sábado, 4 de septiembre de 2021

Ani rejevy*

Dicen que, cuando uno sale rumbo a algún lugar, nunca debe desandar el camino aunque haya dejado algo importante. Esta es la historia de una mujer que del apuro olvidó algo y tuvo que volver a su casa para recogerlo.


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La joven mujer salió presurosa de su casa rumbo a la universidad. Luego de caminar unas cuadras, se percató de que no llevaba consigo los avances de su tesis que quería mostrar al profesor para las orientaciones pertinentes. Quería acelerar lo máximo posible su trabajo final de grado antes de tomarse el reposo de maternidad, pues llevaba cuatro meses de embarazo.

Regresó a su casa, tomó sus apuntes y se aprestó a salir nuevamente lo más rápido que pudo. Cuando estaba a punto de llegar a la parada, de pronto el micro pasó como un rayo.

-¡Uhhh! –se lamentó. Como ya se estaba haciendo tarde, no se quedó a aguardar en el lugar, sino que siguió caminando en dirección a la avenida principal para tener más opciones de llegar lo antes posible.

En el momento en que pasaba frente a una plazoleta escondida advirtió que un hombre abandonó su asiento y se dirigió directamente hacia ella. De inmediato supo cuál era su intención. Miró a su alrededor por si necesitara pedir ayuda, pero no vio a nadie.

Controló de reojo al hombre mientras pasaba a su lado hasta que quedaron de espaldas. Aceleró el paso sin mirar atrás. Era una de esas tardes ardientes en que las calles parecen más silenciosas que la propia madrugada.

Instantes después sintió que alguien le jaló fuertemente la cartera. Entonces vio al hombre con el que se acababa de cruzar que la amenazaba con un cuchillo en la mano intimándola a que entregue sus pertenencias. De los nervios el bolso se le quedó enredado entre los brazos. El asaltante hizo un movimiento con la navaja, ella se sacudió y poco después sintió dos punzadas entre el vientre y la pelvis. Sintió la sangre tibia que corría entre sus piernas, que sucumbieron ante su peso dejándola caer sobre la baldosa.

Mientras se desvanecía escuchó vagamente el griterío de los vecinos que pedían socorro. Poco después llegaron raudamente una patrullera de la policía y una ambulancia. Los paramédicos le brindaron los primeros auxilios y luego la trasladaron al hospital por la gravedad de sus heridas. Gracias a la rápida intervención, los médicos pudieron salvarle la vida. Sin embargo, la estocada afectó el útero, por lo que perdió a su bebé.

Cuando le dieron la terrible noticia, recordó algo que siempre le decía su abuela y que hasta entonces no le había parecido más que una superstición sin sentido.

-Ani rejevy, che memby. Resê mboyve rerrevisa porã va’erã erekopápa nde kósa kuéra** –le advertía siempre las veces que luego de haber salido rumbo a algún lugar retornaba para recoger alguna cosa que había olvidado.

Se quedó con los ojos clavados al techo sin decir nada por un largo rato. Las sombras de los árboles se reflejaban como espectros en la pared anunciando la caída de la noche. Se tocó el vientre sollozando evocando en su mente una y otra vez aquel sabio consejo al que nunca había prestado la menor atención.


*“Nunca desandes el camino” en guaraní.

**Nunca vuelvas, mi hija, luego de que ya has salido. Antes debés revisar bien si tenés todas tus cosas.

Recreación de una experiencia compartida en el grupo Kyhyje Paraguay.


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