sábado, 14 de mayo de 2022

¿Deberíamos celebrar la Independencia el 14 y 15 de mayo?

La Independencia paraguaya fue un proceso que obedeció a múltiples causas y fue gestándose progresivamente desde antes de la revolución de mayo de 1811, siguió con esta, se afianzó con la consagración de la República en 1813, se declaró formalmente en 1842 y su reconocimiento definitivo se dio en 1852. Entonces, ¿cuál es la “verdadera” Independencia? 

 

La intimación a Velasco”, de Jaime Bestard.

Luego de dos años de suspensión de los festejos por la pandemia, este 14 y 15 de mayo el Paraguay se apresta a celebrar los 211 años de vida independiente. 

Sin embargo, la contestación a la historiografía oficial que ha consagrado esta fecha es creciente, especialmente desde el Bicentenario. Entre las múltiples actividades que se desarrollaron entonces cabe destacar la visita del historiador norteamericano Richard Alan White, autor de La primera revolución popular en América, Paraguay 1810-1840, publicada originalmente en 1978 bajo el menos apologético título de Paraguay’s Autonomous Revolution1810-1840.

White sostiene que en el Paraguay se ha falsificado la historia con la instalación del 14 y 15 de mayo de 1811 como fecha de la Independencia. En efecto, consta en documentos de la época de Carlos Antonio López que esta era celebrada por aquel tiempo el 12 de octubre, en recordación al Reglamento de Gobierno de 1813 propuesto por el doctor Gaspar Rodríguez de Francia. Posteriormente la conmemoración sería cambiada por los legionarios que tras la guerra del 70 gobernaron el Paraguay. 

El autor norteamericano califica a la asamblea que inició sus deliberaciones el 30 de setiembre de 1813 como “el primer congreso popular de América Latina”. Este contó con la participación de más de 1.100 delegados “que fueron elegidos por elecciones populares y libres, por todos, o la mayoría de sus respectivos habitantes”, según las instrucciones de la Junta al Cabildo de Pilar del 26 de agosto de 1813. 

 En una sesión general en su día final, 12 de octubre, el congreso ratificó oficialmente ‘el plan de gobierno propuesto por el Dr. Francia’. […]. Como se publicó en el bando del 21 de octubre de 1813, la primera asamblea auténticamente popular en América Latina, facultada a establecer su propia forma de gobierno, anunció orgullosa la creación de la primera nación autónoma en América Latina: la República del Paraguay”, escribe White. Se nombró como cónsules a Francia y a Yegros, aunque el primero ejercería el liderazgo de hecho ocupando el cargo durante dos de los tres cuatrimestres anuales. 

 

Portada del libro de Richard Alan White. Foto: www.paraguaymipais.com.ar

  

La decadencia del imperio español

Ahora bien, es necesario contextualizar en primer lugar en qué situación se encontraba la monarquía española en el momento en que las colonias americanas declararan sucesivamente la independencia política de la metrópoli.

El imperio español se hallaba en aquellos primeros años del siglo XIX en una profunda crisis. El 6 de mayo de 1808, el rey Fernando VII y su padre Carlos IV abdicaron al trono español a favor de Napoleón, quien había invadido la península ibérica el año anterior e impuso en el cargo a su hermano José Bonaparte.

Ante estos hechos, el Paraguay, al igual que las demás provincias del Río de la Plata, inicialmente manifestó su lealtad al rey depuesto. En cambio, se reivindicó que en tanto el monarca permaneciera imposibilitado de ejercer su soberanía, los pueblos hispanoamericanos tenían el derecho de autogobernarse y no depender del Consejo de Regencia que se había conformado para gobernar en ausencia del rey.

En mayo de 1810, los vecinos de Buenos Aires desplazaron al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y pretendieron investirse del derecho a gobernar los territorios del Virreinato del Río de la Plata. Con vistas a ello convocaron a un congreso a fin de decidir la forma de gobierno de las provincias que lo constituían.

Por su parte, en julio de 1810, luego de las deliberaciones de un cabildo abierto, la entonces Provincia del Paraguay desconoció la autoridad de la junta bonaerense. En represalia, esta dispuso el bloqueo del Paraguay y envió una expedición al mando de Manuel Belgrano, que fue derrotada en las batallas de Tacuary y Paraguarí. Sin embargo, al principio corrió la voz sobre la derrota de los paraguayos, lo que sumado a la rauda huida del campo de batalla del entonces gobernador intendente Bernardo de Velasco Huidobro despertó la alarma en la élite española residente en Asunción, que se embarcó a la ciudad de Montevideo, que permanecía como un bastión realista.

La decadencia del poder español, la conducta pusilánime de sus funcionarios y la victoria militar sobre las tropas porteñistas fueron determinantes en el afianzamiento de una conciencia de autodeterminación en la élite criolla.

A más de ello, a pesar de haber sido derrotado militarmente, el mensaje de Belgrano sobre la conveniencia de una unión con Buenos Aires tuvo receptividad en cierto sector de la oficialidad paraguaya. Ante esto, el gobernador Velasco avanzó en tratativas con Portugal con el objetivo de trabar una alianza para combatir las aspiraciones porteñistas. Los criollos temieron, con justificados motivos, que el pacto terminaría en la práctica en una subordinación al vecino imperial.

Los hechos se precipitan

La chispa que terminó de hacer estallar el movimiento fue el acercamiento entre Velasco y Portugal para precautelar los intereses españolistas ante el acecho de Buenos Aires. Esta aproximación con Portugal vendría a precipitar un movimiento que ya venía gestándose, pero que debió adelantarse ante el inminente acuerdo entre el gobernador intendente y la potencia lusa, como evidenciaba la misión que cumplía por esos días en nuestra capital el teniente José de Abreu.

En efecto, en la intimación que Pedro Juan Caballero envió a Velasco el 15 de mayo se expresa que “en atención a que la provincia está cerca de que habiéndola defendido a costa de su sangre, de su vida y de sus haberes del enemigo que le atacó, ahora se va a entregar a una Potencia Extranjera, que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la Potencia Portuguesa, este Cuartel, de acuerdo con los Oficiales Patricios, y demás soldados, no puede menos que defenderla con los mayores esfuerzos”.

El 16 de mayo se conformó un triunvirato que estuvo integrado por el mismo gobernador Velasco (quien fue destituido el 9 de junio de 1811), además del español Juan Valeriano Zeballos y el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia. En un bando emitido al día siguiente se comunicó la instalación del gobierno provisorio hasta el establecimiento del “régimen y forma de gobierno que debe permanecer y observarse en lo sucesivo”.

Se rechazó además que los sublevados tengan el propósito de “entregar o dejar esta provincia al mando, autoridad o disposición de la de Buenos Aires, ni de otra alguna y mucho menos sujetarla a ninguna potencia extraña”.

El documento declara que el objetivo es “sostener y conservar los fueros, libertad y dignidad (de la provincia) reconociendo siempre al desgraciado soberano bajo cuyos auspicios vivimos, uniendo y confederándose con la misma ciudad de Buenos Aires para la defensa común y para procurar la felicidad de ambas provincias y las demás del continente bajo un sistema de mutua unión, amistad y conformidad, cuya base sea la igualdad de derechos”.

Así, al principio el movimiento se declaró leal al rey y no reivindicó propiamente la independencia. Sin embargo, los historiadores Ricardo Scavone Yegros y Liliana Brezzo sostienen en su obra Historia de las relaciones internacionales del Paraguay que esta “fidelidad era invocada de manera puramente formularia” y que el “Paraguay fue independiente de hecho desde 1811 y de pleno derecho desde 1813, pero solo gestionó o buscó el reconocimiento internacional de su independencia a partir de 1842 (Declaración de la Independencia del 25 de noviembre), desplegando para obtenerlo una acción diplomática que alcanzó su objetivo en 1852 (reconocimiento por parte de la Confederación Argentina el 15 de julio tras la derrota de Juan Manuel de Rosas ante Justo José de Urquiza)”.

El Reglamento de Gobierno

En un ambiente poco propicio para cualquier entendimiento por las trabas comerciales y promesas de ayuda no prestadas de una y otra parte, en el segundo semestre de 1812 el gobierno de Buenos Aires convocó a la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata instando a la entonces Provincia del Paraguay a enviar diputados. En cambio, la Junta Superior Gubernativa decidió no designar representantes. Por ello, a principios de 1813, la ex cabeza virreinal envió una misión encabezada por Nicolás de Herrera para convencer al Paraguay de que participe de la asamblea y acepte la anexión a Buenos Aires bajo promesas de trato igualitario.

 

El Reglamento de Gobierno del 12 de octubre de 1813 fue el primer documento de carácter constitucional del Paraguay. Foto: Secretaría Nacional de Cultura.

A fin de deliberar sobre esta propuesta, se convocó a un congreso para el 30 de setiembre, que tuvo una participación de mil diputados y que se realizó en el templo de Nuestra Señora de la Merced, actual plaza de la Democracia. De esto resultó la elaboración de un Reglamento de Gobierno que constaba de 17 artículos y que fue aprobado el 12 de octubre de 1813.

En su primer artículo se rechaza el envío de diputados a la asamblea convocada por Buenos Aires y se nombra como “cónsules de la República del Paraguay” a Gaspar Rodríguez de Francia y a Fulgencio Yegros. De esta manera, el Paraguay se convierte en la primera República de América del Sur. Este es el primer documento de carácter constitucional del Paraguay; sin embargo, el jurista Luis Lezcano Claude advierte que no es propiamente una constitución por carecer de parte dogmática y de una declaración de derechos de los ciudadanos.

Yegros y Brezzo recalcan que en esta fecha “surgió, de pleno derecho, el Estado paraguayo y se rompió todo lazo con España y con Buenos Aires”. 

Así, esta independencia de derecho vendría a complementar la independencia de hecho lograda desde la revolución del 14 y 15 de mayo. Esto da cuenta de la complejidad de un proceso histórico que se gestó desde antes de la sublevación criolla y que no acabaría de consumarse sino hasta décadas después.