miércoles, 27 de octubre de 2010

dia del korrector



deleátur


El 27 de octubre se conmemora el Día Internacional del Corrector de Textos, un oficio oscuro y silencioso como los tétricos laberintos del Finis Africae, biblioteca secreta ubicada en las galerías subterráneas de una abadía benedictina, donde eran guardados los escritos considerados heréticos por la Inquisición. La mayoría de los pergaminos versaban sobre tradiciones paganas, entre ellos un volumen con hojas envenenadas de la hipotética Comedia de Aristóteles. En torno a este escenario del medioevo se desenvuelve la intriga de la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco. En la abadía trabajan pacientemente numerosos monjes de la Orden en la reproducción y corrección de antiguos manuscritos, pero hay uno especialmente importante, escrito en lengua griega, que generará toda la trama que envuelve a la memorable novela del semiólogo italiano. 
El Día del Corrector se instituyó en homenaje a Desiderius Erasmus Roterodamus, nacido el 27 de octubre de ¿1446,1469? en Rótterdam, Holanda, quien fuera en su tiempo uno de los más insignes representantes del humanismo renacentista, y que según las crónicas es el primer corrector conocido de Occidente. Esta aclaración viene a cuenta de que los antiguos sumerios tenían escritura, conocida con el nombre de  cuneiforme, los egipcios a su vez contaban con el sistema jeroglífico y hacia este lado del mar los mayas  y otros grupos también desarrollaron métodos de  registro por medio de símbolos gráficos. La labor de los escribas era minuciosamente controlada por los sacerdotes, que iban corroborando los datos consignados ya sea en los pergaminos, los bloques de piedra tallada o los murales ideográficos.  Es decir, la figura del corrector surge indisolublemente con la propia escritura, de la cual representa su consecuencia lógica y necesaria. 
Retomando el motivo de la celebración, Erasmo se inicia como corrector de pruebas en una imprenta de Venecia. Paralelamente, y por cuenta propia, se dedica a corregir los textos escolásticos de la época proponiendo una nueva exégesis en oposición a la impuesta por los padres de la Iglesia, cuya interpretación de la Biblia estaba hecha en función a reforzar su posición hegemónica respecto al común de los creyentes. Más que mera corrección ortotipográfica, su trabajo consistió en una revisión de la estilística y, mediante una aguda penetración filológica, renovó el sentido que le atribuían a las escrituras los representantes del clero. Su trabajo fue condenado y en el ambiente de disputa entre la Reforma y la Contrarreforma fue atacado por ambos bandos. Por un lado, su irreverencia respecto a la jerarquía eclesial y, por el otro, su crítica a la idea de la predestinación promovida por los luteranos.  Con Erasmo de Rótterdam la cultura escrita sale de los monasterios para llegar al pueblo, pues su trabajo de corrector de textos también consistió en depurar los documentos de la época del hermetismo lingüístico, de tal manera a trasladarlo a un registro más accesible, democratizando así el acceso al conocimiento. 
Por supuesto, como muchos trabajos, también tiene su lado sucio. Este es el que le toca a Winston Smith, en la novela 1984 de George Orwell. Winston es funcionario del Ministerio de la Verdad y su trabajo consiste en corregir los números ya publicados de periódicos y los libros de historia, de tal manera a ajustar los hechos a las predicciones hechas por el Ingsoc, autoridad absoluta del pensamiento encarnada en la figura del Gran Hermano. Él es plenamente consciente de la falsificación y por sus manos pasan los documentos originales que pueden probar la impostura difundida por el Partido, pero no pasan muchos minutos para que esas pruebas se evaporicen en el agujero de la memoria. Así transcurren sus días, puesto al servicio de un régimen totalitario que se cae a pedazos y en el que ya nadie cree.   
Una función más activa, en cambio, es la que desempeña Raimundo Silva, personaje de la Historia del cerco de Lisboa de José Saramago. El protagonista es un corrector que está trabajando con un libro –el que le da título a la novela– que relata un episodio histórico de la capital portuguesa. Durante la revisión de los originales, Raimundo introduce una modificación voluntaria, la partícula “no”: Los cruzados “no” ayudaron a los portugueses a conquistar Lisboa. El corrector, de acuerdo al papel que le asigna Saramago, logra desmantelar la versión oficial de la historia, escrita siempre desde y para la óptica de los vencedores, que ejercen así el monopolio de la palabra. De tal forma, el protagonista se erige en un contrapeso ante el poder, vehiculiza la voz de las clases sociales segregadas que han sido despojadas del decir y nunca han podido relatar su versión de los hechos.  
La situación narrada por Saramago puede ser tomada como una metáfora de la comunicabilidad en tiempos de la concentración mediática, pues en este orden económico mundial que se atribuye haber conquistado la libertad de palabra y pensamiento no existe igualdad de palabra, pues los medios de difusión representan exclusivamente las construcciones ideológicas de la unidad socioeconómica a la que pertenecen, estructuras de poder fáctico autoritarias y jerárquicas, aunque no ejerzan la coerción política directa. A pesar de reivindicar una democracia de tipo formal, no admiten la pluralidad de voces y aspiran a imponer el discurso único.
En fin, asta aora muchos no sabrán ke es o para ke sirbe un korrector, pero hay kosas que no nesecitan ser esplicadas,  puesto ke son ebidentes por ci mismas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Paulo. Demasiado larga ya otra vez es tu nota...Y das muchas vueltas para llegar al punto.

Un seguidor argel. jeje

Paulo César López dijo...

Es lo más corto que escribí hasta ahora así que no me imagino qué te pareció el resto. No aspiro a hacer literatura, pero ser lo menos denotativo posible es la característica de lo que por lo menos pretende mantener distancia de la crónica periodística, un género que me resulta nada atractivo. Me hubiera gustado saber quién sos, pero no importa. Un abrazo y muchas gracias.

rubén dijo...

buenísimo el último párrafo jaja en cuanto a lo de dar vueltas.. no concuerdo con eso; sí creo q podrías evitar profundizar en los detalles históricos, para que queden como tal (como detalles históricos)porque desvía la atención del tema q estás desarrollando, me parece q por ahí va la crítica.. pero estubo buenicimo!! jaja

Paulo César López dijo...

Y sí es cierto que a veces (todas las veces)del tema principal paso a subtemas. Tal vez falte dominar un poco (¿mucho?) la técnica, pero creo que los artículos monotemáticos ya están desfasados. Vale la crítica para ir repensando cosas. Además hago una confesión. Me resulta difícil cuando escribo sobre una idea terminarlo sin apoyarme en otras, ya sean datos biográficos, históricos, etc. Es posible que haya estado demás ahondar demasiado en la vida de Erasmo.

rubén dijo...

un último comentario (consejo).. no hagas caso a los comentarios.. xD escribí como quieras, loco..

Anónimo dijo...

Yo soy el anónimo de arriba y estoy en total desacuerdo contigo Rubén porque Pablo sí debe hacer caso a las críticas (consejos) porque en eso se basa el crecimiento de un escritor...

Saludos!

Paulo César López dijo...

Estoy de acuerdo en tomar en serio las críticas y en lo constructivo que son, pero también en mantener la autonomía independientemente a ellas (las críticas).