lunes, 21 de marzo de 2011

La insurgencia de los símbolos




Claudia Korol

Iro ko ka’ay. Es yerba orgánica de San Pedro, me dice con aire de satisfacción una compañera mientras sorbe su mate. Se cierran las cortinas y se apagan las luces. ¡Vamos que empieza la película! Entran los últimos que quedaban en el pasillo. Escuelitas campesinas, un documental sobre la reintegración del pensamiento a la vida, es la actividad inicial de la última de las 3 jornadas de Educación Popular realizadas en el local de SERPAJ, Asunción, entre el 17 y 19 de marzo. El film narra la experiencia de núcleos campesinos que, ante el extrañamiento y la disociación de la educación académica oficial respecto a su realidad, desarrollaron un tipo de construcción del conocimiento cuyo calendario estaba acorde a los ciclos agrícolas y condiciones concretas de su existencia. Asimismo, se produce un quiebre en las relaciones de poder que implica la existencia de un enseñante y un enseñado, desarrollando, en consecuencia, formas más horizontales de participación de cada individuo y su grupalidad en el propio proceso de aprendizaje. Más que mbo’ehára había pytyvõhára. No el que "enseña”, sino el que ayuda, el que facilita.
Claudia Korol, activista de Pañuelos en Rebeldía y docente de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo de la Argentina, se desempeñó como pytyvõhára del encuentro que congregó a integrantes de movimientos sociales, organizaciones campesinas, comunicadores, docentes universitarios, etc., para cuestionarse las bases de las instancias de la instrucción  convencional como institución de los poderes hegemónicos del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado, y la necesidad de forjar, como respuesta a las condiciones de subalternidad por ella generadas, una educación no para el pueblo, sino del pueblo, a través de métodos lúdicos que incluyen a todo el cuerpo en la acción pedagógica. Hablamos con ella en la pausa del almuerzo sobre la ley de medios de la Argentina como instrumento de desmonopolización del ejercicio de la palabra, de las modificaciones a la ley de telecomunicaciones del Paraguay, de las bases teóricas de la Educación Popular, del guaraní como agente contracolonial, entre otras cosas.

–Cuáles son los resultados concretos que se están obteniendo en materia de democratización de la información en la Argentina como producto del nuevo mapa comunicacional diseñado con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

–Esta todavía en plena disputa la reglamentación de la ley, pero en principio lo que sí está claro es que se abre un espacio para el debate y la pelea por la multiplicación de las voces. De hecho, se están creando nuevas radios comunitarias de una manera casi sorprendente por el espacio que crea la ley y la iniciativa que han tenido las organizaciones como la Red Nacional de Medios Alternativos de hacer talleres con movimientos sociales interesados en tener sus propias radios. Creo que ya se llevan construidas como 190 radios nuevas de las comunidades. Me parece que se ha abierto un espacio para que lo que era la voz única de mando de la comunicación presente fisuras y se intervengan con demandas como una participación equitativa de género, las voces de los pueblos originarios. No te puedo decir un resultado concreto porque estamos en pleno proceso de disputa de ese espacio. Sí generó mucho entusiasmo, mucho debate. Hubo un gran protagonismo en los procesos de construcción de esa propuesta y hay muchas condiciones para dar pasos en dirección a esa democratización. 

–En uno de sus trabajos se refiere a la dictadura mediática del pensamiento único. En un sistema en el que los programas económicos basados en la acumulación concentrada más que a la coerción directa recurren a una legitimación en el orden simbólico (a excepción de las guerras del petróleo y las dictaduras sostenidas en el Oriente), ¿cómo operarían esos monopolios o dictaduras de la palabra?

–Creo que estamos en ese estado de dictadura mundial de las comunicaciones, donde los sectores del poder a nivel internacional dominan los grandes sistemas de comunicación y donde la tendencia incluso sigue siendo a una mayor concentración por fusiones, asimilaciones de las grandes redes, por el establecimiento de pautas de comunicación, por la creación de una agenda desde los grandes medios que imponen las noticias, por la presión a los espacios independientes, autónomos. No es casual que en los lugares, por poner un ejemplo de América Latina, donde han avanzado los sistemas autoritarios e incluso dictaduras, como Honduras, uno de los sectores atacados y agredidos sean los periodistas y las radios comunitarias. En Colombia se sufre la agresión a las radios comunitarias. En Paraguay también sabemos que se han cerrado, a partir de los cambios en la legislación, los medios comunitarios. De parte de las lógicas del poder mundial se trata de imponer un discurso único y la legitimación de una sola manera de estar en el mundo. Los ejes del “bien” y del “mal” que atraviesan el discurso de la comunicación y son los que han permitido que se cometan grandes masacres y violaciones a los derechos humanos, guerras, invasiones en función supuestamente de una defensa del “bien”. Incluso otras situaciones como las grandes catástrofes naturales que sabemos que tienen que ver con los niveles de agresión que ha tenido la naturaleza por parte de las corporaciones transnacionales se oculta el accionar de estas corporaciones y se pone como si fuera algo normal de la naturaleza: terremotos, etc. Cosas que sabemos que están relacionadas con los niveles de destrucción  ambiental que se han venido produciendo. El discurso único es lo que trata de legitimar un orden de cosas absolutamente favorable y funcional a los intereses de estas grandes corporaciones transnacionales. Al mismo tiempo trata de cercenar la palabra independiente de los periodistas, condicionarlos e incluso comprarlos. Creo que hay una fuerte resistencia por parte de los movimientos sociales y de los medios alternativos como comunicadores/as dentro y fuera del sistema de comunicación pública o privada que estamos intentando dar pelea contra eso.

–Precisamente en Paraguay fue aprobado en el Congreso un proyecto legislativo que privilegia a las corporaciones mediáticas a expensas de las radios comunitarias. ¿Cómo definiría este tipo de acciones del Estado a favor de las empresas periodísticas que son justamente las que propugnan reducir su función al mínimo bajo los supuestos de la libertad económica?

–El Congreso paraguayo responde a intereses económicos y políticos de los sectores tradicionales oligárquicos. En ese sentido, si bien nos duele la resolución, no es que nos sorprenda demasiado. Sabemos que la composición del Parlamento tiene esas características. Y lo que queda por pensar es cómo se desafía esa relación de fuerzas no solo internamente. Eso hasta próximas elecciones no es posible modificar, sino con un nivel de movilización social mayor porque el Parlamento hace y deshace a gusto porque no tiene la presión suficiente muchas veces de las organizaciones populares. Yo sé que han habido acciones desde los movimientos populares desde las radios en la búsqueda del veto presidencial a la ley, pero evidentemente no alcanzó  y la forma de dar vuelta esta situación me parece que va a tener que ver con la capacidad que en todos los planos desarrollemos las organizaciones sociales y también la posibilidad de acciones solidarias con otros espacios de movimientos sociales y radios comunitarias de América Latina, de redes de comunicación, que traten de llamar la atención del mundo sobre lo que significa esta ley en términos de coartar la libertad de expresión y la posibilidad de democratizar las comunicaciones, que es una de las demandas que internacionalmente se vienen realizando como parte de los derechos humanos.      

–También ha puesto de relieve la centralidad de una militancia dirigida a la deconstrucción de los imaginarios de la colonialidad, y en tal sentido resalta como síntoma de esa rebelión sígnica la vitalidad del guaraní en el Paraguay como fuerza contrahegemónica.

Yo creo que uno de los grandes aportes que el pueblo paraguayo ha venido realizando es esa defensa de la lengua, en este caso del guaraní, como parte de la cultura y de la identidad, cosa que en otros países como Argentina no hemos podido sostener: la legitimidad de la enseñanza de otras lenguas que no sea la de la colonización y que hace a muchos elementos fundantes de la cultura de un pueblo y a una resistencia concreta contra las prácticas de una cultura neocolonial que trata de invisibilizar a los pueblos originarios, sus luchas, sus culturas, sus vidas, sus resistencias. En la Argentina, por ejemplo, los grandes genocidios de pueblos originarios se llamaron campañas del desierto como si lo que se ocupara fuera tierra donde no había nadie. Si negamos su lengua, estamos haciendo parte de esa invisibilización. Entonces la posibilidad que ha tenido el pueblo paraguayo de mantenerla como lengua casi principal en su vida cotidiana, de legitimarla en sus relaciones y ahora de hacer este salto que es la legitimidad como lengua en la escuela, en la educación e incluso la pelea por incorporarla a las instancias internacionales del Mercosur. Me parece que es un gran aporte a un debate que nos debemos en América Latina. No habrá una refundación cultural, política, social que prescinda de una lucha muy dura contra los distintos mecanismos que establecieron en nuestro continente el capitalismo, el patriarcado, el racismo, el colonialismo como una única trama de opresiones. 

–¿Cuáles son los fundamentos epistemológicos de la Educación Popular?

–La Educación Popular viene de una larga experiencia ya en América Latina. Si bien reconoce como uno de los datos fundantes el pensamiento de Paulo Freire, su crítica a las políticas educativas como educación bancaria, tiene otros antecedentes como la defensa de la educación propia de los pueblos originarios así como parte de su resistencia, de la defensa de su lengua, la defensa de su cultura. También la lucha por la educación de los  grupos anarquistas de a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, los fundadores del movimiento obrero, en que la educación era sumamente importante. Muchas experiencias que si bien no fueron nombradas como Educación Popular son antecedentes en el sentido de pensar que los oprimidos y oprimidas necesitan tener sus propias herramientas políticas, organizativas y pedagógicas. Desde nuestra perspectiva en Pañuelos en Rebeldía entendimos que la Educación Popular es una dimensión pedagógica de la lucha de nuestros pueblos, tanto en la resistencia a las políticas coloniales, capitalistas, patriarcales como en la creación de alternativas. Y en ese sentido nos nutrimos de distintas fuentes ideológicas, de análisis, de reflexión, tanto de lo que proviene del pensamiento marxista, latinoamericano fundamentalmente; de lo que surge de la experiencia de lucha anticolonial indígena, negra, popular, como los aportes que vienen del pensamiento, por ejemplo, de la teología de la liberación y su trayectoria en América Latina, el pensamiento feminista en su unidad anticapitalista, el feminismo mestizo que ha nacido en nuestro continente. Es decir, tratamos de que las experiencias prácticas del movimiento social-popular dialoguen con la teoría existente, dialoguen con las ciencias sociales, pero dialoguen de manera abierta y crítica no para seguir importando recetas, sino para poder nutrir en ese diálogo una idea fundamental de la Educación Popular que es la de la creación colectiva de conocimiento: de que no hay una teoría acabada, de que no hay una respuesta para todo, que la educación popular es una pedagogía de la pregunta, de la curiosidad, de la búsqueda de caminos, de la relación muy fuerte entre teoría y práctica. Es una pedagogía que fortalece. Hay un fuerte aporte teórico de la Sicología Social, la idea de grupo dentro de la construcción colectiva de conocimientos y de la deconstrucción de conocimientos. Hablábamos incluso en los tallares que es bastante difícil deshacerse de lo que uno trae como bagaje de conocimientos sobre certezas o del ser en el mundo que por ahí en el proceso educativo vemos que no eran así, que no se corresponden con la realidad, pero eso desestructura hasta en términos personales bastante profundos, en algunas creencias religiosas, hasta elementos dogmáticos por ahí del pensamiento de izquierda. Y la posibilidad de elaborar es el proceso de deconstrucción de saberes tal vez recibidos de manera bancaria, de manera muy dogmática. A mi entender la fuerza de la grupalidad es lo que permite sostener esos procesos de transformación. Entonces hay distintas fuentes de cómo se va trabajando el pensamiento que sostiene la Educación Popular. En los últimos años el ambientalismo también ha hecho una crítica de la relación hombre-mujer con la naturaleza y no solamente se plantea el proceso de democratización de las relaciones de género, sino también de las relaciones de los seres humanos con el medioambiente. Hay muchos aspectos que me parecen fundamentales a la hora de pensar en las alternativas y en la posibilidad incluso de abrirse a los nuevos pensamientos que surjan en el marco de la lucha.  

–En ese sentido también cuestiona el espíritu eurocéntrico, colonial y occidentalista del concepto de desarrollo de determinadas izquierdas del materialismo clásico.

–Desde el concepto de desarrollo como del concepto de progreso en la lógica de la cultura occidental se ha justificado tanto la destrucción de la naturaleza como la destrucción de pueblos completos. Es decir, en nombre del progreso y del desarrollo se establecen modelos productivos extractivistas que están devastando los bienes de la naturaleza  en nuestra América. Han sido fruto del saqueo que durante más de 500 años se ha vivido, pero estamos hoy en un nuevo momento en que ya no hay mucho más para saquear. La destrucción llega a límites que pone a las poblaciones en una lógica de vida o muerte. En el caso de la historia de los primeros años de la conquista y de la colonización también hubo tremendos genocidios que pusieron en ese límite a los pueblos originarios  y de hecho hay pueblos completos que fueron exterminados y hoy  hay poblaciones que ya no son solamente pueblos originarios, sino pueblos afectados por la minería, por la contaminación ambiental, por la contaminación de los ríos. Sabemos de la crisis del agua y, sin embargo, las grandes represas siguen asesinando ríos. Y cuando un pueblo se va a decir: bueno, esto nos mata; el tema es que se los estigmatiza e incluso se los criminaliza diciendo que afectan el progreso y el desarrollo. Esas ideas de progreso y desarrollo nosotros las cuestionamos en profundidad. Creemos que eso surge de esa matriz eurocéntrica del capitalismo que ha llegado a nuestra América envuelta en ese formato. Pero son concepciones que también atraviesan a las izquierdas o a una parte de las izquierdas que muchas veces han pensado que el socialismo debía tener un modelo parecido de producción y, en todo caso, un modelo diferente de distribución. Yo creo que lo que se pone en discusión es que el tipo de producción tiene que ser de otra manera y también el tipo de relaciones entre hombres, mujeres y la naturaleza de manera que sea sustentable. La posibilidad de creación de una vida que pueda ser vivida –llámese buen vivir en la concepción de pueblos originarios o llámese como se llame en la concepción que se vaya construyendo entre todas y todos– y que no esté basada en la negación y aplastamiento de comunidades, de pueblos y del entorno de la naturaleza, cuya destrucción nos afecta a todos. 



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