domingo, 26 de abril de 2020

Entre la ficción y la realidad: relación entre literatura y periodismo

En conmemoración del Día del Periodista, comparto una entrevista realizada al escritor y crítico cubano Eduardo Heras León en mayo de 2014 en la ciudad de La Habana. En esta charla abordamos, entre otros puntos, la relación entre el periodismo y la literatura así como la influencia de los factores políticos e históricos sobre la actividad creativa, en este caso partiendo de su experiencia de combatiente de Playa Girón.


El escritor y crítico cubano Eduardo Heras León. 


Bajo apresuradamente las escaleras de la residencia estudiantil y cruzo el ancho bulevar de la Avenida de los Presidentes entre 21 y 23. Es la cuadra dedicada al chileno Salvador Allende. Atravieso el portón del instituto, el patio y finalmente me acomodo en un pupitre cercano a la puerta del salón.

Con un hablar entre corrido y pausado, el escritor cubano Eduardo Heras León explica que, insatisfecho con las cronologías, decidió abordar el estudio de la literatura desde las técnicas narrativas. Y precisamente a eso se abocó durante las jornadas que estuvieron a su cargo en el taller de narrativa del Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana, Cuba.



Durante las tres sesiones ofreció una panorámica de los cambios que experimentaron los contadores de historias desde los precursores del género como Homero hasta Joyce, Faulkner, Rulfo, Vargas Llosa, entre otros maestros del género.

En este diálogo con “El chino” –como el mismo autor nos confiesa que le llaman– no podemos dejar de evocar las preguntas fundacionales del oficio: ¿por qué escribimos ficciones?, ¿para qué contamos?, ¿qué es la literatura?

Como combatiente de la batalla de Playa Girón, su obra está marcada por ese acontecimiento cuya magnitud, según nos cuenta, no había sospechado cuando le tocó vivirlo a los 19 años. Bajo el concluyente título de “La guerra tuvo seis nombres” (1968) presenta sus memorias de la batalla. “Yo solo digo lo que ocurrió”, asegura. Su compromiso con la verdad y la crudeza al mostrarla le valieron incluso sanciones como ser destinado a una fábrica, experiencia que recoge en “Acero” (1977).

No obstante, al ser consultado sobre si alguna vez sintió que su papel de escritor colisionara con su rol de militante, señala que no establece ninguna oposición entre ambas actividades y que al mismo tiempo que se considera un revolucionario que escribe se define también como un escritor revolucionario.

¿Por qué escribimos ficciones?

Mucha gente dice que porque no estamos de acuerdo con el mundo que nos rodea y que tenemos que arreglar esa relación con el mundo. Y por eso escribimos ficciones, para explicar la vida no como es, sino como debiera ser.

Si la literatura opera con la inversión de los planos de la realidad y el periodismo pretende describirla, ¿cómo se complementan y se contraponen estas dos disciplinas?

La realidad ficticia está en general basada en la realidad real con elementos que le añade uno como escritor. Claro, también trabajamos con planos fantásticos de la realidad y el periodismo generalmente con planos reales. Yo me inclino por lo que opinan García Márquez y Eduardo Galeano de que literatura y periodismo es lo mismo. No hay una gran diferencia entre uno y otro. Para mí periodismo y literatura son parte de lo mismo.

¿La literatura es mero entretenimiento, testimonio de época o una técnica de conocimiento como cualquier otra disciplina?

Es todo eso y más. La literatura es una manera más de ver la vida, una manera en que me comunico con los demás. El escritor escribe para los demás, no para uno. Y escribe para ayudar sobre todo a crear nuevos horizontes en la vida, a enriquecer un poco la vida de todos los días, la vida cotidiana. Es una manera de vivir. Yo no podría vivir sin la literatura.

En su obra resaltan los títulos dedicados al relato de su participación en la batalla de Playa Girón.

Yo fui combatiente en Playa Girón con 19 años. Esa circunstancia me cambió la vida. Yo siempre digo que mi vida se divide en dos mitades: antes de Playa Girón y después de Playa Girón. Si me preguntas por qué, te digo que porque le vi la cara a la muerte, me pisó muy cerca. Como decía Hemingway: un acontecimiento como la guerra es capaz de hacer madurar a un hombre antes de tiempo. Pasaron muchos años antes de que yo pudiera escribir. Esas vivencias se fueron asentando y cuando las evoqué en el año 68 solté seis cuentos que conformaron luego el libro “La guerra tuvo seis nombres”, dedicado a Playa Girón. Yo escribo lo que vivo y ese fue un acontecimiento vital para mi vida. Me marcó para siempre.


"Mi vida se divide en dos mitades: antes de Playa Girón y después de Playa Girón. Si me preguntas por qué, te digo que porque le vi la cara a la muerte".

Ese libro recoge creo que con bastante certeza y justicia lo que pasó allí. Trato de hablar la verdad, de lo que sucedió. Trato de hablar del miedo y del valor. Porque si hubo mucho valor y mucho coraje, hubo también miedo. Es el ser humano en toda su extensión. Todas las emociones y los sentimientos del ser humano se reflejan y se intensifican en un acontecimiento como es la guerra. Y no se trata de edulcorar nada.

Así es como hay que reflejar acontecimientos históricos, sin ocultar absolutamente nada. Buscar la verdad, que es en última instancia el objetivo de la literatura.

En este doble rol de intelectual y militante, sintió que alguna vez estos papeles entraran en colisión y que se tuvo que decidir por uno de ellos.

No decidirme. Yo siempre he sido el mismo. Yo siempre he sido un revolucionario que escribe. Sin embargo, a lo largo de mi vida he tenido encontronazos, generalmente con la burocracia o determinadas zonas del poder cultural que tenían una actitud dogmática, muy cerrada. Por ejemplo, a partir del año 71 hasta el 76 hubo un periodo aquí que hoy conocemos con el nombre de Quinquenio Gris, donde había una política cultural muy extremista y eso nos costó castigos. Yo estuve varios años trabajando en una fábrica precisamente por defender mis ideas, que son las ideas de la revolución. La vida me ha dado la razón. Yo nunca he tenido vacilaciones. Yo siempre he sido un revolucionario y voy a seguir siéndolo.

Cuando se trata de “escritores políticos” es difícil evitar la discusión entre el compromiso y el esteticismo. Pero en uno de sus relatos, “Un cuento por encargo”, usted no ve exclusión entre ambos.

Me alegra que me haya recordado ese cuento. Ese es un cuento que se lo dediqué a Tony Guerrero, uno de los cinco héroes (en referencia a los cubanos presos en EEUU, que ya fueron liberados, pero en el momento de la entrevista continuaban recluidos). Siempre se ha dicho o que la literatura por encargo no es verdadera literatura porque quedaría muy esquemática, no tendría la riqueza que tendría la literatura hecha sencillamente por la vocación del autor. En ese cuento yo quería expresar esa dicotomía entre Sartre y Camus de la literatura comprometida y la que supuestamente no lo es. Yo nunca me he planteado esa dicotomía porque yo escribo lo que yo vivo. Y si contar lo que yo vivo forma parte del compromiso con la sociedad, con la historia y con la misma revolución, para mí esa literatura es bienvenida. O sea, nunca me he planteado si voy a hacer una literatura comprometida u otra que no tenga nada que ver con el compromiso. Yo sencillamente escribo y allá va. Me parece que es un testimonio y tengo suficientes experiencias en la vida para seguir escribiendo.

Para finalizar, ¿cómo se definiría usted desde el punto de vista de su quehacer?

Siempre he dicho que soy un revolucionario que escribe. Creo que me siento así. Pero independientemente de eso, no podría dejar de escribir. O sea que soy un escritor también. Esa dicotomía para mí no existe. Ser un escritor no indica dejar de ser un revolucionario y ser un revolucionario no indica dejar de ser escritor.

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