miércoles, 22 de abril de 2020

Parque Ambapy, una inspiradora experiencia agroecológica y forestal

En el marco del Día de la Tierra comparto una entrevista realizada en diciembre de 2013 al agricultor campesino Auberto González, quien está a cargo del Parque Paraíso Guaraní Ambapy, ubicado en San Pedro, una experiencia agroecológica y forestal que desafía el modelo del monocultivo y demuestra que otra agricultura es posible.

Auberto González, coordinador de proyecto Axial, Naturaleza y Cultura. Foto: Guillermo Sequera.


"Compañeros indígenas, vy’a pavê pende presencia, compañeros oúa Paraguaýgui", inicia Auberto.

Auberto González es coordinador del proyecto agroecológico Axial, Naturaleza y Cultura en Capiibary, departamento de San Pedro. “Kóa ha’e la Paraíso Guaraní Ambapy”, dice con orgullo mientras señala a su alrededor.

En la comunidad, que tiene unas 4.000 hectáreas, viven cerca de 400 familias, con 10 hectáreas cada una.

"Naturaleza ko huvy, ha ikatu ñamoheñói jey", prosigue al recordar que el lugar donde actualmente se emplaza la reserva fue explotada por una empresa de extracción forestal durante la dictadura. El parque, mezcla de bosque nativo y reforestado, experiencia única en el Paraguay iniciada en 1988, fue creado y mantenido con el acompañamiento del antropólogo Guillermo Sequera, quien fuera invitado por campesinos e indígenas de la zona en dicho año con el fin de compartir una experiencia única de alta y efectiva participación colectiva en favor de la lucha contra la pobreza y contra la destrucción humana, ecológica y cultural.

Naturaleza y Cultura. Las especies reforestadas se van abrazando al bosque nativo. Foto: Guillermo Sequera.

Hasta hoy el programa de ecología productiva se mantiene desde su origen con sus propios recursos y sin ninguna financiación. Los sorprendentes resultados obtenidos fueron posibles con la revalorización de las técnicas tradicionales y sabidurías de gestión milenaria por parte de indígenas y campesinos a través de encuentros e intercambios culturales.

Auberto nos recibe en el patio de su rancho, cubierto de numerosas especies arbóreas nativas, como el peterevy, yvyraro, kurupa’y, tajy, entre otras.

"Ko’ápe ndojeipurúi voi pohã pochy", enfatiza. Todos los cultivos son orgánicos y agroecológicos. El pyno, que cuando niños utilizábamos para hacernos bromas por las molestas picaduras que causa, el pipi, hojas de paraíso y la raíz del timbo son utilizados en el huerto como control de plagas y abono verde para proteger y nutrir las hortalizas. “Mberu ni nomañái ilado”, asegura.

Cultivos rotativos y diversificados

Auberto subraya que lo que practica es la agricultura rotativa y diversificada. Los policultivos cohabitan entre tuberosas, raíces, diversos tipos de maíces, porotos, tomate, kurâtû, karaguata mirî, naranjas injertadas a partir de plantas madres forestales, banana, uvas, guayaba, mamones, entre otras especies.

Los cultivos son diversificados y rotativos, además de estar guarecidos por franjas boscosas que los protegen de las tormentas y de los venenos que son utilizados en los cultivos transgénicos de los alrededores. Foto: Guillermo Sequera.

"Aikotevêro pohã, chénte ajapo", expresa al tiempo de contarnos que cultiva numerosas plantas medicinales, además de especies ornamentales como rosas, azucenas, orquídeas, jazmines, y frutales nativos como yvapurû, yvahái, aguai, ñangapiry, etc.

A manera de ejemplo de las técnicas de fitomejoramiento que emplea, como el injerto, nos hace probar un jugo de naranja tardía, cuya espuma se desliza suavemente por la jarra transparente. También produce miel de melipónidos (abejas melíferas nativas sin aguijones como el ei jate’i) y ocupa parte de su tiempo en la cría de gallinas y patos. Otros pobladores vecinos crían ganado vacuno para la producción de leche y tracción a sangre (bueyes para el transporte en carreta), así como equino y porcino.

La llegada de la electricidad

Para el ingreso de la energía eléctrica, como no tenían dinero en efectivo, ofrecieron a cambio un programa de reforestación comunitaria para arborizar caminos, escuelas, oratorios, etc., y de constituir jardines ornamentales y medicinales nativos. “Ndororekói la platita, pero roreko la plantita”, compara.

Los plantines de especies nativas que se utilizaron provinieron íntegramente de los 27 viveros forestales de la comunidad, precisa. Dicha experiencia ganó un gran prestigio internacional por su realización bajo un programa basado en la rehabilitación de ecosistemas productivos ecológicos y en la tradicional economía de la reciprocidad.

Los tomates y otros productos de la huerta son protegidos de las plagas con plantas de pipí y pyno, que hacen de repelente. Foto: Guillermo Sequera.

"Con estos programas y sus resultados, nosotros también aportamos a la salud pública con el oxígeno que generan nuestros bosques y además con nuestra responsabilidad de producir alimentos limpios, producidos con semillas nativas y criollas para los consumidores de la ciudad", afirma.

Entre otros logros mencionó que realizando trabajos de reforestación y agroforestería también pudieron cubrir la atención médica oftalmológica de varios pobladores, entre ellos su padre, quien estuvo ciego durante seis años y con el tratamiento logró recuperar la vista.

Nos cuenta, asimismo, que fue invitado por varias universidades para compartir su experiencia y  estudiantes de varios países visitaron el parque así como a muchas familias que fueron partícipes de dicha experiencia.

En la chacra

Luego de caminar un largo pasaje donde los árboles reforestados van repoblando progresivamente el bosque nativo, llegamos a los cultivos donde numerosas especies conviven manteniendo la biodiversidad ofreciendo un pasaje totalmente distinto al del monocultivo.

El largo túnel natural que conduce a la zona de cultivos. Foto: Guillermo Sequera.

Auberto muestra las franjas de bosques que rodean las parcelas y que actúan como protección ante las tormentas. Los canales están cubiertos en los bordes por ramas a fin de evitar la erosión y retener los nutrientes cuando se producen las lluvias.

Nos acompañaban Marcial Mendoza, Ña Cipriana y Kuaray, indígenas mbyá que están luchando por llevar a término el proceso de compra de unas 100 hectáreas de parte del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi).

Al quedarnos a descansar bajo la sombra de un árbol de guayaba, Auberto nos cuenta que por su labor de rescate de la botánica medicinal junto con las comunidades indígenas fue bautizado por los mbyá como Ramói Guasu, el gran abuelo, así como por los aché, con el nombre de Jagegy, cuyo significado se refiere al kyja (lobo de agua).

"Che oporaíva (chamán) avei", dice Auberto, a lo que los mbyá que nos acompañan responden con un gesto de asentimiento. El parque Ambapy podría tratarse, en efecto, de aquel paraíso del aquí y ahora al que prometen guiarnos los Oporaíva y las sabias Ñandesy. El yvy marã’eÿ, la tierra indestructible donde se llega no solo antes de morir, sino precisamente para no morir.

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