirse en una ofensa. Es una injuria por fuerza propia. “En el Paraguay la expresión ¡nde ava!, «¡tú, indio! », no requiere de utilizar un adjetivo despectivo, ya que el concepto guaranítico de «hombre», ava, se considera un insulto en sí mismo, aunque las personas que así se ofenden estén hablando en guaraní” (Bartolomé, 2003: 235-236).

Las encomiendas

Esta negativa a considerarse indígenas no es propia o exclusiva de los paraguayos actuales, sino que es una práctica de los propios nativos que se remonta a los tiempos de la Colonia y que se habría acentuado de manera particular tras la expulsión de los jesuitas como una estrategia para escapar de la prestación de servicios bajo el régimen de la encomienda.

Telesca (2011) observa que además de la huida a los bosques y otros métodos para evadir la esclavitud colonial, muchos indígenas y mestizos lograron ser registrados como españoles en censos como el de 1782. Este mecanismo en muchos casos resultó conveniente para la propia élite provincial, que para entonces ya había acumulado importantes cantidades de tierra y necesitaba mano de obra indígena para cultivarla.

Sobre la eclosión repentina de “españoles” en la provincia del Paraguay a fines del siglo XVIII, este investigador se remite al empleo de una suerte de ficción jurídica mediante la cual en muchos casos los nativos lograron ser tenidos como españoles con el fin de evadir el régimen de servidumbre, una situación en muchas ocasiones también conveniente para los propios terratenientes criollos que necesitaban brazos para labrar las tierras que iban acaparando progresivamente.

En este sentido, Telesca señala que “si el dueño de la tierra reconocía que tenía un arrendatario indígena, entonces tenía que devolverlo al pueblo de indios de origen; en cambio, si lo reconocía como español, podía mantenerlo trabajando en su tierra. Por esta razón, tanto al propietario de la tierra como al indígena les convenía el trato. (…) El sistema de exclusión, marginación y de explotación a través de la encomienda obligó a esta población (mestiza e indígena) a tener que negarse a sí misma, negar su identidad indígena, para dejar de ser explotados (Telesca, 2011: 152).

La lucha contra los carios en Paraguay, grabado del explorador alemán Ulrico Schmidl, retrata un episodio de la rebelión de los guaraníes contra el dominio español registrado en 1545 en lo que sería la actual ciudad de Ñemby. 

“Caracterización estética”

Alvarado Borgoño (s/f) sostiene que en América Latina, la élite político-literaria de la romántica ha construido una comprensión del sujeto popular y del indígena desde una caracterización estética dominada por posiciones ideológicas que, en definitiva, han terminado justificando las formas en que se ha ejercido el poder sobre estos.

Al respecto este autor afirma: “Todo se hace por el indio o el pueblo en pos de su promoción, para ello el pasado es embellecido y el bárbaro pasa a ser el «ingenuo salvaje», bello tan solo por su misma ingenuidad. La nueva mitología se construye por lo tanto sobre la base de sujetos elaborados escénicamente como dignos y sufrientes, olvidándose al sujeto cultural concreto, con sus grandezas y contradicciones. (…). El liberal-romanticismo crea en Latinoamérica un concepto de cultura antes de que lo hiciese la ciencia antropológica, lo cual determinó una autocomprensión tanto con respecto a los efectos del proyecto ecuménico del Barroco como del Racional Iluminismo, sellándose así un tipo de legitimación estética del poder de esa élite” (Alvarado Borgoño, s/f).

En efecto, uno de los principales autores del romanticismo paraguayo y político colorado Natalicio González es uno de los que con mayor fervor y notable pluma proclamó el principio de la “alianza hispano-guaraní”. Este relato mitológico parte de la existencia de una supuesta unión pacífica entre los nativos y los colonizadores españoles basada en la entrega “consentida” de las mujeres con el fin de entablar pactos de parentesco.

De esta manera se omite la violencia, las fricciones y las resistencias en el marco de un contacto que, aunque eventualmente al principio pudo haber sido pacífico al punto de que se llegaron a establecer alianzas temporales, en ningún momento podría sustraerse de los principios de la dominación colonial.

La visión de esta pretendida alianza hispano-guaraní es expuesta por González en las siguientes palabras en una de sus principales obras: “La alianza del indio y del europeo realizó la síntesis racial en el mestizo, primera expresión de una nueva humanidad, típicamente americana, que iba a irrumpir con ideales y caracteres propios en la agitada historia del mundo. El español y el guaraní desaparecieron en el abrazo fecundo de la primera hora, para revivir en el vástago. El hijo de la india guaraní y del aventurero castellano poseyó, desde sus orígenes, un intenso patriotismo americano. Dueño de las conquistas de la técnica europea, la utilizó para ensanchar los dominios de la cultura autóctona. Mediante este proceso, América comenzaba por conquistar al conquistador (González, 1988:109).


La romántica paraguaya ha concebido el origen de la nación como el abrazo entre dos culturas y la sujeción consentida del indígena a la voluntad colonizadora. 

En este mismo sentido se expresa Efraím  Cardozo, uno de los autores más influyentes de la historiografía paraguaya, quien refiere que el vínculo de los indígenas con los españoles se definió por la renuncia a la guerra, la adopción de la fe católica y el cruzamiento. Así, expresa que la cultura guaraní es “de gran influencia en la formación histórica de nuestra nacionalidad, no porque fuera la única existente en el actual territorio del Paraguay, sino porque, en vez de hacer guerra viva a los conquistadores, aceptaron su alianza, y por el camino de un vasto y sistemático cruzamiento de sangres, o por su voluntaria conversión a la fe católica y reunión en pueblos y reducciones, organizados por autoridades y vecinos de Asunción y a cargo de religiosos franciscanos, mercedarios y jesuitas, se plegaron al nuevo orden de cosas. De la convivencia de las dos culturas resultó la cultura paraguaya (Cardozo,  2007: 24).

La alienación cultural

Como bien ha observado Augusto Roa Bastos en el prólogo a “Las culturas condenadas”, compilación de relatos orales indígenas, las culturas dependientes, en este caso la cultura mestiza paraguaya, sufren contradicciones y distorsiones que minan sus raíces e incluso la realización de su proyecto como sociedad.

Roa Bastos asevera que, debido a la alienación cultural, la sociedad paraguaya, “por lo menos en sus estratos más oprimidos y expoliados”, vive un proceso de destrucción comparable al que sufren las culturas indígenas. De manera análoga, como consecuencia de este desarraigo cultural, la literatura paraguaya no ha podido, según sus propios términos, “estructurarse como un sistema coherente”.

En un pasaje pleno de un profetismo lírico y trágico, nuestro más laureado escritor sentencia: “Orgullosa de una tradición cultural en la que continúan actuando o predominando los vestigios de la dominación y la dependencia o, en todo caso, los signos de una hibridación que no ha  alcanzado todavía a plasmar su propio sistema y pertinencia, los textos de esta literatura mestiza escrita en castellano, segregada de sus fuentes originarias, se apagan, carecen de consistencia y de verdad poética ante los destellos sombríos de los cantos indígenas tocados por el sentimiento cosmogónico de su fin último en el corazón de sus culturas heridas de muerte (Roa Bastos, 2011:23).  

Así, a veces motivo de orgullo y otros de vergüenza, fluctuando entre el guarango y la “garra guaraní”, nuestra autopercepción descansa en gran parte en estos sentimientos enfrentados que nos conducen a no terminar de asumir ni aceptar lo que decimos que somos.


BIBLIOGRAFÍA

Alvarado Borgoño, Ariel (s/f) Romántica, legitimación y dominación en nuestra visión de la cultura: Notas sobre las fuentes culturales de nuestras opciones paradigmáticas. Disponible en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/alvarado.htm

Bartolomé, Miguel A. (2003) “Flechadores de Jornales. Religión e identidad guaraní en el Paraguay contemporáneo”. Suplemento Antropológico. Universidad Católica. Revista del Centro de Estudios Antropológicos (Junio 2003. Vol. XXXVIII, no.1), pp. 217-241.

Cardozo, Efraím (2007). Apuntes de Historia Cultural del Paraguay. Asunción: Editorial Servilibro.

González, Natalicio (1988) Proceso y formación de la cultura paraguaya. Asunción: Cuadernos República.

Melià, Bartomeu (1997) Una nación, dos culturas. Asunción: CEPAG.

Roa Bastos, Augusto (2011) Las culturas condenadas. Asunción: Servilibro.

Telesca, Ignacio (2011) “Una identidad para un Estado-Nación” en: Bartomeu Melià. Otras historias de la independencia. Asunción: Taurus, pp. 141-163.

 

sábado, 21 de agosto de 2021

Premonición

¿Es posible que los sueños puedan anticipar la ocurrencia de ciertos sucesos?

El escultor Sebastián Guggiari, posando frente al monumento de su creación en homenaje a los niños mártires de Acosta Ñu en la localidad de Eusebio Ayala, departamento de Cordillera. Foto: internet


Ya era como la una de la mañana y él seguía tocando la guitarra en el patio de su casa, debajo del mango, en el mismo lugar de siempre. Tomó el último trago de cerveza que quedaba en el vaso y se fumó un cigarrillo. No sintió ganas de comer nada y fue directo a acostarse.

Siempre le costaba quedarse dormido, pero esa noche el insomnio era más persistente de lo habitual. Sentía una profunda aprensión, aunque desconocía el motivo; era solo una vaga sospecha sobre algo insondable.

En algún momento de la madrugada se quedó dormido al fin. Entonces tuvo uno de esos sueños como cuando uno es consciente de que está durmiendo y que se encuentra flotando en el mundo onírico.

El escultor Sebastián Guggiari cruzaba en una ambulancia y le dijo en la manera en que las cosas ocurren en el sueño, de forma implícita, que se marchaba y que no se preocupara por él.

–Soy Guggiari, me estoy yendo. Te transmito todo lo mejor de mí para vos –le dijo palabras más, palabras menos. El sueño lo despertó inmediatamente. Se sintió muy inquieto, presentía que algo ocurría. 

Guggiari era un relativamente reciente entrañable amigo que había hecho en un viaje a Suiza, donde ambos fueron como artistas invitados a una feria cultural organizada por la comunidad paraguaya radicada en el país helvético.

Momentos después logró conciliar el sueño de nuevo hasta cerca de la media mañana. Chequeó el Whatsapp por si algún alumno hubiera cancelado alguna de las clases que debía dar en el día. Nada de eso; sin embargo, recibió una noticia del Rey del Barro que lo dejó helado. 

-Hola, Juan. Falleció Guggiari –decía el mensaje.

sábado, 14 de agosto de 2021

El blues de la redacción

¿Es posible que una persona que nos haya abandonado físicamente pueda seguir realizando algunas de sus labores rutinarias?


Imagen: istockphoto

Tras una crisis de paranoia pandémica, vuelvo con mucha reserva al trabajo presencial. Estaciono la bici, me lavo las manos y las desinfecto con alcohol. Saludo al guardia y a la recepcionista, marco la entrada y luego subo las escaleras.

A la hora del cierre ya no queda casi nadie de los pocos que concurren a la redacción. Todo está en silencio hasta que de pronto irrumpe el sonido de un blues a todo volumen. “Another empty hotel room/ Another lonely night ”, dice la canción. 

El solo de saxo me sumerge en una hipnótica somnolencia. Trato de hacer como si nada y vuelvo a lo mío. Pero todas las noches lo mismo. El blues a todo volumen y de fondo un tranquilo teclear casi al ritmo de la música como si alguien estuviera saboreando las palabras mientras las escupe en forma de caracteres.

-Es el póra de Mario Rubén –me asegura una corazonada.

 

sábado, 7 de agosto de 2021

Mangoré: el legado de un maestro que perdura en varias generaciones de guitarristas

El 7 de agosto de 1944 fallecía en San Salvador, El Salvador, el más eximio guitarrista clásico paraguayo de todos los tiempos: Agustín Pío Barrios Mangoré. En este in memoriam a 77 años de su muerte, se presenta a dos intérpretes contemporáneos de su obra: el paraguayo Juan Duarte y el inglés Richard Durrant, quienes cada uno desde su particular concepción técnica y estilística rinden un más que justo tributo al legado mangoreano. 
 
 

Agustín Barrios, el guitarrista clásico paraguayo más importante de todos los tiempos.

Las crónicas sobre la época refieren que Mangoré realizó su último concierto en Paraguay el 25 de enero de 1925 en la plaza Uruguaya, puesto que no podía hacer presentaciones en el entonces Teatro Nacional (actual Teatro Municipal) por supuestas razones políticas; luego se alejaría definitivamente del país.

Tras realizar una gira por Brasil en 1929, entre 1932 y 1934 hizo presentaciones en varios países latinoamericanos y europeos. En 1939 aceptó la invitación del presidente salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez de radicarse definitivamente en el país centroamericano, donde ejerció la docencia en el Conservatorio Nacional de Música de El Salvador.

En 1944 un infarto acabó con su vida a los 59 años de edad y fue sepultado en el Cementerio de los Ilustres. Sus restos fueron declarados patrimonio nacional en 1985, por lo que, a pesar de los diversos intentos a nivel gubernamental en el Paraguay con vistas a repatriar sus restos, todas las tentativas han fracasado debido a este blindaje legal.

La tumba de Mangoré fue declarada patrimonio nacional salvadoreño en 1985. Foto: Roberto Valencia


El redescubrimiento

Antes de que en las postrimerías del siglo pasado y el inicio de este su obra fuera revalorada en nuestro país gracias al trabajo de notables intérpretes como Cayo Sila Godoy, Felipe Sosa, Berta Rojas, Luz María Bobadilla, entre otros, la obra de Barrios era ciertamente poco conocida en el Paraguay.

Sin embargo, para la primera década de este milenio ya se habían realizado varias exitosas ediciones del Encuentro Internacional de Guitarra Homenaje a Agustín Barrios Mangoré, así como el concurso Barrios WorldWideWeb. En su primera edición, en el 2009, el premio del jurado se lo llevó el brasileño Glauber Rocha, en tanto que en la categoría de video más votado hace su primera aparición pública importante Juan Duarte, por entonces con 25 años.

Profesor superior de guitarra clásica por el Conservatorio Nacional de Música, Duarte cuenta que su primer contacto con Mangoré se dio cuando tenía 12 años, específicamente una tarde en el patio del Instituto de Bellas Artes. Mientras se dirigía al salón para la clase del día con el profesor Eduardo Benítez, se encuentra con que este estaba sentado en el patio ensayando unos acordes en la guitarra.

Por alguna razón las clases fueron suspendidas y para romper el letargo del calor asunceno se puso a tocar varias piezas de Barrios al hilo. El joven aspirante a músico quedó deslumbrado con “Las abejas” y otras piezas. A partir de allí Barrios dejaría en él una impronta profunda que aún perdura siendo, de hecho, la influencia más importante en su formación y producción musical. 


En 2011 Duarte lanzó “La guitarra en Paraguay. Compendio de obras paraguayas para guitarra clásica”, que incluye, además de las obras de Barrios, composiciones de Quirino Báez Allende y Felipe Sosa. Del repertorio mangoreano se pueden apreciar “Julia Florida”, “Danza Paraguaya”, “Ha Che Valle” y “Londón Karape”.

Duarte explica al respecto que “el espíritu de esta obra es recopilar el tesoro de la música paraguaya” y además es una suerte de continuum de la “Guitarra paraguaya” de Felipe Sosa. En este material discográfico Sosa interpreta a Barrios y Quirino. “A su vez, yo toco obras de estos autores, además de las del propio Felipe”, sintetiza Duarte.

Posteriormente, en el 2015 en un concierto realizado en la sala Baudilio Alió del Teatro Municipal presentó “Panambi raity”, que es una danza en homenaje a la “Danza Paraguaya” de Mangoré. La composición, que tiene contrapuntos y movimientos floridos, es un tributo al gran maestro que ejerció una profunda influencia en su escritura musical.

Más recientemente, en el 2020, ya en plena pandemia, ofreció a su público “Estaciones”, en formato exclusivamente digital, que presenta obras que fusionan el 6/8 tradicional de la música paraguaya con matices armónicos y momentos musicales contemporáneos con un repertorio que incluye un vals venezolano y otros ritmos populares latinoamericanos.

 

El arribeño


Un personaje ilustre y hasta infaltable en nuestra cultura es el popular arribeño. En este caso se trata del guitarrista inglés Richard Durrant, quien afirma que sus sueños de músico a tiempo completo se forjaron bajo el abrigo de las piezas de Barrios.

Como fruto de su contacto con la música de nuestro país, Durrant grabó tres discos a los que califica como puramente “paraguayos”. En primer lugar, “The number 26 bus to Paraguay”, que rinde tributo a sus piezas preferidas de Mangoré: “Cueca”, “Mazurka apasionata”, “Danza paraguaya”, “Aire de zamba”, “Maxixe”, “Un sueño en la floresta”, entre otras.

La serie continúa con “Hijo de Hombre”, que entre el acervo de Barrios incluye el “Vals opus ocho, No. 4”, los tres movimientos de la “Catedral” (Saudade, Andante religioso y Allegro solemne) y “Una limosna por el amor de Dios”. La selección se completa con “Gato Polkeado”, “Tarentelle” y “Florinda” de Quirino Báez Allende; “Villa Alondra” de Felipe Sosa; “Newcastle to Peterborough/Neike Javy’a” y “Cacique Jeroky” de Kike Pedersen, además de una obra propia, “Apretón de manos”.

 

Richard Durrant y Juan Duarte, en la previa de un concierto realizado en Asunción en 2013.

En tanto, tres solos de guitarra de Duarte integran “The girl at the airport”: “Panambi raity”, “Soliloquio” y “Romanza di un sole”. El disco está dedicado a las víctimas del desastre de Shoreham airshow, ocurrido el 22 de agosto del 2015, cuando durante una exhibición aérea un cazabombardero se estrelló en una zona urbana.

El álbum incluye también “Jha che valle” de Barrios, “Our man in Asuncion” –variaciones de “Madrigal Gavota”, “Recuerdos de Ypacaraí” de Demetrio Ortiz; “Vuelo de luciérnagas”, “Melodía para Rosemary” y “Margaret” de Kike Pedersen; “El Cóndor pasa” de Daniel Alomía Robles y de su autoría nos ofrece “The Girl at the airport 1 y 2”, “Night Flight to Lima” y “La Isla del Paraguay”.

Además de ello, Durrant editó un libro titulado “The number 26 bus to Paraguay”, que fue publicado en el 2016 y que reúne pasajes biográficos, fotografías y partituras de cinco músicos paraguayos: Agustín Barrios, Quirino Báez Allende, Juan Duarte, Kike Pedersen y Felipe Sosa. El compilador también presenta obras de su autoría en las que resulta patente la influencia de los cultores de la guitarra clásica paraguaya. 


El nombre del libro es un homenaje a la línea de bus en la que desde niño hacía el trayecto de su apartamento en las afueras de Brighton, al sur de Inglaterra y a una hora de Londres, rumbo a sus clases de guitarra. En esos viajes durante varios años contempló el paso de las estaciones poseído por el hechizo de Agustín Barrios y el lejano y mítico Paraguay que construía en su imaginación.

En uno de los mejores momentos del libro, Durrant habla sobre un encuentro frustrado con Barrios en el Hotel del Lago de San Bernardino. Fue en 2011 durante su primera visita al país, cuando dictó una conferencia y ofreció una audición en el mencionado hotel, hospedaje y escenario de memorables conciertos de Barrios en los años veinte. 

Según el relato del autor, una noche despertó, sintió la presencia del maestro que tanto le había inspirado y enseñado, por lo que se levantó y bajó las escaleras rumbo al bar convencido de que se encontraría con ese great man y a quien tenía tantas preguntas que hacer.

Pero el bar estaba desierto y cayó en la cuenta de que llegó ochenta años tarde. A la mañana siguiente el fallido encuentro le hizo escribir una breve pieza musical, “Apretón de Manos”, cuyo manuscrito original dejó en una vitrina del hotel en caso de que Barrios volviera a pasar por allí.

Sea una anécdota real o no, bien vale la ocurrencia literaria. Durrant, a más de ser uno de los más vibrantes intérpretes de la música paraguaya, con su libro nos propone un fascinante periplo a través de una diversidad de paisajes sonoros.

Durante su última visita en 2017, Richard grabó un emotivo y divertido video sobre ese viaje. Además de los conciertos que brindó, narra su visita al lago Ypacaraí, el encuentro con sus amigos, sus paseos por el centro de la capital y brinda una interpretación de "El último canto" en la plaza Uruguaya a manera de un hasta luego que esperemos pronto pueda concretarse.