lunes, 4 de marzo de 2013

Un puñado de tierra


Néstor Castro y Rubén Villalba (internet)

Una elegía a esa tierra ausente, marcada por el exilio y la sangre, los versos de Hérib Campos Cervera retratan la lejana evocación de esa entidad que habitamos y nos habita. Un puñado de tierra con “la sonrisa y la sangre de tus muertos”. Por un puñado de tierra, por eso, las balas, la muerte y la cárcel.

Por un pedazo de tierra oiko péa orerehe”, explica Néstor Castro a la delegación de artistas, intelectuales y activistas que fueron el pasado sábado 2 de marzo a llevar su apoyo a los presos en huelga de hambre que exigen la libertad de los campesinos encarcelados por el caso Curuguaty

Entre las rejas del penal La Esperanza, y a 33 días de haber iniciado la huelga de hambre, reafirma que estando ya sea dentro o fuera seguirá luchando por la causa nacional, la recuperación de la soberanía y las tierras del Estado.

Jahypýi ko yvy tome’ê hi’a/ Ñamboapy ko sapukái/ yvytu vevére ñahendu iñe’ê/ ñande kóga purahéi. (Reguemos esta tierra para que dé sus frutos/. Juntemos este grito/. En el vuelo del viento escuchamos su palabra/ el cantar de nuestros cultivos”. Alberto Rodas canta ese homenaje al chokokue, Ñemitÿ, melodía de José Asunción Flores con letra de Carlos Federico Abente. ¿Dónde están? “Están allí donde ya no podrán morir”, prosigue.

Mario Casartelli reclama en su guitarra que “Algo tenemos que hacer” y el poeta Ricardo de la Vega interpela “A ti, Paraguay”, escrito que deja como presente a Néstor. El cuadro de Bernard Hermosa sobre la masacre del 15 de junio marca un horizonte rojizo sobre el que trazan sus formas la geografía paraguaya, 17 cruces y un helicóptero policial.

De carácter taciturno, Néstor responde a las expresiones de apoyo con breves acotaciones, gestos de asentimiento y los ojos cada vez más cristalizados. El día de la masacre un proyectil le destrozó la mandíbula, lo cual le valió dos operaciones, aunque debe ser intervenido nuevamente porque el platino fue mal colocado.

Fortalecido por la convicción de estar luchando por algo justo, a sus familiares y compañeros eleva el mensaje de que “ani pejepy’apy cherehe, aime en lucha. Ani ñande kane’o (No se preocupen por mí, estoy en lucha. No nos cansemos).

La comitiva, frente al penal de Tacumbú (internet).
Luego de los efusivos abrazos de despedida, la delegación se traslada a la penitenciaría de Tacumbú. Rubén Villalba, quien el día de la visita llevaba 36 días de huelga de hambre, nos recibe sentado en una cama de la enfermería con una pañoleta en la cabeza que lleva inscripta la leyenda “libertad o muerte”.

Está decidido y no claudicará. “Ndaje entregamoái (No me entregaré). Los latifundistas no pueden beneficiarse de tierras del Estado”, esgrime al aludir al uso torcido de la figura de la usucapión hecho a favor de Campos Morombí, pero que por esos actos fallidos que a veces hacen justicia fue emitida por error con el número de otra finca. “Tierra fiscal ko ñande mba’e (las tierras fiscales son nuestras)”, añade.

Ojalá el gobierno escuche su grito”, interviene Zully, la solidaria enfermera de la cárcel y agrega que Rubén está muy débil, con mareos y necesita ser asistido para ir al baño.

Rubén sonríe con júbilo cuando se anuncia la guitarreada. Él mismo empieza con las palmas y luego toda la delegación entona eufórica la consigna de esta causa. “Libertad, libertad a los presos por luchar”. Un policía irrumpe en la sala y ordena que se baje el tono de los cánticos.

Posteriormente, Villalba reseña sus comienzos en la lucha y cuenta que pusieron pecho a numerosos desalojos salvajes y que en varias ocasiones fue perseguido por sicarios de los sojeros brasileños, quienes están avanzando sobre nuestro territorio y desplazando forzosamente a los campesinos de sus tierras. Con respecto a Marina Cue, relata que 15 personas fueron asesinadas mientras pescaban o cazaban en los bosques, que van siendo progresivamente devastados por los cultivos mecanizados de transgénicos.

Recordemos que aquellas tierras del Estado reivindicadas por los campesinos debían ser destinadas a la reforma agraria, pero están siendo usurpadas por Campos Morombí. Por este legítimo reclamo, en un procedimiento totalmente irregular, fueron asesinados 11 campesinos y los sobrevivientes están acusados de asociación criminal, invasión de inmueble y homicidio doloso en grado de tentativa. También cayeron 6 policías, que según la versión oficial fueron sin armas para dialogar. Pero muchos sabemos que la policía no dialoga y que siempre asesta el primer golpe.

No existe causa alguna por invasión contra la empresa del fallecido jerarca colorado Blas N. Riquelme, el verdadero invasor en esta historia. Completan el elenco el fiscal colorado Jalil Rachid y el juez José Benítez, quien dictara la viciada orden de allanamiento que derivó en la matanza y es cuestionado por el rol que desempeñó en la fraudulenta usucapión a beneficio de Campos Morombí.

Pero en medio de todo este cuadro, y reduciendo a polvo y cenizas el oprobio, auguramos a la lucha campesina el mismo desenlace que el de aquellos versos del poeta: “Un puñado de tierra./Eso quise de ti. /Y eso tengo de ti”.



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