lunes, 27 de diciembre de 2021

Guerra contra la Triple Alianza: tres sitios históricos en pleno departamento Central

Al cumplirse 153 años de la Campaña del Pikysyry, que tuvo lugar en el mes de diciembre de 1868, te propongo este recorrido de 60 km por los monumentos de las batallas de Ytororó, Avay e Itá Ybaté, además de otros tres puntos intermedios.


El monumento de la Batalla de Ytororó es el más alto del país. Foto: SNC

La Campaña del Pikysyry o Dezembrada para los brasileños se inicia el 3 de diciembre de 1868 con el desembarco de las tropas brasileñas al mando del duque de Caxias en el entonces presidio de San Antonio para intentar sorprender por la retaguardia a las fuerzas paraguayas, que se replegaron hacia Asunción luego de la caída de la fortaleza de Humaitá.

La primera parte del recorrido (plaza de San Antonio-monumento de la Batalla de Ytororó) es de 8 km. En este episodio de la guerra que tuvo como escenario la ciudad de Ypané, el 6 de diciembre de 1868, las fuerzas aliadas, compuestas por unos 12.000 hombres, chocaron contra 6.000 paraguayos. Tras ser repelidos tres veces, los invasores lograron tomar el puente haciendo valer su superioridad bélica y numérica.

Las bajas se calculan en 1.800 por el lado aliado frente a poco más de 1.100 paraguayos. Este combate fue bautizado como las “Termópilas paraguayas”, en referencia al episodio de la Segunda Guerra Médica en el que los griegos, ampliamente superados en número por los invasores persas, se atrincheraron en un estrecho paso para enfrentar al enemigo.


Casa de doña Celedonia, donde con posterioridad funcionó un puesto de policía y actualmente el Museo Histórico de Ypané.  

El monumento que conmemora esta batalla, de casi veinte metros, es el más alto del país y es visible desde la ruta Acceso Sur a la altura del desvío al Liceo Militar Acosta Ñu (km 13). La obra fue construida y terminada en 1904. El diseño estuvo a cargo de Manuel Sebated y Abelardo Cano y consiste en cuatro pilares, en cuya cima se representa a la Madre Patria custodiada por un león. En la base hay dos bustos en homenaje a Bernardino Caballero y Valois Rivarola, los máximos héroes de esta batalla. Además, en el lugar funciona un museo que cuenta con un valioso acervo e información relativa a esta batalla y a la historia de la ciudad.

La objeción de Caballero

La segunda parte del trayecto (monumento a la Batalla de Ytororó-monumento a la Batalla de Avay) es de 9,2 km. Luego de Ytororó, el general Caballero, al mando de los sobrevivientes, se dirigió rumbo a Villeta, donde por instrucciones del mariscal Francisco Solano López se instaló al pie de una colina al borde del río Avay. El 11 de diciembre se produciría un enfrentamiento en campo abierto frente a un poder de fuego muy superior, un error estratégico que ya había sido advertido por el general Caballero y que fue aprovechado por el enemigo. Unos 5.500 paraguayos al mando de Caballero se enfrentaron a 22.000 brasileños. Resultaron muertos 3.500 paraguayos y por el lado de los aliados los cómputos de las bajas varían enormemente de 300 a 4.000.

El monumento a la Batalla de Avay está ubicado detrás del cementerio de Villeta. Foto: Senatur

El monumento a esta batalla es el más nuevo y fue inaugurado en diciembre del 2018 durante el mandato de Mario Abdo Benítez en el marco de las actividades conmemorativas del Sesquicentenario de la Epopeya Nacional.

“La escultura representa una bayoneta a gran escala, sobresaliendo del suelo, evocando a la última resistencia llevada a cabo exclusivamente con armas blancas. La punta está en dirección al cielo significando el ascenso de las 3.500 almas mártires de la causa nacional”, reza la placa instalada al pie del monumento erigido detrás del cementerio de Villeta.


Nicho del Kurusu 40, en el camino a Itá Ybaté. 

Luego, camino al último punto de la expedición se cruza por los campos de Cumbarity, donde se desarrolló la última batalla de esta campaña y se encuentra el memorial conocido como Kurusu 40, donde reposan los restos de combatientes tanto aliados como paraguayos. La leyenda refiere que un sobreviviente de la contienda volvió luego de dos años del fin del conflicto y enterró 40 carretas de huesos humanos que encontró desperdigados en lo que fuera el campo de batalla en cumplimiento de una promesa que había realizado.

En la entrada de la curva donde se encuentra el desvío a Itá Ybaté en la ruta Villeta-Nueva Italia se encuentra el monumento en homenaje a Ramona Martínez, la guerrera de Lomas Valentinas, quien de acuerdo a datos aportados por Juan E. O’Leary era una adolescente sobre la cual no hay mucha información más allá de que era hija de una mulata que servía a la familia de López. Luchó el 27 de diciembre en defensa de su vida y de otras niñas; sobrevivió a la guerra y habría muerto en San Lorenzo en precarias condiciones de subsistencia.


El monumento en homenaje a Ramona Martínez, la guerrera de Lomas Valentinas, consiste en una representación genérica de una residenta.


Guerra de exterminio

La cruenta Batalla de Itá Ybaté, también conocida como Lomas Valentinas, se desarrolló entre el 21 y el 27 de diciembre de 1868. Caxias, a la cabeza de 25.000 hombres, partió de Villeta rumbo Itá Ybaté, para lo cual dividió sus fuerzas en dos columnas. En tanto, los argentinos, unos 10.500 hombres a las órdenes del general Juan Andrés Gelly y Obes, se movilizó hasta Palmas, no lejos del arroyo Pikysyry.

Algunas crónicas refieren que el Ejército paraguayo estaba conformado mayoritariamente por mujeres, niños y convalecientes del Hospital de Sangre.

Sobre este enfrentamiento, el general Martin McMahon, embajador de los Estados Unidos en nuestro país y que fue testigo presencial de los hechos, escribió: “Seis mil heridos, hombres y chiquillos, llegaron a ese campo de batalla el 21 de diciembre y lucharon como ningún otro pueblo ha luchado jamás por preservar a su país de la invasión y la conquista... otros han fugado (hacia su propio ejército) de las pocilgas que utilizaban los invasores como prisión... el cuartel paraguayo comenzó a llenarse de heridos incapacitados positivamente para seguir la lucha. Niños de tiernos años arrastrándose, las piernas desechas a pedazos con horribles heridas de balas. No lloraban ni gemían, ni imploraban auxilios médicos. Cuando sentían el contacto de la mano misericordiosa de la muerte, se echaban al suelo para morir en silencio”.


Con la batalla de Itá Ybaté finaliza la corta pero sangrienta Campaña del Pikysyry. Foto: SNC   

La mayoría de los observadores coincide en que llegado a este punto la conflagración debía haber finalizado, pero muy sospechosamente el general brasileño Caxias dejó escapar a López en una maniobra que muchos atribuyen a la intención de prolongar una guerra de exterminio.

El obelisco que conmemora esta batalla fue inaugurado el 30 de abril de 1944 en un acto que contó con la presencia del entonces presidente Higinio Morínigo. En el lugar, que se encuentra a 13,2 km de Avay, también hay un acceso que dirige a las trincheras, pero al cual solo se puede acceder con un guía.

Este es el tour propuesto por escenarios ubicados en pleno departamento Central, cuya rica historia está abierta y disponible a apenas unas pocas decenas de kilómetros para quienes habitan la zona más populosa del país.


El itinerario ida y vuelta desde la plaza de San Antonio es de 60 km. Por un pinchazo me vi obligado a hacer un cambio durante el trayecto de regreso de Villeta, lo cual sumó 5 km al recorrido. 

jueves, 16 de diciembre de 2021

“Veinticinco”, la historia de una huida y un brutal reencuentro con la realidad

La obra teatral podrá ser vista nuevamente este jueves 16 y viernes 17 de diciembre, a las 19:00 h, en el Instituto Cultural Paraguayo-Alemán. La entrada es libre y gratuita.

 

Foto: Aldo Valdez

El polifacético director Julio de Torres nos propone en esta ocasión un drama de sensaciones encontradas, vacilaciones, espejismos, angustia y placer. Todo esto en una puesta que tiene como protagonistas a dos personajes –encarnados por Juan Reyes y Julio Petrovich– que comparten una habitación, conversaciones de filosofía, tedio, sufrimiento y también, por supuesto, los infaltables momentos de felicidad que no pueden faltar ni en las vidas más sombrías.

Sin embargo, esta presencia resulta también muchas veces agobiante. Ese minúsculo mundo no permite esos necesarios momentos de soledad para reencontrarse con uno mismo, sentir el alivio de no ser observado, lo cual muchas veces puede llegar a transmitir la agradable sensación de que podemos dejar de existir en una suerte de solipsismo de los demás en que nuestra vida puede esfumarse si logramos no habitar en el pensamiento del otro.

El hilo de las acciones transcurre mediante indicios y fugas de tiempo que nos retratan unos personajes que están sumergidos en un mundo de ensueño, negando la realidad, sustrayéndose de su verdadera condición en el mundo. Pero esta ficción no debe ser entendida en sentido peyorativo, sino todo lo contrario. Ese mundo de la ficción se presenta sublime simbolizado sobre todo por la bella música, en cuyo papel se tiene la participación especial de Mónica Airaldi, quien presta su canto interpretando una pieza original compuesta especialmente para la obra por el compositor Juan Pablo González.

Por otro lado, esta ficción no se restringe al mero goce de los sentidos a través del arte, sino que también reviste un profundo sentido humano y antropológico. Esto desde el momento en que la humanidad, en su proceso de lucha por la sobrevivencia, ha recurrido a muy eficaces representaciones mentales para unirse y cooperar en torno a la concreción de objetivos comunes.

Imaginen lo eficaz que ha resultado la idea del paraíso cristiano en la construcción de la civilización occidental, que ha colonizado casi todo el planeta, al punto de que sin ella no sería posible entender muchos de sus aspectos. Sin embargo, no hay una sola prueba empírica que pruebe su existencia. Por tanto, no se trata de meras figuraciones sin sentido, sino mentiras necesarias y, sobre todo, útiles.

Y en este contexto no puede faltar la autoinculpación. El clímax del efecto dramático llega de gran manera ante la sospecha previa de que algo no calza. En efecto, los propios personajes se delatan a sí mismos en muchos pasajes instalando una permanente aprensión. Además, discursivamente resulta manifiesto el desfase entre el registro lingüístico, el “argot marginal”, con los temas tratados, que versan fundamentalmente sobre filosofía. Como materialización de esta dicotomía se presenta un risible juego de preguntas y respuestas con descargas eléctricas a manera de castigo.

El mismo nombre, “Veinticinco”, plantea un acertijo que no se resuelve sino hasta el final de la obra. Solo entonces se revela el significado de esa enigmática cifra que encarna el poder punitivo de la sociedad que siempre amenaza al individuo. 

Ficha técnica




Dramaturgia y dirección: Julio de Torres.

Actúan: Julio Petrovich en el papel de Ernesto y Juan Reyes en el papel de Guillermo. Participación especial de Mónica Airaldi en el papel de la música.

Asistencia escénica: Aldo Valdez.

Visualización: Carlo Spatuzza.

Musicalización original: Juan Pablo González Sander.

Luces: Santiago Schaerer.

Teatro del Errante es un proyecto emergente pluriestilístico y pluricultural que pretende, en el campo escénico, lograr la activación multidisciplinaria (música, danza, teatro, ópera), enfatizando la creación en diferentes ámbitos (escénico, dramatúrgico, musical, coreográfico, entre otros).


lunes, 22 de noviembre de 2021

Felipe Sosa: las memorias de un maestro

El docente, intérprete y compositor de guitarra clásica Felipe Sosa publicó en el 2019 una autobiografía titulada “Memorias del maestro, intérprete y compositor”, un valioso testimonio en primera persona escrito en un lenguaje sencillo pero estricto en cuanto a los datos cronológicos. Hoy le rindo este homenaje por el Día Internacional del Músico, que se recuerda cada 22 de noviembre.

Felipe Sosa, durante el lanzamiento de su libro en la galería Agustín Barrios del Centro Cultural Paraguayo-Americano (CCPA).


Sosa hizo sus primeras armas en el periodismo en el Instituto Americano, donde se graduó a los 23 años de edad, y condujo un programa musical de TV, por lo que el oficio no le resulta ajeno. Escrito en un lenguaje sencillo y por momentos ciertamente naif, es preciso destacar, sin embargo, la rigurosidad cronológica de esta autobiografía rebosante de entusiasmo al retratar una vida de película propia del American dream. 

 


Según nos cuenta al principio de sus memorias, nació un 11 de abril de 1945 en Isla Florida, departamento de Caazapá. Siendo el menor de nueve hermanos, luego de la muerte de su padre migró a la capital con su familia cuando tenía cuatro años de edad.

Una vez en Asunción, a raíz de la apremiante situación económica de su numeroso núcleo familiar, trabajó de lustrabotas; sin embargo, desde muy temprano sintió el llamado de la música. Al principio soñaba con cantar en una banda y hacer acompañamientos en guitarra. Empero, todo cambió cuando fue a un concierto de Cayo Sila Godoy en el Teatro Municipal, quien presentó un repertorio de obras de Agustín Barrios, Isaac Albéniz, Johann Sebastian Bach, Francisco Tárrega, entre otros. En ese momento descubrió que su vocación era ese instrumento tocado con maestría y virtuosismo.

Un encuentro casual

Desde el inicio su formación musical estuvo ligada a cómo la suerte se empeñó en sonreírle. Un día estaba trabajando en la plaza de la Independencia cuando de pronto un hombre impecablemente vestido posó los pies en su caja: era nada más y nada menos que el maestro Cayo Sila Godoy. Tras el infortunado incidente de mancharle el pantalón, el niño se apuró en manifestarle el motivo de su distracción: la noche anterior había estado en el concierto que brindó en el Teatro Municipal de Asunción, le declaró su admiración y el deseo de ser un maestro de la guitarra como él. Godoy quedó complacido con el entusiasta neófito, le ofreció su amistad y le sugirió que fuera a tomar clases en el Ateneo Paraguayo, donde enseñaba Dionicio Basualdo, exdiscípulo y amigo de Barrios.

Sosa cursó sus estudios secundarios en el Comercio 1 y cuando tenía 14 años participó de la recordada manifestación estudiantil de 1959 contra la suba del pasaje, que fue violentamente reprimida por el régimen de Alfredo Stroessner. 

 

Luego de ser detenido por su participación en la recordada huelga de 1959 contra la suba del pasaje, Sosa partió rumbo al Brasil para dedicarse al estudio de la guitarra.

 

Permaneció detenido durante dos semanas y poco tiempo después de ser liberado se decidió a organizar su viaje a la ciudad de Sao Paulo. Luego de una sucesión fortuita de hechos, de noches dormidas en la plaza y de largos ayunos involuntarios, logró encontrarse con el profesor al que estaba buscando, el pedagogo uruguayo Isaías Savio, quien residía en la ciudad brasileña.

Luego de darle clases gratuitas y de pagarle la pensión, el maestro intervino a su favor para que pueda ingresar al conservatorio a plena mitad de año. Con disciplina y dedicando nueve horas diarias a la práctica de la ejecución logró rápidos progresos y pronto se convirtió en asistente de Savio e incluso lo reemplazaba en algunas clases.

La consagración

En aquel tiempo Herminio Giménez fijó residencia en la urbe paulista. El maestro, además de brindarle algunos consejos sobre sus estudios, también le tendió una mano y le dio trabajo en un sello discográfico, donde su labor consistía en copiar y preparar partichuelas para las grabaciones de orquestas dirigidas por Giménez.

Así, con trabajo y sacrificio, aunque también respaldado por una feliz sucesión de circunstancias, Felipe fue convirtiéndose en un referente en la enseñanza y en la interpretación de la guitarra.

A fines de 1964, cuando tenía 19 años, mientras se encontraba en Asunción, recibió una carta del maestro Juan Carlos Moreno González, quien lo invitaba a sumarse al plantel de docentes del Conservatorio Municipal que se estaba formando entonces bajo la dirección del creador de la zarzuela paraguaya. 

En mayo de 1965 tuvo su primer encuentro con el público paraguayo en un concierto a sala llena que realizó en el Teatro Municipal. El profesor Moreno González opinó entonces lo siguiente sobre su presentación: “Felipe Sosa está llamado a completar el triángulo de oro cuyas bases indiscutibles son Agustín Barrios y Sila Godoy. Su sentido de la expresión, el poder que posee en transmitir al auditorio la emoción e intención que emana de la obra, todas estas cosas que hacen al artista nato, están sustentadas por una técnica bien dirigida”.

En 1976 participó de un seminario en la ciudad de Montevideo, donde ganó el primer premio del concurso de clausura durante unas jornadas de las que participaron cincuenta guitarristas de varios países latinoamericanos y europeos.

Asimismo, durante sus giras conoció y trabó amistad con importantes referentes de la escena artística nacional e internacional como el maestro Andrés Segovia, Luis Alberto del Paraná, José Asunción Flores, Atahualpa Yupanqui, Elvio Romero, entre otros.

La vocación de un maestro

Su pasión por la labor docente le hizo declinar una oferta de radicarse en los EEUU y a “cercenar”, en sus propias palabras, su carrera de intérprete, ya que en la cúspide de su carrera en los escenarios se abstuvo de realizar varias giras con el fin de concentrarse en la formación de nuevos valores en la ejecución del instrumento.

Entre las distinciones logradas durante sus 57 años de carrera cabe mencionar la medalla Héctor Villa-Lobos, el Premio Nacional de Música 2009, Catedrático honorífico de la Universidad de Música de Seúl, miembro honorario de la Sociedad Guitarrística Madrileña, entre otras. Pero entre todos sus logros y condecoraciones, Sosa pone en primer lugar los 112 diplomas de profesorado superior de música otorgados en su conservatorio privado, anteponiendo sobre todas las cosas su vocación de maestro. 

 

A consecuencia de un infarto sufrido durante el verano de 2011-2012, el maestro se retiró definitivamente de los escenarios tras 57 años de carrera.

 

Tras haber grabado 18 discos, entre ellos el primero en la historia realizado en homenaje a Agustín Barrios, y con 155 piezas musicales compuestas, además de haber realizado conciertos en numerosos países europeos, americanos, asiáticos y del Oriente Medio, en el verano del 2011-2012 un infarto de miocardio severo lo obligaría a retirarse definitivamente de los escenarios. No obstante, hasta la actualidad sigue dedicándose a sus labores de docente y compositor de manera más distendida y en la medida en que su salud se lo permite.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Periplo al kurusu bicicleta

Esta es la historia de los hermanos Sergio (20) y Gregorio (17) Aguilera Arias, los “ángeles protectores” de los ciclistas; en memoria de ambos fue erigido el kurusu bicicleta, un nicho ubicado en el kilómetro 109,5 de la ruta PY02 en San José de los Arroyos, departamento de Caaguazú.




La noche del 2 de enero de 2007 Sergio se presentó a trabajar en la planta de faenamiento de pollos que estaba a dos kilómetros de la casa familiar en la compañía Yacú Barrero, por lo que siempre se trasladaba a la fábrica en bicicleta.

Esa noche, el encargado de organizar las labores nocturnas pasó revista al personal disponible, luego de lo cual informó que faltaría uno más para cumplir el trabajo extra programado para esa noche y madrugada.

Cuando escuchó el requerimiento del jefe de cuadrilla, Sergio levantó rápidamente la mano para decir que él podía conseguir a alguien. El primero en quien pensó fue en su hermano Gregorio, tres años menor que él y con quien desde muy chiquitos se acostumbraron a trabajar para aportar a la precaria economía familiar. En total eran siete hermanos, pero entre Sergio y Gregorio había una conexión especial. Eran muy unidos y todo lo hacían juntos.

Cuando recibió el permiso del puntero para ir a buscar a su hermano, tomó su bicicleta y se puso a pedalear lo más rápido que pudo. Cuando al fin llegó jadeante hasta la puerta del rancho, su familia se sobresaltó pensando que algo malo había ocurrido.

-Mba’e piko ojehu ndéve* –le preguntó su madre.

–Mba’eve, che sy. Ajúnte aheka Gregorio-pe. Che hermano, jaha ñamba’apo. Oñeikotevê peteî personal ko pyharépe amo fábrica-pe** –le dijo Sergio a Gregorio.

–Nooo. Che ajapo va’erã voi peteî chánga ko’êro. Aháta aity takuare’ê. Che namba’aposéi pyharekue*** –se excusó el hermano menor.

–Jaha katu. Enohê porãvétako amo**** –le insistió Sergio.


Sergio Aguilera Arias. Foto: Crónica

Aunque no sentía ganas de ir, terminó cediendo ante la insistencia de su hermano. Suspirando con cierto fastidio se cambió la ropa y se calzó las botas para ir a trabajar. Cuando Sergio se montó a la bicicleta, Gregorio se acomodó sobre el portabulto trasero e iniciaron el camino cuesta arriba rumbo a la planta.

La jornada de trabajo se extendió hasta la madrugada. Fuera del establecimiento, como lo hacía todas mañanas bien temprano antes del amanecer, ña Rosita aguardaba con su canasta de chipa y cocido bien caliente frente al portón del criadero de aves. Sergio y Gregorio estaban fatigados y con mucha hambre.

Les pareció buena idea desayunar y luego dirigirse a la casa para ir a acostarse directamente sin armar barullo en la cocina. Cuando acabaron de comer, se montaron a la bicicleta y se enfilaron hacia la ruta rumbo a casa. Los primeros destellos del día se insinuaban tímidamente en el horizonte.

Adelante iba un pelotón de trabajadores que salían de la fábrica y se dirigían a sus hogares luego de la extenuante jornada. Al pie de la cuesta escucharon el ronquido de un autobús avanzando a sus espaldas a alta velocidad.

Todos voltearon para ver a qué distancia se encontraba el camión, pero la ofuscante luz alta apenas permitía ver una silueta fantasmagórica que rugía como un dragón furioso.

Sergio le daba al pedal con todas sus fuerzas en su intento de terminar la pendiente antes de que el ómnibus los alcanzara. Sin embargo, la empinada no solo los impulsaba a ellos, sino también a la humeante bola de hierro que tronaba detrás de ellos. Aferró fuertemente la manopla del manubrio y posó firmemente ambos pies sobre los pedales. Se puso rígido, al igual que Gregorio, quien se ceñía con todas sus fuerzas a la parrilla del portabulto.


Gregorio Aguilera Arias. Foto: Crónica

El chofer cabeceaba adormecido mientras sujetaba débilmente el volante, que cedía ante sus manos y giraba lentamente como las manecillas de un reloj. No fue sino hasta que sintió el crujir debajo de las ruedas cuando el conductor se repuso de su somnolencia y clavó los frenos. El bus derrapó y cuando logró enderezarlo ya había dejado atrás dos cuerpos inmóviles que yacían sobre el asfalto.

Como Gregorio iba atrás, sufrió más directamente el impacto, por lo que murió en el acto. En tanto, Sergio fue trasladado inconsciente y en estado de gravedad al entonces Hospital de Emergencias Médicas, donde falleció pocas horas después. 

La maltrecha Phoenix gris enarbola la ermita erigida en memoria de los hermanos, que se ha convertido en lugar de culto para los ciclistas ruteros, quienes concurren al sitio para encomendarse a la protección de los hermanos Aguilera Arias.

Cuando llegué al lugar cerca de las once de la mañana luego de hacer escala la noche anterior en Itacurubí de la Cordillera, el cielo estaba encapotado y empezaron a caer las primeras gotas acompañadas de un fuerte viento. Encendí una vela rápidamente, pues no había tiempo para demorarse. Escudriñé los detalles del memorial, entre ellos la placa con los datos de las fechas de nacimiento y de muerte de ambos (Sergio Aguilera Arias/Q.E.P.D./ 20-VIII-1987 + 3-I-2007/ Fabián Gregorio Aguilera Arias/Q.E.P.D./ 20-V-1990 + 3-I-2007). 

Luego de unos breves minutos, apurado por la amenaza de tormenta, emprendí el camino de regreso. Pero apenas al llegar al pueblo de San José, el sol del mediodía empezó a quemar nuevamente. El temporal había quedado atrás.

 

Notas

*Qué te pasa.

**Hermano, vamos a trabajar. Se necesita a un personal para trabajar esta noche en la fábrica.

***No. Yo tengo una changa para hacer mañana. Voy a recolectar caña de azúcar. Yo no quiero trabajar de noche.

****Dale, vamos. Vas a ganar más dinero allá.

sábado, 30 de octubre de 2021

El primer concierto de música clásica en Villa Elisa

Un sábado 30 de octubre como hoy, pero del 2010, se realizaba por primera vez en nuestra ciudad un concierto de repertorio clásico que incluyó obras de Mozart, Bach, Beethoven, Strauss, entre otros grandes compositores de la música culta y popular. Aquí una crónica en recuerdo de lo que fue aquella presentación.


Orquesta Juvenil de Cámara de Villa Elisa bajo la dirección de Blas Vivé.

Sábado a la noche. Muy poco de las formalidades propias de las salas de conciertos de gala, exceptuando la impecable vestimenta de los músicos y la parsimonia en la disposición de los instrumentos. Luego de afinar los últimos violines, el coro de niños sube en tropel las escaleras del polideportivo de la seccional que hacían de escenario. Entre risotadas y empellones se ubican cada uno en su lugar.

El director Oscar Ortellado es uno más entre los violinistas. No es el Uno separado de la sociedad, sino el líder que rige con el ejemplo, trabajando como el resto, sin tarima ni batuta.

La apertura musical estuvo a cargo de Rodrigo Molinas, con “Será”; Yamilia Osorio, con Mercedita; José Acosta y Cynthia Ojeda, con Mis noches sin ti, y la parte final del preludio estuvo a cargo del Grupo Coral con una versión de Pacholí, bajo la dirección del profesor Orlando Ramírez.

Posteriormente, la Orquesta de Principiantes se presentó con Estrellita del repertorio Suzuki y el Himno de la alegría de Ludwig van Beethoven.


Momento de la presentación de la Orquesta de Principiantes de Villa Elisa.

En el público se siente la emoción de ver a niños y niñas de seis a siete años interpretando a los más grandes compositores del repertorio clásico así como guaranias en muy peculiares versiones.

Luego se presenta el cuarteto conformado por Johana Murmyllo, Marco González, Francisco González y Rodrigo Brítez con los siguientes temas: Epilogue, Fade to black y Nothing else matters de Metallica con los arreglos de la banda finlandesa Apocalyptica. Luego, el quinteto integrado por Lisandry Martínez, Cristian Sosa, Wilson Domínguez, Camila Cáceres y Shirley Peralta ofrecieron Recuerdo de Ypacaraí de Demetrio Ortiz. En tanto, el dueto Camila Cáceres y Shirley Peralta interpretaron Bourrée de Johann Sebastian Bach y Minuet en G de Beethoven.

Bajo la dirección y guitarra del profesor Orlando Ramírez, con el acompañamiento del canto y guitarra de Rodrigo Molinas, Yamila Osorio, José Acosta y Cinthya Ojeda, el coro de principiantes estuvo conformado por Fabiola Paredes, Brenda Alcaraz, Fabricio Alcaraz, Oliver Alderete, Rodney Alderete, Alma Areco, Karen Baranda, Cynthia Cabaña, Jessica Chaile, Nazzar Chaile, Vanessa Correa, Leticia Delgado, Nelson Duré, Yeissi Galeano, Cindy González, Aline Hayashi, Celia Irala, Joaquín López, María Teresa Jara, Alejandra León, Rodrigo Martínez, Noelia Melgarejo, Almides Pittoni, Rubén Rolón y Sandra Zaracho.

Luego se presentó el dueto para violín y viola de Mozart con un dúo femenino. Posteriormente, el cuarteto de cuerdas hizo vibrantes interpretaciones de Fade to black, One y Nothing else matters de Metallica, en versión y arreglos de Apocalyptica. Entretanto, un quinteto hizo un collage musical interpretando temas como Dust in the wind de Kansas y Recuerdos de Ypacaraí. Le sigue otro dueto con la Bourrée de Bach y Minuet in G de Beethoven.

Segunda parte

Un pequeño receso de 10 minutos antes de la segunda parte, con el cierre a cargo de la Orquesta Juvenil de Cámara de Villa Elisa bajo la dirección de Blas Vivé, presentando un repertorio polícromo de canciones pop, clásicas y folclóricas.


El Grupo Coral presentó un repertorio de música folclórica.

En los primeros violines estaban la concertino Lissandra Martínez acompañada de Gessyka Garrido, Cristian Sosa y Wilson Domínguez; entre los segundos, Shirley Pereira, Camila Cáceres, Ever Martínez, Samuel Villalba; en la viola, Johana Murmyllo, Lizzabella Garrido y Marco González; violoncellos, Francisco González y Ever Martínez y en el contrabajo Rodrigo Brítez.

El repertorio fue el siguiente: Marcha Radetzchy de Strauss, Reales fuegos de artificio de Haendel, My heart will go on de Céline Dion, Yesterday de Lennon y McCartney, A mi manera de Frank Sinatra, Can Can de Offenbach, The pink phanter theme Henry Macini, Pequeña serenata nocturna de Mozart, Yo no sé por qué de Boggino. 

La audición concluyó con dos composiciones de uno de los máximos creadores de nuestra música, Herminio Giménez, con Pirayumi y Despedida. El público de Villa Elisa emocionado apreciaba su polca y su guarania con los sonidos del cello, la viola, el contrabajo y los violines.

La orquesta formada en el marco del proyecto Sonidos de la Tierra Villa Elisa realizó muchas otras presentaciones en templos, escuelas, plazas y salas de diversas ciudades del país. Varios de sus integrantes ingresaron al Conservatorio Nacional de Música (Conamu) para proseguir sus estudios y otros se desempeñan como instructores de los más pequeños que se van sumando.

Es de esperar que pronto, luego de este paréntesis por la pandemia, los tengamos de regreso en los escenarios.

lunes, 11 de octubre de 2021

Yerba mate: “Una superstición diabólica que acarrea muchos daños”

El consumo de la yerba mate es una de las costumbres más arraigadas en la cultura paraguaya y un elemento primordial de socialización, principalmente a través del tereré. Sin embargo, no siempre fue una costumbre aceptada, al menos en el plano oficial, puesto que llegó a ser perseguida por autoridades coloniales e incluso fue denunciada ante la Inquisición como una práctica demoniaca.

 

Grabado del siglo XVIII sobre proceso de secado y preparación de la yerba mate.

 

Este 11 de octubre se conmemora el Día de la Yerba Mate, una fecha instituida con el fin de difundir y valorizar su uso como elemento tradicional de la cultura paraguaya, así como para incentivar la investigación sobre sus propiedades y utilidades. El Ilex paraguayensies o ka’a, yerba en guaraní, es un cultivo que llegó a nosotros a través de los guaraníes, que bebían una infusión de las hojas de esta planta con fines estimulantes.

Desde la época de la Colonia, a falta de metales preciosos, la yerba fue uno de los principales rubros de la economía de la entonces provincia. No obstante, fue un género de la naturaleza cuyo valor fue menoscabado en principio por los españoles, quienes lo consideraron un producto pobre.

En el siglo XVII, al generalizarse su consumo, fue perseguida por las autoridades coloniales por supuestamente fomentar la holgazanería e incluso fue relacionada con prácticas diabólicas por la jerarquía eclesiástica. La historiadora Margarita Durán Estragó refiere, en el capítulo Conquista y colonización (1537-1680), que Hernandarias, el primer gobernador criollo de la Provincia del Paraguay, en 1618 buscó prohibir el uso de la yerba bajo la creencia de que hacía a los hombres “viciosos y haraganes” y que incluso ordenó la quema de varios cargamentos. Por su parte, el sacerdote jesuita Diego de Torres de Bollo denunció ante la Inquisición que se trataba de “una superstición diabólica que acarrea muchos daños”.

Sin embargo, los asuntos de Dios tuvieron que ser relegados ante las urgencias temporales, por lo que las denuncias no fueron oídas por la Corona española, que priorizó sus fines recaudatorios, asevera la autora. En cambio, a pesar del enriquecimiento de los comerciantes y los ingresos fiscales que generaba para la metrópoli, la economía provincial no se benefició significativamente del aumento de la explotación de este rubro y mucho menos los trabajadores de los yerbales, que debían soportar pesadas jornadas laborales atrapados en un círculo de esclavización a través de las deudas. (Este esquema de reclutamiento forzoso de trabajadores sería denunciado en tiempos muy posteriores por la lírica exaltada del escritor español Rafael Barrett en “Lo que son los yerbales”, un folleto publicado en 1918).

Los mensúes, cuya situación fuera vehementemente denunciada por el escritor español Rafael Barrett en su folleto titulado “Lo que son los yerbales”. 


A más de ello, en 1680 la castigada economía de la provincia tuvo que enfrentar una carga extra con la aplicación de nuevos impuestos a la yerba para financiar la defensa de Buenos Aires ante el ataque de los piratas ingleses. Durán Estragó detalla que esta imposición se cobraba en Santa Fe y consistía en “medio peso sobre cada arroba (antigua unidad de medida equivalente a 11,339 kilogramos, ndr.) de yerba introducida y un peso para la que iba al Perú y Tucumán”.

La “liberalización” del rubro

Si en principio los jesuitas denunciaron la yerba como un artificio del demonio, posteriormente esta se convertiría en el rubro estrella de las misiones controladas por la Compañía de Jesús. En el siglo XVIII, la orden sería beneficiada con el monopolio de la producción, por lo que pronto también tuvo que cambiar la versión sobre cómo se reveló al hombre el uso de esta planta. Si antes eran las fuerzas del mal, el relato tuvo que acomodarse y San Bartolomé pasó a ser el héroe cultural que instruyó sobre los usos y propiedades de este vegetal a los indígenas.

La importancia que adquirió este producto fue tal que los beneficios de los que gozaban los jesuitas despertaron los celos de los comerciantes criollos, lo cual terminaría desembocando en la Revolución de los Comuneros, un importante episodio de nuestra historia señalado como un antecedente fundamental de la Independencia.

El historiador Herib Caballero Campos, en un texto titulado El Virreinato del Río de la Plata (1776-1810), relata que luego de la expulsión de los jesuitas y el fin del beneficio monopólico que estos detentaban, la liberalización del rubro, una política impulsada en el marco de las reformas borbónicas, propició un considerable aumento de la producción.

Así, en 1776 las exportaciones de la yerba llegaron a 27.000 arrobas, que subieron a 125.271 arrobas en 1781 y 247.290 arrobas en 1783. El pico de la producción de la época llegaría en 1798 con 330.480 arrobas.

Su cultivo en la actualidad

Un documento de trabajo elaborado por la Ing. Agr. Zunilda Funes Godoy indica que la producción al 2018 llegó a 171.906 toneladas de la hoja verde y 65.324 toneladas de yerba mate canchada y elaborada en una superficie de 28.651 hectáreas. De esta forma, Paraguay se ubica como tercer productor mundial de este producto luego de Brasil y Argentina. Las exportaciones al 2020 fueron de 21.293.231 de kilos neto y USD 26.784.265 FOB (valor de la mercancía puesta en puerto), en tanto que las importaciones fueron de 228.924 kilos neto y USD 500.356 CIF (coste, seguro y flete).

La Ing. Agr. Zunilda Funes Godoy, experta en yerba mate y autora de numerosos informes sobre el rubro.


En tanto, datos del Centro Yerbatero indican que el sector emplea a unas 55.000 personas. En cuanto a su aporte tributario, dos empresas del ámbito figuran en el
ranking de los 500 mayores contribuyentes del Ministerio de Hacienda. Ambas firmas aportan en conjunto poco más de 5.800 millones de guaraníes al fisco en concepto de impuestos, intereses, mora, etc. 

La experta detalla que hay un total de 15.000 fincas dedicadas a este rubro, de las cuales el 92% de la producción primaria se realiza en el marco de la agricultura familiar y solo el 8% restante corresponde a la agricultura empresarial. La principal distorsión de mercado verificada es el oligopsonio, un pequeño grupo de compradores y acopiadores que imponen precios bajísimos a los productores, que desde siempre fueron el eslabón menos favorecido de la cadena.  

Un clima ideal

Nuestro clima y suelo, caluroso y húmedo, fueron especialmente propicios como hábitat de esta planta. En efecto, desde antaño los cronistas dieron cuenta de su uso como un modo de combatir los rigores de nuestro clima. En este sentido, la historiadora Margarita Miró Ibars, en un artículo titulado “La yerba mate en la cultura guaraní y el origen del tereré”, recoge un relato del padre y naturalista Pedro Montenegro (1663-1728), quien señala que “socorrió Dios con esta medicina a esta pobre tierra por ser más conducente a ella que el chocolate, y vino a sus naturales habitadores así como lo es el cacao en el Oriente, porque estas tierras muy calientes y húmedas causan graves relajaciones de miembros, por la grave aspersión de los poros, y vemos que de ordinario se suda con exceso, y no es remedio el vino ni cosas cálidas para reprimirlo, y la yerba sí, tomada en tiempo de calor con agua fría, como la usan los indios, y en tiempo frío o templado con agua caliente o templada”.

Actualmente su uso no conoce prácticamente de diferencias de clase, pues el hábito de beberla se halla difundido en todos los estratos sociales. Miró Ibars apunta a Eligio Ayala como promotor del consumo entre la élite paraguaya, pues hasta las primeras décadas del siglo pasado su uso se circunscribió a las clases pobres, especialmente a través del cocido. La autora añade que Ayala envió muestras a varios laboratorios del mundo confirmando las bondadosas cualidades de la yerba y la superior calidad química de la que se cultivaba en nuestro país. En efecto, varios estudios confirman sus propiedades nutritivas, estimulantes, digestivas, refrescantes, entre otras.

Datos sobre la planta publicados en catálogo europeo de botánica del siglo pasado.

Por ello, aunque la pandemia haya menoscabado su práctica aglutinadora, cuando el cuerpo y la mente parecen no dar más, ya sea en el campo o la ciudad, un par de sorbos bastarán para aplacar los efectos del tremendo calor paraguayo y reanudar con nuevos bríos la rutina diaria.

Fuentes

Caballero, Herib (2011) El Virreinato del Río de la Plata (1776-1810). En Telesca, Ignacio (coor.) Historia del Paraguay (pp. 155-169). Asunción: Taurus.

Durán Estragó, Margarita (2011). Conquista y colonización (1537-1680). En Telesca, Ignacio (coor.) Historia del Paraguay (pp. 75-100). Asunción: Taurus.

Funes Godoy, Zunilda (2021) Yerba mate. Panorama global 2020/21. Documento de trabajo (inédito).

Miró Ibars, Margarita (2015) La yerba mate en la cultura guaraní y el origen del tereré, disponible en: http://www.cultura.gov.py/2015/02/la-yerba-mate-en-la-cultura-guarani-y-el-origen-del-terere

sábado, 18 de septiembre de 2021

Una visita nocturna

Al despertar una mañana me encontré con los restos de un convite del cual no recordaba nada. ¿Desmemoria, sonambulismo o existen las entidades nocturnas?


Imagen ilustrativa: Quartz

Después del desmadre del viernes, esa noche de sábado se presentaba tranquila. Luego de culminar mi turno de trabajo, ya pasadas las diez de la noche, fui un rato a relajarme a la bodega de la esquina antes de dormir. 

Compré una cerveza y me senté sobre un pequeño cantero que estaba del otro lado de la vereda para intentar mitigar el tormento de la espantosa música lastimera que sonaba a todo volumen desde un Vitz negro. Me coloqué los audífonos y como en los viejos tiempos me puse a hacer zapping en FM. Me enganché con una maratón de rock clásico y ya fue cosa de pocos minutos matar la primera botella.

–Bueno, voy a tomar una última –me dije a mí mismo.

Traje la siguiente y me puse a tararear las melodías que se sucedían una tras otra. Pasadas las 23:00, el local empezó a bajar las cortinas de metal para cerrar. Luego de un rato todos se habían ido. No me pareció buena idea permanecer en ese lugar por mucho tiempo en medio del paroxismo del posconfinamiento.

Aunque sentí algo de hambre, ya estaba cansado de la comida rápida. Así que fui directo a casa pensando que me la arreglaría con un sándwich y unas frutas y listo. 

Puse la radio y en algún momento me quedé dormido. Entonces soñé que estaba bebiendo con un desconocido. No recuerdo ninguna conversación en particular; solo que ambos permanecíamos en silencio. 

El visitante tomaba de una lata y no emitía palabra alguna. Reconocí mi habitación, por lo que cuando me apresté a preguntarle cómo había entrado, noté que el intruso no tenía rostro, pero eso no me llamó especialmente la atención ni me dio miedo.

Cuando me desperté a la mañana, me sentí con buena energía luego del buen descanso y la poca libación de la noche anterior. Sin embargo, al girar me encontré con una sorpresa. Sobre la silla al lado de mi cama y que hace las veces de mesa había una ensalada de atún con aceitunas, choclo, arvejas, tomate cherry, entre otros ingredientes que podría asegurar no tenía en mi pequeño refrigerador. Además, dos latas de cerveza de una marca que dejé de comprar hace tiempo, una sin abrir y la otra a medio beber.

Si bien al principio me sobresalté con la idea de que la visita había sido real, me levanté y me desayuné lo que había quedado de la ensalada y puse a enfriar la cerveza para acompañar luego el almuerzo dominguero. 

Hasta ahora me pregunto quién habrá sido el extraño benefactor que me había visitado aquella madrugada.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Ani rejevy*

Dicen que, cuando uno sale rumbo a algún lugar, nunca debe desandar el camino aunque haya dejado algo importante. Esta es la historia de una mujer que del apuro olvidó algo y tuvo que volver a su casa para recogerlo.


Pinterest.
La joven mujer salió presurosa de su casa rumbo a la universidad. Luego de caminar unas cuadras, se percató de que no llevaba consigo los avances de su tesis que quería mostrar al profesor para las orientaciones pertinentes. Quería acelerar lo máximo posible su trabajo final de grado antes de tomarse el reposo de maternidad, pues llevaba cuatro meses de embarazo.

Regresó a su casa, tomó sus apuntes y se aprestó a salir nuevamente lo más rápido que pudo. Cuando estaba a punto de llegar a la parada, de pronto el micro pasó como un rayo.

-¡Uhhh! –se lamentó. Como ya se estaba haciendo tarde, no se quedó a aguardar en el lugar, sino que siguió caminando en dirección a la avenida principal para tener más opciones de llegar lo antes posible.

En el momento en que pasaba frente a una plazoleta escondida advirtió que un hombre abandonó su asiento y se dirigió directamente hacia ella. De inmediato supo cuál era su intención. Miró a su alrededor por si necesitara pedir ayuda, pero no vio a nadie.

Controló de reojo al hombre mientras pasaba a su lado hasta que quedaron de espaldas. Aceleró el paso sin mirar atrás. Era una de esas tardes ardientes en que las calles parecen más silenciosas que la propia madrugada.

Instantes después sintió que alguien le jaló fuertemente la cartera. Entonces vio al hombre con el que se acababa de cruzar que la amenazaba con un cuchillo en la mano intimándola a que entregue sus pertenencias. De los nervios el bolso se le quedó enredado entre los brazos. El asaltante hizo un movimiento con la navaja, ella se sacudió y poco después sintió dos punzadas entre el vientre y la pelvis. Sintió la sangre tibia que corría entre sus piernas, que sucumbieron ante su peso dejándola caer sobre la baldosa.

Mientras se desvanecía escuchó vagamente el griterío de los vecinos que pedían socorro. Poco después llegaron raudamente una patrullera de la policía y una ambulancia. Los paramédicos le brindaron los primeros auxilios y luego la trasladaron al hospital por la gravedad de sus heridas. Gracias a la rápida intervención, los médicos pudieron salvarle la vida. Sin embargo, la estocada afectó el útero, por lo que perdió a su bebé.

Cuando le dieron la terrible noticia, recordó algo que siempre le decía su abuela y que hasta entonces no le había parecido más que una superstición sin sentido.

-Ani rejevy, che memby. Resê mboyve rerrevisa porã va’erã erekopápa nde kósa kuéra** –le advertía siempre las veces que luego de haber salido rumbo a algún lugar retornaba para recoger alguna cosa que había olvidado.

Se quedó con los ojos clavados al techo sin decir nada por un largo rato. Las sombras de los árboles se reflejaban como espectros en la pared anunciando la caída de la noche. Se tocó el vientre sollozando evocando en su mente una y otra vez aquel sabio consejo al que nunca había prestado la menor atención.


*“Nunca desandes el camino” en guaraní.

**Nunca vuelvas, mi hija, luego de que ya has salido. Antes debés revisar bien si tenés todas tus cosas.

Recreación de una experiencia compartida en el grupo Kyhyje Paraguay.


miércoles, 25 de agosto de 2021

El mito fundacional de la alianza hispano-guaraní en la identidad paraguaya

¿El tan declamado "orgullo guaraní" es un aspecto genuino en la formación de la cultura paraguaya o es apenas un lugar común de la retórica nacionalista instrumentalizado para encubrir sentimientos racistas?


Pintura de Pablo Alborno que representa la fundación del fuerte Nuestra Señora de la Asunción el 15 de agosto de 1537.

La construcción identitaria de la sociedad paraguaya está signada por la honda paradoja entre lo que, por un lado, proclama y, por el otro, quiere ser; o, en este caso más específico, no quiere ser y rechaza de manera más o menos explícita. En este sentido, la síntesis concreta que resume la condición de lo indeseable es la figura del “indio”.

Por ello, al mismo tiempo que la sociedad paraguaya hace alarde de ser heredera del “dulce idioma guaraní”, un amplio repertorio de prejuicios y prácticas racistas hacia los indígenas y su lengua resultan más que patentes en el día a día.

Una “rémora”

Pasando por alto el largo historial de persecuciones y proscripciones que sufrió la lengua indígena desde los tiempos de la Colonia, sigue aún muy arraigada la creencia de que el guaraní es una traba a la realización personal y una rémora de la que es preciso despojarse.

Por ello, a pesar de las acciones declarativas respecto al idioma guaraní, los paraguayos han internalizado hasta tal punto ciertos prejuicios que, de manera casi espontánea e inconsciente, manifiestan de manera permanente actitudes racistas hacia las sociedades indígenas en su conjunto. Esto aunque nos preciemos de haber heredado el idioma vernáculo; o, al menos, lo que resta de él.

Esta estratificación por razones de lengua se verifica notoriamente en la división de las funciones que corresponden respectivamente a cada lengua de acuerdo al contexto. Tal como lo señala Melià, “las dos lenguas del Paraguay cubren campos semánticos diferentes. Debido a factores de marginación cultural y social, el guaraní, ya desde los tiempos de la Colonia, quedó encerrado en el campo más conservador y estático de lo íntimo, y carece hoy de un léxico adecuado a las nuevas necesidades de un mundo en evolución. El guaraní no puede entrar en ciertos campos semánticos, concretamente aquellos de la ciencia y la técnica. Incluso el que se dice y se cree bilingüe no abordará nunca ciertos temas en la lengua indígena; sencillamente no puede, porque el hecho social no se lo permite (Melià, 1997: 47-48).

Así, pues, el guaraní se encuentra ante terrenos cercados en los que le está vedado el decir.

El ava

A pesar del orgullo declamado de ser una nación bilingüe y multicultural, la generalidad de los paraguayos, incluso cuando se están expresando en el “dulce idioma guaraní”, manifiestan un fuerte sentimiento racista hacia los indígenas. El calificativo ava o “indio” encierra un significado peyorativo y se utiliza para denostar contra determinadas conductas consideradas impropias de las personas “civilizadas” o “educadas”.

Consultada al respecto, la escritora Susy Delgado indica que el contenido semántico del término incluso se fue desvirtuando por efecto del desprecio hacia los indígenas. “Sabemos que en principio ava significaba hombre o persona. Luego se le agregó el significado de indígena y así se adoptó por ejemplo para nombrar a los avá-guaraní. Este habrá sido el disparador para que se le fueran agregando connotaciones negativas por el desprecio hacia el indígena. La variedad de acepciones que le atribuye nuestra sociedad va desde el rasgo de antisocial, pasa por el de áspero, el arisco, el salvaje, hasta los del terco o necio, lo que se suele aludir con la expresión «icerrado», que es prácticamente equivalente. Una persona de difícil trato”, señala.

Por su parte, Bartolomé (2003) identifica una importante característica de esta “fórmula agraviante” observando que el sustantivo ava no requiere de ningún adjetivo para constituirse en una ofensa. Es una injuria por fuerza propia. “En el Paraguay la expresión ¡nde ava!, «¡tú, indio! », no requiere de utilizar un adjetivo despectivo, ya que el concepto guaranítico de «hombre», ava, se considera un insulto en sí mismo, aunque las personas que así se ofenden estén hablando en guaraní” (Bartolomé, 2003: 235-236).

Las encomiendas

Esta negativa a considerarse indígenas no es propia o exclusiva de los paraguayos actuales, sino que es una práctica de los propios nativos que se remonta a los tiempos de la Colonia y que se habría acentuado de manera particular tras la expulsión de los jesuitas como una estrategia para escapar de la prestación de servicios bajo el régimen de la encomienda.

Telesca (2011) observa que además de la huida a los bosques y otros métodos para evadir la esclavitud colonial, muchos indígenas y mestizos lograron ser registrados como españoles en censos como el de 1782. Este mecanismo en muchos casos resultó conveniente para la propia élite provincial, que para entonces ya había acumulado importantes cantidades de tierra y necesitaba mano de obra indígena para cultivarla.

Sobre la eclosión repentina de “españoles” en la provincia del Paraguay a fines del siglo XVIII, este investigador se remite al empleo de una suerte de ficción jurídica mediante la cual en muchos casos los nativos lograron ser tenidos como españoles con el fin de evadir el régimen de servidumbre, una situación en muchas ocasiones también conveniente para los propios terratenientes criollos que necesitaban brazos para labrar las tierras que iban acaparando progresivamente.

En este sentido, Telesca señala que “si el dueño de la tierra reconocía que tenía un arrendatario indígena, entonces tenía que devolverlo al pueblo de indios de origen; en cambio, si lo reconocía como español, podía mantenerlo trabajando en su tierra. Por esta razón, tanto al propietario de la tierra como al indígena les convenía el trato. (…) El sistema de exclusión, marginación y de explotación a través de la encomienda obligó a esta población (mestiza e indígena) a tener que negarse a sí misma, negar su identidad indígena, para dejar de ser explotados (Telesca, 2011: 152).

La lucha contra los carios en Paraguay, grabado del explorador alemán Ulrico Schmidl, retrata un episodio de la rebelión de los guaraníes contra el dominio español registrado en 1545 en lo que sería la actual ciudad de Ñemby. 

“Caracterización estética”

Alvarado Borgoño (s/f) sostiene que en América Latina, la élite político-literaria de la romántica ha construido una comprensión del sujeto popular y del indígena desde una caracterización estética dominada por posiciones ideológicas que, en definitiva, han terminado justificando las formas en que se ha ejercido el poder sobre estos.

Al respecto este autor afirma: “Todo se hace por el indio o el pueblo en pos de su promoción, para ello el pasado es embellecido y el bárbaro pasa a ser el «ingenuo salvaje», bello tan solo por su misma ingenuidad. La nueva mitología se construye por lo tanto sobre la base de sujetos elaborados escénicamente como dignos y sufrientes, olvidándose al sujeto cultural concreto, con sus grandezas y contradicciones. (…). El liberal-romanticismo crea en Latinoamérica un concepto de cultura antes de que lo hiciese la ciencia antropológica, lo cual determinó una autocomprensión tanto con respecto a los efectos del proyecto ecuménico del Barroco como del Racional Iluminismo, sellándose así un tipo de legitimación estética del poder de esa élite” (Alvarado Borgoño, s/f).

En efecto, uno de los principales autores del romanticismo paraguayo y político colorado Natalicio González es uno de los que con mayor fervor y notable pluma proclamó el principio de la “alianza hispano-guaraní”. Este relato mitológico parte de la existencia de una supuesta unión pacífica entre los nativos y los colonizadores españoles basada en la entrega “consentida” de las mujeres con el fin de entablar pactos de parentesco.

De esta manera se omite la violencia, las fricciones y las resistencias en el marco de un contacto que, aunque eventualmente al principio pudo haber sido pacífico al punto de que se llegaron a establecer alianzas temporales, en ningún momento podría sustraerse de los principios de la dominación colonial.

La visión de esta pretendida alianza hispano-guaraní es expuesta por González en las siguientes palabras en una de sus principales obras: “La alianza del indio y del europeo realizó la síntesis racial en el mestizo, primera expresión de una nueva humanidad, típicamente americana, que iba a irrumpir con ideales y caracteres propios en la agitada historia del mundo. El español y el guaraní desaparecieron en el abrazo fecundo de la primera hora, para revivir en el vástago. El hijo de la india guaraní y del aventurero castellano poseyó, desde sus orígenes, un intenso patriotismo americano. Dueño de las conquistas de la técnica europea, la utilizó para ensanchar los dominios de la cultura autóctona. Mediante este proceso, América comenzaba por conquistar al conquistador (González, 1988:109).


La romántica paraguaya ha concebido el origen de la nación como el abrazo entre dos culturas y la sujeción consentida del indígena a la voluntad colonizadora. 

En este mismo sentido se expresa Efraím  Cardozo, uno de los autores más influyentes de la historiografía paraguaya, quien refiere que el vínculo de los indígenas con los españoles se definió por la renuncia a la guerra, la adopción de la fe católica y el cruzamiento. Así, expresa que la cultura guaraní es “de gran influencia en la formación histórica de nuestra nacionalidad, no porque fuera la única existente en el actual territorio del Paraguay, sino porque, en vez de hacer guerra viva a los conquistadores, aceptaron su alianza, y por el camino de un vasto y sistemático cruzamiento de sangres, o por su voluntaria conversión a la fe católica y reunión en pueblos y reducciones, organizados por autoridades y vecinos de Asunción y a cargo de religiosos franciscanos, mercedarios y jesuitas, se plegaron al nuevo orden de cosas. De la convivencia de las dos culturas resultó la cultura paraguaya (Cardozo,  2007: 24).

La alienación cultural

Como bien ha observado Augusto Roa Bastos en el prólogo a “Las culturas condenadas”, compilación de relatos orales indígenas, las culturas dependientes, en este caso la cultura mestiza paraguaya, sufren contradicciones y distorsiones que minan sus raíces e incluso la realización de su proyecto como sociedad.

Roa Bastos asevera que, debido a la alienación cultural, la sociedad paraguaya, “por lo menos en sus estratos más oprimidos y expoliados”, vive un proceso de destrucción comparable al que sufren las culturas indígenas. De manera análoga, como consecuencia de este desarraigo cultural, la literatura paraguaya no ha podido, según sus propios términos, “estructurarse como un sistema coherente”.

En un pasaje pleno de un profetismo lírico y trágico, nuestro más laureado escritor sentencia: “Orgullosa de una tradición cultural en la que continúan actuando o predominando los vestigios de la dominación y la dependencia o, en todo caso, los signos de una hibridación que no ha  alcanzado todavía a plasmar su propio sistema y pertinencia, los textos de esta literatura mestiza escrita en castellano, segregada de sus fuentes originarias, se apagan, carecen de consistencia y de verdad poética ante los destellos sombríos de los cantos indígenas tocados por el sentimiento cosmogónico de su fin último en el corazón de sus culturas heridas de muerte (Roa Bastos, 2011:23).  

Así, a veces motivo de orgullo y otros de vergüenza, fluctuando entre el guarango y la “garra guaraní”, nuestra autopercepción descansa en gran parte en estos sentimientos enfrentados que nos conducen a no terminar de asumir ni aceptar lo que decimos que somos.


BIBLIOGRAFÍA

Alvarado Borgoño, Ariel (s/f) Romántica, legitimación y dominación en nuestra visión de la cultura: Notas sobre las fuentes culturales de nuestras opciones paradigmáticas. Disponible en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/alvarado.htm

Bartolomé, Miguel A. (2003) “Flechadores de Jornales. Religión e identidad guaraní en el Paraguay contemporáneo”. Suplemento Antropológico. Universidad Católica. Revista del Centro de Estudios Antropológicos (Junio 2003. Vol. XXXVIII, no.1), pp. 217-241.

Cardozo, Efraím (2007). Apuntes de Historia Cultural del Paraguay. Asunción: Editorial Servilibro.

González, Natalicio (1988) Proceso y formación de la cultura paraguaya. Asunción: Cuadernos República.

Melià, Bartomeu (1997) Una nación, dos culturas. Asunción: CEPAG.

Roa Bastos, Augusto (2011) Las culturas condenadas. Asunción: Servilibro.

Telesca, Ignacio (2011) “Una identidad para un Estado-Nación” en: Bartomeu Melià. Otras historias de la independencia. Asunción: Taurus, pp. 141-163.