Dicen que, cuando uno sale rumbo a algún lugar, nunca debe desandar el camino aunque haya dejado algo importante. Esta es la historia de una mujer que del apuro olvidó algo y tuvo que volver a su casa para recogerlo.
La joven mujer salió presurosa
de su casa rumbo a la universidad. Luego de caminar unas cuadras, se percató de
que no llevaba consigo los avances de su tesis que quería mostrar al profesor para
las orientaciones pertinentes. Quería acelerar lo máximo posible su trabajo
final de grado antes de tomarse el reposo de maternidad, pues llevaba cuatro meses
de embarazo.Pinterest.
Regresó a su casa, tomó
sus apuntes y se aprestó a salir nuevamente lo más rápido que pudo. Cuando
estaba a punto de llegar a la parada, de pronto el micro pasó como un rayo.
-¡Uhhh! –se lamentó. Como
ya se estaba haciendo tarde, no se quedó a aguardar en el lugar, sino que siguió
caminando en dirección a la avenida principal para tener más opciones de llegar
lo antes posible.
En el momento en que
pasaba frente a una plazoleta escondida advirtió que un hombre abandonó su asiento
y se dirigió directamente hacia ella. De inmediato supo cuál era su intención. Miró
a su alrededor por si necesitara pedir ayuda, pero no vio a nadie.
Controló de reojo al
hombre mientras pasaba a su lado hasta que quedaron de espaldas. Aceleró el
paso sin mirar atrás. Era una de esas tardes ardientes en que las calles
parecen más silenciosas que la propia madrugada.
Instantes después sintió
que alguien le jaló fuertemente la cartera. Entonces vio al hombre con el que
se acababa de cruzar que la amenazaba con un cuchillo en la mano intimándola a
que entregue sus pertenencias. De los nervios el bolso se le quedó enredado
entre los brazos. El asaltante hizo un movimiento con la navaja, ella se
sacudió y poco después sintió dos punzadas entre el vientre y la pelvis. Sintió
la sangre tibia que corría entre sus piernas, que sucumbieron ante su peso
dejándola caer sobre la baldosa.
Mientras se desvanecía
escuchó vagamente el griterío de los vecinos que pedían socorro. Poco después
llegaron raudamente una patrullera de la policía y una ambulancia. Los paramédicos
le brindaron los primeros auxilios y luego la trasladaron al hospital por la
gravedad de sus heridas. Gracias a la rápida intervención, los médicos pudieron
salvarle la vida. Sin embargo, la estocada afectó el útero, por lo que perdió a
su bebé.
Cuando le dieron la
terrible noticia, recordó algo que siempre le decía su abuela y que hasta
entonces no le había parecido más que una superstición sin sentido.
-Ani rejevy, che memby.
Resê mboyve rerrevisa porã va’erã erekopápa nde kósa kuéra** –le advertía siempre
las veces que luego de haber salido rumbo a algún lugar retornaba para recoger
alguna cosa que había olvidado.
Se quedó con los ojos
clavados al techo sin decir nada por un largo rato. Las sombras de los árboles
se reflejaban como espectros en la pared anunciando la caída de la noche. Se
tocó el vientre sollozando evocando en su mente una y otra vez aquel sabio
consejo al que nunca había prestado la menor atención.
*“Nunca desandes el camino” en guaraní.
**Nunca vuelvas, mi hija, luego de que ya has
salido. Antes debés revisar bien si tenés todas tus cosas.
Recreación de una experiencia compartida en el
grupo Kyhyje Paraguay.
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